El triunfo de Javier Milei y sus posturas más extremas venían produciendo un fenómeno curioso, la minimización de los efectos negativos de las políticas kirchneristas, algunas históricas y otras en marcha. Pero acaba de producirse un giro interpretativo. La semana pasada, la sentencia de la jueza Loretta Preska en el caso YPF llegó para reponer la desmesura de la gestión kirchnerista. Una ayuda memoria que obligó a Massa a quitarse el disfraz de la racionalidad económica, enunciar kirchnerismo explícito y justificar lo injustificable: “Viola y vulnera nuestra soberanía”, dijo del fallo.
Los excesos de Milei venían jugando en favor de la supuesta racionalidad massista. Como si la matriz ideológica conceptual del kirchnerismo se volviera algo digerible frente a un dirigente como Milei, que cuestiona algunos de los cimientos de la lógica política y democrática que opera desde hace 40 años. Por su capacidad de jugar al “como si” de la sociabilidad democrática, el kirchnerismo venía quedando del lado de la civilidad política frente a las salidas más intempestivas y las propuestas más discutibles del mileirismo. El silencio de Cristina Kirchner y su hijo Máximo venía contribuyendo a esa relativización de las consecuencias negativas del kirchnerismo: sin sus voces, las más divisivas y radicalizadas dentro del kirchnerismo, el escenario de la exorbitancia quedó toda del lado de Milei.
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El fallo de YPF volvió a instalar en el debate la “locura” kirchnerista como problema estructural de la Argentina de las últimas décadas. Ahora, la decisión electoralista del ministro candidato Massa en torno al impuesto a las ganancias, una medida regresiva, contraria al bienestar de los sectores más vulnerables que el kirchnerismo dice representar, suma otro recordatorio.
La coyuntura argentina queda así atrapada en un paradigma imposible: una especie de rehén de dos tipos de locuras distintas, la más novedosa “locura” libertaria y la ya casi clásica “locura” kirchnerista que hegemonizó la Argentina de los últimos veinte años y que empezaba a naturalizarse como un set de políticas plausibles en comparación con la escala de ruptura que propone Milei.
La locura Milei
Esa suerte de miedo institucional y económico a Milei desplazó del primer plano de la escena política al rechazo del modus operandi del kirchnerismo y sus efectos duraderos sobre la Argentina. Quedó claro en una serie de episodios de acción colectiva de voces clave en la opinión pública, alineadas para señalar la preocupación en torno a Milei. No se han dado todavía, en este proceso electoral, movidas en conjunto y transversales en lo ideológico para seguir subrayando los problemas endémicos que deja el kirchnerismo y alertar sobre los riesgos de continuar en un camino semejante.
Por un lado, se conoció el documento que firmaron 170 economistas de distinta extracción teórica e ideológica para alertar sobre el “espejismo” de la dolarización y los riesgos graves que corre la Argentina en caso de que Milei sea presidente y avance esa opción, “hiperinflación y un estallido”. Por otro lado, el documento “Compromiso electoral: ante las amenazas a la democracia”, que lanzaron los intelectuales Alejandro Katz, Adrián Gorelik, Claudia Hilb y Hugo Vezzetti, con la firma de Beatriz Sarlo, Pablo Alabarces, Roy Hora, entre otros tantos. La convocatoria, que hasta ayer a la noche sumaba unas trescientas firmas, planteaba “el peligro para la democracia que representa Milei”. El documento es un llamado directo a votar contra Milei en octubre.
Alejandro Katz protagonizó otro episodio de esa saga de rechazo público a Milei. La semana pasada, Katz presentó su renuncia, con carta de cuatro páginas, al Consejo de Administración de Poder Ciudadano en desacuerdo con la invitación al candidato Milei a la cena en conmemoración de los 40 años de democracia que se realizó el lunes 4. Hubo debate en la organización, que apuntó a invitar a todos los candidatos a presidente, a diferencia de Katz que quería excluir a Milei. En una votación en la que participaron los directivos de Poder Ciudadano y también Delia Ferreira Rubio, de Transparencia Internacional, Katz perdió 8 a 1. “Nunca hacemos política partidaria. Apoyamos el pluralismo”, sostuvo el presidente de Poder Ciudadano, Hugo Wortman Jofre.
“No es censura ni llamo a la proscripción de Milei. Es una acción política válida para alertar sobre una fuerza política que impugna el consenso democrático”, aclara Katz a LA NACION. “Disiento con todas su base programática pero mi problema no es con sus propuestas. Es con algo anterior a sus ideas políticas: la violencia contra el pacto democrático que alcanzó Argentina desde el regreso a la democracia”, plantea. “Una organización de la sociedad civil que reivindica los valores democráticos no es el Estado, no tiene porqué ser neutral”, sostiene.
Antes, los curas villeros también habían abandonado la neutralidad con organización la misa en desagravio al Papa, calificado duramente por el libertario. Este fin de semana se abrazaron, además, con el candidato Massa.
