Reed Jobs, el hijo del fundador de Apple y uno de los jóvenes más influyentes del planeta, hizo una visita relámpago por la región el último día de agosto. Semanas antes, había presentado en sociedad su fondo Yosemite, con el que quiere invertir en start-ups de biotecnología en América latina, que le permitan luego financiar su búsqueda de una cura para el cáncer.
Jobs estuvo por la mañana en Brasil, por la tarde en Montevideo, en la casa del argentino Hernán Kazah, cofundador de Kaszek Ventures, el fondo de capital de riesgo más importante de América latina, y finalmente viajó a Chile. El encuentro en la casa de Kazah, en la capital uruguaya, convocó a algunos de los empresarios más importantes de la Argentina y de la región: Marcos Galperín (Mercado Libre), Martín Migoya (Globant), Nicolás Berman (Kaszek), Sergio Fogel (DLocal) y David Vélez (Nu Holdings), entre otros. El hombre de 31 años, que en apenas semanas ya había recaudado US$200 millones para iniciar su emprendimiento, los dejó boquiabiertos con su iniciativa. Uno de los argentinos, le hizo hacia el final una pregunta con la respuesta más incómoda: “¿Por qué no vas a pasar por la Argentina?”, indagó, a lo que Jobs, con una franqueza estadounidense respondió: “¿Para qué? Si están todos acá”.
La Argentina poco a poco ha perdido un lugar de relevancia en la agenda internacional. Haber impulsado el exilio de algunas de las principales fortunas del país no es gratis. El mal clima de inversión y las pésimas decisiones macroeconómicas terminaron por horadar la paciencia del capital global. Cada vez más aislada del mundo, sólo algunos empresarios nacionales se animan a avanzar sobre los activos que en otro momento pertenecieron a las multis. No son en su mayoría grandes apuestas corporativas, sino más bien osadas ofertas de quienes están acostumbrados a hacer negocios con poco. “Expertos en mercados regulados”, se los describió alguna vez.
Enel, la italiana dueña de Edesur, acaba de ponerle freno de mano a la venta de la distribuidora, no porque haya desistido en su idea de dejar el país, sino porque le ofrecen pagarle tan poco por sus activos que se resiste a aceptarlo. (Banco Macro acaba de comprar la filial de Itaú por apenas US$50 millones, contra los casi US$400 millones a valores de hoy que había puesto el grupo brasileño en 1998 para adquirir la entidad, entonces en manos de la familia Garfunkel).
Los interesados en Edesur, todos nombres más o menos conocidos en la escena local: la familia Neuss, el consorcio formado por Miguens Bemberg, Reca y Escasany, y, según consignó el sitio especializado EconoJournal, también habrían presentado ofertas el Grupo Olmos (dueño del diario Crónica), Disvol (la sociedad de Alejandro MacFarlane), el Grupo Werthein, Electromecánica (una empresa cordobesa presidida por Eduardo Montich) y un grupo liderado por Osvaldo Sortino, que supo ser en el pasado socio de Raúl Moneta.
Es cierto que hay sectores estratégicos que atraen al mundo desarrollado, a pesar de las vicisitudes argentinas: la energía, la minería y el agro son ejemplos. La petrolera ExxonMobil, que puso el mes pasado en venta todos sus activos en el país, ya recibió ofertas por algunos de ellos por parte de Pampa Energía (Marcelo Mindlin), Vista Oil (Miguel Galuccio), y Total, entre otras compañías. La suerte de la venta de uno de sus activos más relevantes, el campo de Petróleo y Gas Bajo del Choique, en Vaca Muerta, está atado en gran medida a la voluntad de su socio, con el 10% del paquete, la empresa provincial Gas y Petróleo de Neuquén. La empresa estatal tiene preferencia en caso de venta (puede igualar la oferta ganadora), por lo que nadie descarta que a último momento de la mano de algún empresario nacional especialista en mercados regulados intervenga en el proceso. Escenarios siempre posibles en una Argentina para unos pocos audaces.
Pero aún por estos días quienes siguen de cerca estas industrias admiten que la mayoría de las inversiones fuertes no se desembolsarán hasta tanto la Argentina no ponga sus cuentas y sus reglas en orden.
