El desembolso del Fondo Monetario Internacional (FMI) la semana que viene es prácticamente un hecho. Ayer a la tarde, en el equipo económico estaban terminando de definir la firma de la carta de intención, que es el documento en el que se fijan las nuevas metas y compromisos que asume el país con el organismo de crédito, básicamente lo que el Gobierno y el Fondo todavía no mostraron del acuerdo técnico que selló pocos días antes de la elección primaria. Así, se espera que el directorio del FMI termine por validar el miércoles el desembolso de los 7500 millones de DEG, la moneda que usa el organismo de crédito, que equivalen por estos días a unos US$9975 millones.
Pero lo que en otro momento para el ministro de Economía, Sergio Massa, podría haber sido presentado como un gran logro -cosa que de todas maneras hará cuando viaje a Washington, la semana próxima-, la realidad es que apenas le permite sortear ahora uno de los tantos problemas que tiene la economía en medio del tembladeral que se desató post- PASO. El tipo de cambio blue, coinciden muchos economistas, está en niveles de pánico, y los precios no demoraron en acompañar. Según un cálculo que publicó el economista Miguel Kiguel en redes sociales, los $775 del blue superan en términos reales el valor que tenía el billete informal tras la salida de Guzmán, e incluso el que tuvo en la crisis de 2001, que equivaldría a unos $500 actuales. “Con un poco de confianza, [el blue] debería desplomarse, pero…. por ahora [confianza] no hay”, dice Kiguel. En un gobierno con un presidente sin poder, una vicepresidenta ausente y un ministro que perdió peso en las urnas, la economía adquirió una dinámica que no responde a una racionalidad.
Esta semana muchas grandes empresas adhirieron a regañadientes al pedido del Gobierno de contener los aumentos en 5% por mes, por los próximos 90 días. El nuevo negociador de precios, Guillermo Michel, inspira otro tipo de autoridad que su antecesor. Con educación pero firmeza, no duda en poner sobre la mesa los conflictos que las empresas pueden tener abiertos en otras áreas del Gobierno: la Aduana, la AFIP, el Banco Central… pocas tienen tienen todos los frentes blindados. Así y todo, en privado, las empresas ya admiten que los acuerdos sólo podrán mantenerse en grandes cadenas -supermercados-, pero que no hay garantías de lo que suceda en el resto de los canales, como en autoservicios chinos o comercios de cercanía.
Y es que tampoco el premio ahora por participar del acuerdo de precios parece tan atractivo, ya antes se les venía prometiendo a las empresas libre acceso a los permisos de importación, “Siras”, y en muy pocos casos no se les cumplió. Ahora, Michel les garantizó diferimientos y exenciones impositivas, y se comprometió a darles acceso a las Siras, aunque sólo a partir de la semana próxima. Hasta que no llegue la plata del FMI, no hay dólares para nadie. El desembolso del Fondo le permitiría al Banco Central (BCRA) no sólo repagar los préstamos que se tomaron con Qatar y con la Corporación Andina de Fomento (CAF), sino también recuperar los yuanes chinos que se podrían destinar al pago de importaciones. El BCRA viene acumulando divisas desde el lunes, pero lo cierto es que también en la semana casi no funcionó el sistema de la AFIP por el cual los bancos deben validar previamente cualquier venta de dólares. Paradójicamente, en el país que es cuna de algunos de los unicornios tecnológicos más exitosos del mundo, el sistema de la AFIP falla demasiado seguido.
Pero en el BCRA no pueden darse el lujo de arriesgar más dólares. El compromiso de sostener el tipo de cambio en $350 hasta octubre está atado en gran medida también a que los precios no se escapen demasiado. Algunos números que manejan en la autoridad monetaria hablan de que la inflación de agosto debería al menos estar por debajo de los dos dígitos para que el esquema resista. Por ahora, las estimaciones privadas son bastante más pesimistas y hablan de un IPC del orden del 13% para el mes en curso. Nadie termina de creer que el dólar de $350 sea el definitivo. No por nada, los exportadores siguen vendiendo dólares a cuenta gotas.
Y resta ver cuál va a ser el impacto del devaluado “plan platita” que prometió Massa. En algunas empresas ya anticipan que están negociando con gremios de la CGT una suma fija para los salarios formales que arrancaría en los $50.000. No parece tan grave considerando que el camionero Hugo Moyano se descolgó con un pedido de aumento del 140%. Nadie sabe qué precio tienen las cosas por estas horas, menos los salarios.