Patricia Bullrich y el regreso de la polarización
En ese clima de época, el fallo de YPF volvió a instalar en el debate la “locura” kirchnerista como problema estructural de la Argentina de las últimas décadas. En ese punto, Bullrich acaba de encontrar una oportunidad.
El domingo, en Santa Fe, Bullrich se encontró con el modelo de cambio con el que buscará consolidar su identidad política hasta la elección de octubre. Lejos de las polémicas que dispara Milei, sus propuestas y sus contradicciones, Bullrich decidió retomar el sendero de la polarización histórica, que parece estar llegando a su fin, para reponerla en el centro de la estrategia electoral: la dupla kirchnerismo vs antikirchnerismo ocupó el centro de su discurso después del triunfo. “Es momento de destruir el kirchnerismo para que no vuelva más una ideología que ha generado un mal terrible en el país. Es el momento histórico de cambiar para siempre”, sostuvo en Santa Fe.
Días antes, el fallo de YPF le había ofrecido la primera oportunidad en ese sentido. La figura de Bullrich resistió el archivo: su rechazo a la estatización de YPF en el Congreso en 2012 se volvió meme. Hubo libertarios que le reconocieron el gesto.
La candidata de Juntos por el Cambio volvió a poner al kirchnerismo como su enemigo, y a su eventual triunfo como la superación de ese modelo hegemónico. Entre sus enemigos electorales disponibles, Milei y los libertarios o Massa y el kirchnerismo, Bullrich optó por el realismo y los efectos colaterales comprobables de cuatro gobiernos kirchneristas. En ese marco conceptual, Milei es, por ahora, una especulación futura. Y, además, su cuestionamiento acarrea riesgos electorales que la candidata de Juntos por el Cambio prefiere no correr. El triunfo electoral de Santa Fe es el paradigma del triunfo deseado de JxC: derrota histórica del kirchnerismo en el nivel ejecutivo provincial y también en legislativo, con el ascenso del socialismo y de la fuerza de Amalia Granata, lo más mileista posible en estas elecciones santafesinas, que resulta lo más potable para Maximiliano Pullaro porque también contribuyeron al fracaso del kirchnerismo en la provincia.
Milei vs CFK, dos modelos de desmesura
Con YPF, el kirchnerismo se reencontró con el peor de sus espejos, un sistema de decisiones políticas basadas en mala praxis, retórica nacionalista sobrecargada y, eventualmente, sospechas de corrupción y facetas judiciables. También, con la justificación de lo injustificable. Después del fallo, economistas kirchneristas buscaron relativizar la pérdida de 16.000 millones de dólares, lo que deberá pagar la Argentina, como una consecuencia menor de una decisión estratégica sensata, para tener al Estado en un sector estratégico como Vaca Muerta.
Del lado de Milei, la “locura” se codifica en un temperamento exaltado, en explicaciones teóricas que desafían la lógica de la disciplina académica y en las contradicciones entre sus ideas de hace meses y el presente o entre las ideas de sus asesores. En las últimas horas, por ejemplo, entre la postura pro Fuerzas Armadas de Victoria Villarruel y las de Diana Mondino, con su postura polémica sobre Malvinas y la autodeterminación, tan contraria a la posición de los militares argentinos.
Milei representa un dilema para el juego y el debate democrático. Su rechazo y condena abierta se choca con la legitimidad que le dan a Milei los votantes. Por eso lo interpela al kirchnerismo más directamente que a JxC. Para el kirchnerismo, la democracia es el gobierno de las mayorías antes que el juego delicado de mayorías y minorías. La concepción hegemónica de la política por parte del kirchnerismo lo hace recular frente a un fenómeno de mayorías. Si parte del kirchnerismo pudo descalificar el triunfo de Cambiemos con Mauricio Macri como “dictadura” fue porque en esa victoria vio el voto de los sectores menos vulnerables. Milei es otra cosa: su transversalidad llega incluso al voto popular. El kirchnerismo se enfrenta a la contradicción constante en la crítica a Milei.
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La irrupción del factor Milei también obliga a la oposición de JxC a revisar sus premisas. En este caso, el interrogante es dónde colocar los cuestionamientos a la desmesura del kirchnerismo y dónde, a los excesos de Milei.
En la Argentina digital, la que se mueve al ritmo de las polémicas en redes sociales y en la opinión pública, Milei marca la agenda. La pregunta central sobre el futuro inmediato es cómo van a converger esas dos realidades en las elecciones de octubre. Si el votante se moverá en favor de la tendencia que inauguró Santa Fe o si confirmará el dominio político de Milei en la virtualidad nacional. Porque además de un voto rabioso o un voto libertario basado en un cuentapropismo individual expandido a todas las esferas, lo que lleva Milei a dominar la conversación pública y el voto nacional es un voto carismático: las fuerzas libertarias necesitan del aura de Milei en persona para tener chances analógicas en las elecciones de esta Argentina 2023.