PARÍS.- Para el Kremlin, la muerte de Yevgeny Prigozhin cierra el desventurado capítulo de la rebelión abortada contra el líder supremo ruso, un micro-acontecimiento que pronto será olvidado para no perturbar la sacrosanta “estabilidad” del régimen. Queda ahora por ver quién se quedará con la codiciada herencia que representa el Grupo Wagner, una pepita de oro imaginada por Vladimir Putin y perfeccionada por el hombre que pagó con su vida su traición.
El presidente ruso llevó el cuidado de las formas hasta presentar hoy sus “sentidas” condolencias a las familias de las víctimas que viajaban en el avión que se estrelló al noroeste de Moscú, con el patrón de Wagner y su mano derecha a bordo. Putin rindió homenaje al “talentoso hombre de negocios”, que había “contribuido a la ofensiva en Ucrania” y que “a pesar de sus errores, obtenía los resultados necesarios”.
Esa desaparición marca para el Kremlin el restablecimiento de la fragilizada autoridad del líder ruso y de su famosa “vertical del poder”.
“Su muerte estaba programada. Era más bien la prórroga acordada la que sorprendía”, subraya Tatiana Kastoueva-Jean, del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI).
Acusado de “traición” por Putin en junio por haber fomentado un motín contra el ministro de Defensa y el jefe de Estado Mayor de las fuerzas armadas, Prigozhin había gozado, es cierto, de una extraña benevolencia durante dos meses, realizando varios ida y vuelta entre Bielorrusia, San Petersburgo y el Kremlin, y abriendo de agenda durante el foro Rusia-África, que se realizó en San Petersburgo en julio.
Al mismo tiempo se esforzaba por salvar su imperio edificado pacientemente durante tres décadas. Prigozhin estaba al frente de numerosas empresas en Rusia y en el extranjero en la finanza, la construcción, los medios de comunicación, la explotación minera o forestal, sin olvidar el catering colectivo para los cuarteles rusos.
Después de la rebelión, el Estado ruso se lanzó contra su holding mediático, comenzando por prohibir de las redes su buque insignia, Rian Fan. Esa agencia de prensa, especializada en falsas informaciones, alimentaba decenas de sitios del grupo en Rusia, produciendo al mismo tiempo contenidos con destino a los países africanos. Según algunos especialistas, el oligarca Yuri Kovaltchuk, muy cercano a Putin, podría heredar una parte de las actividades de esa holding.
Las actividades de Wagner reagrupaban también las misiones de influencia, principalmente en África, con el fin de desacreditar a opositores y países occidentales a través de los medios de comunicación y falsas cuentas en las redes sociales.
“Esa rama civil de las operaciones de Wagner continuó funcionando después del frustrado golpe de Estado”, afirma Maxime Audinet, especialista en el Instituto de Investigación Estratégica de la Escuela Militar francesa. El medio centroafricano Lengo Songo, financiado por Wagner, publicaba todavía ayer fotos de manifestantes hostiles a Francia.
“La actividad ‘influencia’ de la galaxia Prigozhin genera inmensos beneficios a Rusia”; precisa Audinet.
Por su parte, la rama militar de Wagner cesó todas sus actividades en Ucrania después de la carnicería de Bakhmut, que costó cerca de 40.000 bajas al grupo mercenario, desencadenando así la rebelión de Prigozhin. El grupo entregó sus tanques, aviones y artillería al ejército regular. Alrededor de 3000 de sus combatientes se instalaron en Bielorrusia, esperando hallar un nuevo destino. Otros decidieron aceptar la propuesta del Ministerio de Defensa ruso e incorporarse a sus filas.
“Aunque no son muchos, en verdad. Los mercenarios tienen un solo objetivo: el dinero. Y el ejército de Putin no paga nada, comparado con lo que podían recibir bajo las órdenes de Prigozhin”, asegura Marie Durrieu, doctora en Relaciones Internacionales. “Es probable pues que terminen incorporándose a otras milicias que el Kremlin organiza para remplazar a Wagner”, agrega.
En su último video, el 21 de agosto, Prigozhin se hizo filmar en un desierto presentado como africano, donde convocaba a aquellos voluntarios que quisieran trabajar “por una Rusia aun más grande en todos los continentes y un África todavía más libre”. De esa forma, intentaba mostrar el sitio que ocupaba el continente africano en la continuación de sus actividades.
Esas actividades nunca se interrumpieron. El 26 de junio, el mismo ministro de Relaciones Exteriores ruso, Serguei Lavrov, declaró que los paramilitares continuarían sus operaciones en Malí y en África Central. En efecto, Wagner siguió ocupándose de la seguridad de los regímenes locales, participando en operaciones conjuntas con los ejércitos nacionales y entrenándolos, vendiéndoles armamento y, sobre todo, explotando sus recursos mineros que significan una inmensa fortuna para las arcas del Estado ruso. Wagner controla igualmente otra actividad muy lucrativa: todas las rutas del tráfico ilegal en la región.
“Wagner es imprescindible, Prigozhin no”, señaló a LA NACION el disidente Alexander Melnik, exdiplomático ruso. Por esa razón, nadie duda de que el modelo Wagner debería perdurar, aun cuando sea demasiado pronto para saber si el grupo conservará su nombre y su forma actual o será remplazado por una estructura comparable.
Después de haber ganado su pulseada contra su enemigo jurado (Prigozhin), el ministro de Defensa ruso, Serguei Shoigu, quisiera dar relevancia a dos grupos de mercenarios activos en estos últimos meses: Convoy y Redut. Ambos son totalmente controlados por su ministerio, y más precisamente por la inteligencia militar (GRU) en el segundo caso.
“Prigozhin era un actor capaz de sortear las pesadeces burocráticas, de allí su éxito en África. El deseo del Ministerio de Defensa es crear estructuras militares privadas para conservar esa flexibilidad”, señala Audinet. Pero Moscú deberá contar en todo caso con las redes de Wagner, sólidamente implantadas en el continente africano, y con los muchos oficiales que siguen siendo fieles a su líder asesinado.
Para otros expertos, como Marie Durrieux, la desaparición de Prigozhin no debería cambiar demasiado la situación en los países donde Wagner está presente, “pero podría marcar un cese total de nuevas implantaciones”.
“Todos los regímenes del continente han comprendido que llamar a Wagner significa comenzar a depender de las luchas intestinas de poder de Moscú”, precisa.
Por el contrario, según el especialista del IFRI, Thierry Vircoulon, la nueva situación servirá seguramente a los actores alternativos de las potencias occidentales “como China, Turquía y los países del Golfo, que aprovecharán para avanzar sus peones en la región”.