La realidad es que la victoria de Javier Milei el domingo pulverizó las chances de éxito del Massa ministro. El principal activo que tenía Massa para anclar las expectativas económicas, que era su capital político, quedó puesto en duda en las PASO. La política está plagada de contradicciones: ¿fue el Massa candidato el responsable de su propia desgracia como ministro? Abundan los relatos que dan cuenta que el massismo y La Cámpora colaboraron en la fiscalización de votos de la Libertad Avanza en gran parte del país, pero sobre todo en el conurbano de la provincia de Buenos Aires. ¿Habrían sido tan buenos los resultados del candidato de la Libertad Avanza sin esta ayuda? Quién sabe. Con el caballo ganador, ahora quienes rodean a Milei aseguran que tienen previsto empezar a pasar la gorra entre las empresas: hay que hacer fundraising para pagar fiscales para la elección general. No se puede apelar a la suerte dos veces.
Lo cierto es que por estas horas Milei es quien maneja la agenda pública. Y a medida que se esfuman las chances de éxito del Massa ministro de Economía suben las de Milei presidente, sobre todo, apoyado en la promesa de una dolarización que saque a la sociedad del calvario de la escalada inflacionaria. Rápidos de reflejos, en los bancos comenzaron a moverse para tender puentes con el único candidato con el que casi no habían tenido acercamiento -”no habían querido pagar para juntarse y ahora se arrepienten”, confesó un ejecutivo de una entidad-. El presidente de Adeba, la cámara que reúne a los bancos nacionales, Javier Bolzico, se reunió esta semana con Roque Fernández, uno de los asesores económicos de Milei. Los bancos ya habían expresado en público su rechazo a cualquier plan dolarizador, y ahora perciben que sus temores no fueron infundados, aunque en privado Fernández insiste en que la dolarización no es algo que se haría inmediatamente.
No son muchas las precisiones que se llevan quienes se reúnen con los colaboradores de Milei. Tal vez sea porque no están en condiciones de darlas. Con una franqueza casi ingenua, el economista Carlos Rodríguez, uno de los defensores de Milei desde la primera hora, reconoció esta semana en una entrevista televisiva cuando le preguntaron si era quien coordinaba los equipos económicos de la Libertad Avanza: “Vamos a empezar. Esto [por el resultado electoral] cayó como un meteorito. Tenemos dos meses para juntar equipos que tengan experiencia”, dijo. Esta semana hubo sondeos entre algunos profesores del CEMA, hoy semillero de muchos de los técnicos que acompañan a Milei, pero por ahora la tasa de respuesta es baja. En los equipos de Milei incluso dejaron trascender en conversaciones privadas la posibilidad de que el economista Pablo Guidotti -uno de los más respetados de la Argentina- fuera a sumarse como ministro. Guidotti no sólo no tiene intenciones de volver a la arena pública, sino que está trabajando como asesor de Luciano Laspina, uno de los principales economistas de Patricia Bullrich. Una de tantas imprecisiones. Ya hace algunas semanas, el “plan energético” que presentó en su nombre el consultor Eduardo Rodríguez Chirillo había generado algo de ruido entre quienes conocen del tema, que vieron en su presentación mucha relación con una propuesta que hace tiempo tiene colgada gratis en su web el especialista Daniel Gerold.
Probablemente sea el propio Milei el mejor reflejo de un espacio que todavía está en construcción y que amaga con abrazar el teorema de Baglini. Ahora dice que su expresión de “quemar el Banco Central” es apenas una metáfora, que sólo quiere que deje de financiar al Tesoro, que el recorte fiscal de 15 puntos del PBI será en principio de 5 puntos -sobre todo en obra pública y gastos discrecionales, según sus asesores-, y que no tocará planes sociales ni empleos estatales. También que la dolarización no será inmediata, sino que en principio habilitará la libre circulación de la divisa norteamericana. Por momentos, su plan no parece tan lejano del que postula la propia Patricia Bullrich. Aunque su comunicación es infinitamente más disruptiva.
El temor de los inversores sobre cómo hará Milei para ejecutar aun el más simple de sus postulados no parece infundado. Aunque algunos empiezan a especular con la posibilidad de que, ante una eventual victoria, el PRO haga algún aporte a la causa. La ambigüedad con la que se vino moviendo hasta ahora ante Milei el ex presidente Mauricio Macri alimenta esta teoría. Incluso antes de la PASO, hay quienes aseveran que intercedió para que su amigo del alma, Nicolás “Nicky” Caputo, instruyera a una de sus empresas a que colaborara con el fundraising de Milei. En el búnker de Juntos por el Cambio dan por tierra las versiones. Se aprestan en los próximos 15 días a presentar equipos -incluyendo algunos técnicos que estuvieron con Horacio Rodríguez Larreta. La idea es no blanquear ministros todavía. La carrera a octubre es corta y no hay margen para errores.