LONDRES.– Aun cuando el papel del rey Carlos III sea más simbólico que otra cosa en el Reino Unido, casi un centenar de jefes de Estado y de gobierno fueron invitados a su coronación. Pero, tratándose de una ceremonia oficial, fue Downing Street quien se ocupó de esa exclusiva lista, perfecto reflejo de las prioridades y relaciones, estrechas o distantes que el Reino Unido mantiene con el resto del mundo.
Independientemente de los dirigentes del Commonwealth, esa proximidad —y a pesar del Brexit— quedó en claro con la masiva presencia de casi todos los jefes de Estado de Europa democrática, a quienes se dio la prioridad sobre sus primeros ministros. Entre ellos estuvieron en Westminster los presidentes Emmanuel Macron de Francia, Frank-Walter Steinmeier de Alemania, Sergio Mattarella de Italia, D. Higgins de Irlanda, Alexander Van der Bellen de Austria, Petr Pavel de República Checa, Marcelo Rebelo de Sousa de Portugal, Katalina Novák de Hungría, Sauli Niinistö de Finlandia, Katerina Sakellaropoulou de Grecia, Guðni Th. Jóhannesson de Islandia, Alar Karis de Estonia, Egils Levits de Letonia, Gitanas Nausėda de Lituania, Klaus Iohannis de Rumania, Zuzana Čaputová de Eslovaquia, Nataša Pirc Musar de Eslovenia, Andrzej Duda de Polonia y George Vella de Malta- También asistieron la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel y la presidenta del Parlamento Europea, Roberta Metsola, así como el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano.
Resultado directo de la guerra en Ucrania, tanto Rusia como Belarús, fueron ignorados por el gobierno británico que, por el contrario, invitó al presidente ucraniano Volodimir Zelensky, representado por su esposa, Olena Zelenska. Downing Street también invitó a Maia Sandu, presidenta de Moldavia, país directamente amenazado por la invasión rusa, presencias ambas que fueron interpretadas no solo como una declaración política de parte del gobierno británico, sino también del nuevo monarca.
Ese mismo mensaje de condena recibieron los líderes de Afganistán, Siria, Myanmar, Venezuela e Irán, que no recibieron cartón de invitación, mientras que a países como Corea del Norte y Nicaragua solo se les ofreció la perspectiva de una participación a nivel diplomático.
Zelenska no fue la única personalidad que llegó a la ceremonia en representación de su marido. Fiel a la tradición, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, permaneció en Washington, enviando a Londres a su esposa Jill. Otra primera dama que llegó a Londres en representación de su esposo, el presidente colombiano Gustavo Petro, fue la colombiana Verónica Alcocer.
Presentes estuvieron también todos los primeros ministros de las islas caribeñas, ex colonias o miembros actuales del Commonwealth. Tampoco faltaron los primeros ministros de los grandes países que conforman esa constelación de naciones, como Canadá, Nueva Zelanda y Australia. Hubo además una presencia masiva de líderes asiáticos, con los cuales el Reino Unido mantiene estrechas relaciones, así como africanos y mediorientales.
Por el contrario, no fueron muchos los líderes latinoamericanos invitados a la ceremonia. Entre esos pocos estuvo en Londres el presidente Lula da SIlva de Brasil, cuya estadía en la capital británica está destinada a “reactivar relaciones diplomáticas”. Una visita que incluyó una reunión con el primer ministro británico, Rishi Sunak, para hablar de comercio, cooperación tecnológica y medio ambiente. Según los servicios de Downing Street, la posición de Brasil sobre la guerra en Ucrania será un punto esencial de la agenda, así como las recientes declaraciones de Lula durante su visita a China en favor de un nuevo orden internacional.
La mayoría de los países de América Latina participaron en la ceremonia a través de sus ministros de Relaciones Exteriores o a nivel de sus respectivos embajadores, como fue el caso de Argentina. Por el contrario, como era lógico, fue invitada a la ceremonia la gobernadora de las islas Malvinas y comisionada de Georgia del sur e islas Sandwich, Alison Blake.
Demostrando las relaciones ambiguas e inquietas que el Reino Unido, así como el resto de sus aliados occidentales mantiene con Pekín, el gigante asiático estuvo representado por su vicepresidente y no por su jefe de Estado, Xi Jinping. Otra ausencia notable fue la del presidente turco Recep Tayyip Erdogan, que oficialmente se atribuyó a las elecciones generales en ese país, que deben celebrarse el 14 de este mes.