Sergio Massa se enteró en Washington que la portavoz presidencial Gabriela Cerruti había resuelto vincular a Javier Milei con los saqueos y enfureció. Su anuncio del préstamo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que Massa necesita multiplicar como un milagro para frenar nuevas corridas cambiarias, se diluía detrás de las acusaciones de la portavoz. “No hay tales saqueos”, escribía Cerruti, mientras que en José C. Paz decenas de personas irrumpían en un supermercado Día para vaciar las góndolas. El equipo de campaña de Massa era para entonces un volcán en erupción contra Cerruti. Intentaban comunicar estabilidad y la portavoz denunciaba conspiraciones políticas. Cerruti se había designado jefa de campaña. No se tomó la molestia de consultar al candidato.
Massa navega la búsqueda de votos contra dos corrientes: la crisis económica y su propio gobierno. Teme que el rencor que guarda Alberto Fernández en su contra por la forma como lo desplazaron de las decisiones se convierta, tarde o temprano, en un aguijonazo mortal. Por eso, Massa ordenó incorporar a Cerruti al equipo de comunicación de la campaña. Fue un intento por alimentar la ilusión presidencial de sentir que ocupa un lugar. No alcanzó para la contención.
El martes, mientras el equipo del candidato lanzaba furia, la portavoz se ufanaba internamente de su logro y proponía al resto de los responsables de la comunicación que impulsaran su mensaje en twitter para magnificarlo. Las respuestas en privado fueron irreproducibles.
En paralelo, los intendentes peronistas se enteraban de los saqueos mientras compartían un encuentro con el gobernador Axel Kicillof, preocupados por la campaña electoral en la provincia de Buenos Aires, el distrito donde el kirchnerismo tiene mayores posibilidades de ganar. De pronto, los mensajes de sus colaboradores comenzaban a estallar en sus celulares. José C. Paz. Moreno. Escobar. Quilmes. Los datos que les llegaban daban cuenta de grupos, en su mayoría menores de edad, que tenían a los pequeños supermercados como blancos.
El malestar contra del equipo de campaña contra Cerruti creció exponencialmente cuando alcanzó a los intendentes. “Es una locura”, se escribían unos a otros cuando descubrían el video de la portavoz en TikTok, donde aseveraba que “es toda una operación”. “Todo ligado a las cuentas de La Libertad Avanza”, acusó Cerruti sin titubear. “Todo”. Un intendente que había monitoreado los incidentes en su municipio se agarró la cabeza: “Habla como una infuencer”, dijo a la nación.
Cerruti hoy cambió. La portavoz dijo este jueves que también “en algunos casos” son grupos ligados a Patricia Bullrich. Mientras miles de comerciantes viven días en vilo por la violencia y los barrios más pobres se convulsionan por las amenazas, la portavoz lanza acusaciones a diestra y siniestra por las redes sociales, que cambian de un día a otro.
La explosión de enojo que ayer atravesó secretamente los canales del oficialismo, hoy terminó por salir a la luz pública. Hasta el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, tomó distancia de la portavoz. “Si supiera quién está detrás, hubiera empezado por ahí. Todavía no tenemos datos fidedignos que nos hagan decir: ‘Fulano o mengano son los responsables’”, reconoció el ministro de Seguridad. El Gobierno se desmintió a sí mismo. “No soy relator de las opiniones de la vocera”, se distanció el intendente de Escobar, Ariel Sujarchuk. Nadie compartía los criterios de la espontánea jefa de campaña.