La censura del régimen de China está reescribiendo la historia del Covid-19

NUEVA YORK.- A principios de 2020, el mismo día que una aterradora nueva enfermedad fue oficialmente denominada Covid-19, un equipo de científicos de Estados Unidos y China difundió un estudio datos cruciales sobre la velocidad de propagación del virus y sus víctimas.

El estudio fue citado en las advertencias sanitarias que se emitieron en todo el mundo y parecía un ejemplo de cooperación internacional en momentos de crisis.

Pocos días después, sin embargo, los investigadores retiraron sigilosamente el informe, que en internet fue reemplazado por un mensaje alertando a los científicos para que ya no lo citaran.

Lo que ahora quedó claro es que el informe no fue retirado por errores en la investigación, sino por directivas de los funcionarios de salud pública de China, como parte de su plan de silenciamiento de los científicos. Ese plan logró enturbiar las fechas sobre los primeros casos de Covid, como los citados en el estudio.

“Era muy difícil lograr que cualquier información saliera de China”, dice hoy uno de los autores del estudio, Ira Longini, de la Universidad de Florida, que en una reciente entrevista reveló por primera vez la historia detrás del retiro de aquel informe. “Había tanto encubrimiento, tanta cosa oculta…”

Que el gobierno chino silenció a los científicos, bloqueó el acceso a investigadores internacionales y censuró el debate online sobre la pandemia es algo muy documentado. Pero el estrangulamiento de la información por parte del gobierno de Pekín fue mucho más profundo de lo que la mayoría de los investigadores de la pandemia suponía. Y como descubrió una investigación del diario The New York Times, el blanco de esa campaña eran los medios de prensa internacionales y las bases de datos científicas, trastocando las bases del conocimiento científico compartido.

Bajo presión de su gobierno, los científicos chinos ocultaron datos, retiraron secuencias genéticas de las bases de datos públicas y alteraron detalles cruciales en sus entregas a revistas científicas. Y los editores occidentales de esas revistas hicieron posible que el plan tuviera éxito, al aceptar esas omisiones o haberse retractado de algunos artículos por razones poco claras, según la revisión realizada por el Times.

Según esa investigación periodística, muchos organismos, incluida la Organización Mundial de la Salud, les dieron crédito a datos confusos y plazos inexactos.

El éxito de esa censura científica no fue universal: la versión original del artículo de febrero de 2020, por ejemplo, con algo de esfuerzo todavía puede encontrarse online. Pero la campaña privó a los médicos y legisladores de información crítica sobre el virus en el momento en que el mundo más lo necesitaba. Además, generó desconfianza hacia la ciencia en Europa y Estados Unidos, ya que los funcionarios de salud citaban informes de China que luego se retractaron.

Hoy la represión contra la ciencia sigue generando desinformación y obstaculizando los esfuerzos para determinar los orígenes del virus.

Esa censura se hizo pública recientemente, cuando un grupo internacional de científicos descubrió datos de secuencias genéticas que los investigadores chinos habían recopilado de un mercado de Wuhan en enero de 2020 pero que les había escamoteado a los expertos extranjeros durante tres años, un retraso que los funcionarios de salud global calificaron de “inexcusable”.

Esas secuencias muestran que los perros mapaches, un animal parecido al zorro, habían dejado firmas genéticas en el mismo lugar donde se dejó el material genético del virus, un hallazgo consistente con la hipótesis de que el virus se propagó a las personas a partir de animales comercializados ilegalmente.

La embajada china en Washington no respondió a las solicitudes de comentarios, pero este mes, en una conferencia de prensa, los científicos del Centro Chino para el Control y la Prevención de Enfermedades calificaron tales críticas de “intolerables”.

Es imposible atribuir un solo motivo esa censura de datos científicos. Pekín controla y manipula la información de manera sistemática, sobre todo en momentos de crisis. Pero en este caso la censura modificó la línea temporal de los primeros casos de la enfermedad, un tema delicado, ya que el gobierno de Pekín fue muy criticado justamente por no haber respondido con suficiente rapidez.

No hay evidencia de que la censura haya sido pensada para ocultar un escenario específico sobre el origen de la pandemia. Algunos científicos creen que el Covid-19 se transmitió naturalmente de animales a humanos. Otros argumentan que puede haberse filtrado de un laboratorio chino. Y para respaldar sus respectivas teorías, ambas partes se han basado en datos censurados.

Pero ambas teorías también concuerdan en un punto: el control del gobierno chino sobre la ciencia logró sofocar la búsqueda de la verdad.

“Creo que la agenda política está afectando a la ciencia”, dice Edward Holmes, biólogo de la Universidad de Sydney que formó parte del grupo que analizó las secuencias que contenían el ADN del perro mapache.

Poco después de que el grupo alertara a los investigadores chinos sobre sus hallazgos, las secuencias genéticas desaparecieron temporalmente de una base de datos global. “Es patético que hayamos llegado al punto de batirnos a duelo sobre datos eliminados”, se lamenta Holmes.

Un misterio desde el origen

Durante estos años los científicos chinos han ignorado las solicitudes para que compartan los datos sobre los hisopados de superficies en el mercado de Wuhan. Esa negativa ha obstaculizado los esfuerzos para determinar el origen de la pandemia.

Holmes dice que les viene recalcando a los investigadores chinos la importancia de esas muestras desde hace dos años, y hasta les envió una secuencia del genoma del perro mapache, con la esperanza de que la compararan con las muestras tomadas en el mercado. Los investigadores recién hicieron públicos los datos este año.

Algunos científicos sospechan que la censura de China también ha afectado las bases de datos genéticas que sustentan las investigaciones en todo el mundo.

Pero el apriete del gobierno chino sobre los científicos continúa.

Hace poco fue clausurado el laboratorio de un científico chino que estudia el comercio de animales silvestres, como parte de una investigación infundada que vinculaba ese laboratorio con los orígenes de la pandemia.

El 1 de abril, Pekín restringió el acceso desde el extranjero al portal académico de la Infraestructura Nacional de Conocimiento de China, limitado así las posibilidades de consulta de esos datos. Además, las autoridades alientan a los científicos a publicar en revistas científicas chinas, y no en publicaciones internacionales.

Y este mes, los científicos del gobierno chino aseguraron que ya era hora de empezar a buscar los orígenes del virus fuera de China, un guiño a la afirmación ampliamente refutada de que la pandemia comenzó en otro lugar.

Por Mara Hvistendahl y Benjamin Mueller

Traducción de Jaime Arrambide

MySocialGoodNews.com
Logo
Enable registration in settings - general
Shopping cart