Mientras tanto, el interés que suscita el país pareciera estar dado más por su perfil caricaturesco que por su atractivo macroeconómico. Con la reciente entrevista que le hizo el polémico Tucker Carlson, Javier Milei demostró su estatura de celebridad global. “Carlson es un fenómeno taquillero en el mundo trumpista global. Es increíble cómo la derecha nacional tiene el nivel de rockstarismo de Milei”, reconoce, con asombro, un hombre que conoce algunas de las oficinas más cotizadas de Washington. No está claro que eso vaya a ganarle favores en el establishment de D.C., al menos no hasta tanto no cambie la administración Biden, a quien Milei criticó muchas veces con dureza.
El candidato de la Libertad Avanza tendrá su primer test en Wall Street, a donde envió a dos de sus figuras fuertes en el área financiera, Darío Epstein y Juan Nápoli. Son, sin embargo, encuentros informales más que de definiciones. Simplemente porque son pocas las precisiones sobre la eventual futura gestión que de hecho ha bajado a su gente Milei, un hombre poco acostumbrado a la gestión de equipos. El “León”, además, es quien mejor domina el discurso de campaña, que no siempre se condice con el de gestión, que luego quieren escuchar quienes tienen que tomar decisiones sobre inversiones. Tanto Nápoli como Epstein están más cerca de los segundos que del líder del espacio, de ahí que en su interpretación sobre lo que quiso decir Milei con respecto al cierre del Banco Central o la dolarización, ambos hayan salido a matizar ambas iniciativas.
Quienes están con Milei saben, sin embargo, que las declaraciones no serán suficientes para sostener la gestión ante una eventual victoria. De ahí que cerca suyo hayan estado tanteando a algunas figuras con experiencia, incluso funcionarios que hoy están abiertamente dentro de Juntos por el Cambio, como el caso de Javier Iguacel, a quien lo sondearon sin éxito para hacerse cargo de los temas de energía. A medida que crece en las encuestas, el armado de equipos se hace cada vez más necesario.
El miedo que muestra ya abiertamente el peronismo es una muestra del crecimiento de Milei desde las PASO hasta ahora. El gobernador de La Rioja, Raúl Quintela, no sólo amenazó con renunciar si ganaba el libertario. Convocó para hoy a los empresarios más relevantes de la provincia en un intento por comprender el fenómeno electoral del “León” entre muchos de sus trabajadores.
Persistente como pocos, el candidato del oficialismo, Sergio Massa, no sólo buscó movilizar en los últimos días a gobernadores e intendentes (aunque ninguno de ellos participó de su cena de recaudación en Parque Norte), sino que contrató a dos de los lobistas más fuertes de Washington, Dan Restrepo y Juan Verde, ambos exfuncionarios del gobierno demócrata de Barack Obama, para que lo asistan, entre otras cosas, en la búsqueda de financiamiento. Una prueba más de la versatilidad del candidato de Unión por la Patria, que hace apenas algunos años apelaba al Rudy Giuliani, el ex alcalde de Nueva York, famoso por su discurso de mano dura, y trumpista furioso, para que lo asesore políticamente en materia de seguridad.
Pero también en Washington Massa empieza a vislumbrar que su eterna perseverancia puede ya no ser suficiente esta vez. Al menos, así se lo hizo saber la empresa Bully Pulpit Interactive, la responsable de la campaña de redes de Biden, quien rechazó la jugosa oferta de participar en la campaña de Massa con el argumento de que en 45 días no había cómo revertir el mensaje del oficialismo. No todo se puede comprar, y quienes participan de algunas de las campañas políticas más exitosas lo saben. Horacio Rodríguez Larreta hubiera agradecido en retrospectiva una honestidad intelectual como la de Bully Pulpit Interactive ante el equipo de Massa.
Pese a que desde Juntos por el Cambio muchos repiten como mantra que casi el 60% del país votó por un cambio, tal cual lo expresó Mauricio Macri el mismo día de la PASO, los números en realidad podrían estar indicando algo más; hay un 30% que votó a Milei y un 30% que ni siquiera fue a votar, en otras palabras, un 60% que no eligió al peronismo ni a Juntos por el Cambio. ¿No será que el electorado, además del cambio, busca que quien lo lleve adelante no sea ninguno de la política tradicional? Sólo en octubre lo sabremos.