La frente amoratada y el hilo de sangre que recorre parte del rostro de una mujer debería ser, en el contexto de las refriegas en Jujuy, una prueba irrefutable de la violencia policial durante la represión de los disturbios sucedidos a partir del ataque, e incendio parcial, de la Legislatura. Sin embargo, como dice el dicho, a veces, “las apariencias engañan”. No todo lo que parece, es.
“Represión y violencia en Jujuy: La policía detiene y reprime a más manifestantes”, grita el videograph de C5N, en letras blancas sobre fondo rojo sangre. Ocupa toda la pantalla la cara sufriente y salpicada por esa herida.
La emisora hace alarde de su alta responsabilidad social y llena su pantalla de loables advertencias: “Imágenes sensibles” y “Contenido no apto para niños y adolescentes” (la frase aparece repetida, con la intención de darle más fuerza, pero son las 15.01, según se puede leer, pleno horario de protección al menor).
Jujuy: una activista detenida se golpea adrede contra la ventanilla de un patrullero al ser detenida
La palabra “AHORA” –así en mayúscula, pero en una tipografía más chica– se repite nueve veces, una a continuación de otra. El hashtag, en el vértice superior derecho, sugiere una postura editorial contundente y sin lugar a dudas de lo que está ocurriendo: #EstallidoJujeño. El canal de Cristóbal López y de Fabián de Sousa no se cansa, al mismo tiempo, de despotricar intermitentemente sobre la foto que había tuiteado el gobernador Gerardo Morales para demostrar que llegaban activistas de todo el país con el fin de fogonear el caos. La imagen mostraba a integrantes de la Agrupación 13 de abril durante un evento en el Club Social, Cultural y Deportivo de Guernica, provincia de Buenos Aires, catorce meses antes. Si se la mira con cuidado, se deduce que las remeras de mangas cortas y las bermudas de las personas que allí se ven no encajan con el clima gélido que atraviesa la Argentina. Advertido de su error, Morales baja la foto, pero eso no impide que C5N y muchos más en las redes sociales la sigan reproduciendo.
Pero volvamos a la manifestante de frente hinchada y cara ensangrentada. Un videito de un celular cualquiera que casualmente es testigo del momento de la detención completa y aclara la información que falta: esa misma mujer, que dos agentes intentan ingresar en la camioneta policial, golpea voluntariamente y con fuerza su cabeza contra el vidrio de la puerta trasera izquierda, haciéndola estallar en mil pedazos.
¿Se trató de un trance de locura? No: simplemente “fabricó” su noticia deseada. Produjo, aun a costa de su dolor y riesgo, una imagen que la pudiera mostrar como víctima de una represión violenta que, en realidad, no sufrió.
Ni en los relatos distópicos de la serie Black Mirror –cuyas tramas siempre giran en torno a lo que los nuevos dispositivos pueden provocar– se ha visto una vuelta de tuerca tan impactante.
Dice una leyenda que algunas tribus indígenas se negaban sistemáticamente a que sus miembros fuesen fotografiados porque esas imágenes capturadas por una cámara robaban parte de sus almas. La foto de la activista autolesionada, en cambio, lo que se roba es la verdad.