La Argentina se prepara para una inevitable turbulencia hasta las PASO

Tal como sucedió en marzo, el Gobierno vuelve a tener en junio un doble problema: le faltan dólares pero también pesos. En ambos frentes, el ministro de Economía, Sergio Massa, depende de la caridad ajena para sortear el mes sin mayores sobresaltos. En el medio, la turbulencia parece inevitable.

Sin dólar soja, y con una cosecha de anuncios en China mucho más floja de lo previsto, Massa depende exclusivamente del auxilio del Fondo Monetario Internacional (FMI) para poder llegar a agosto con los dólares. “A partir de ahora no compramos un kilo de nada a menos que hagan algo [en referencia a un nuevo dólar Soja o un dólar Maíz]”, reconocieron de una cerealera. “Encima los precios FOB [el precio del grano en el puerto de origen] siguen bajando”, alertó. En otras palabras, por ahora, no cabe esperar oferta de dólares por el lado del campo.

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En el organismo de crédito, en tanto, las negociaciones son bien trabajosas. Tanto que el staff todavía no elevó ni siquiera informalmente una propuesta para que los accionistas del FMI evalúen. Suele ser habitual que una vez que los temas llegan al directorio, ya hayan sido masticados previamente. Nadie, menos en un caso tan espinoso como el argentino –hoy el principal deudor del Fondo–, se arriesgaría a elevar al directorio una propuesta que no cuenta con el apoyo necesario.

Y es que la Argentina no sólo está pidiendo que se le adelanten desembolsos previstos para el segundo semestre, sino que además necesita renegociar las tres metas del acuerdo –la fiscal, la monetaria y la de reservas– para poder recibir los US$4170 millones que estaban comprometidos para este mes. Con ese dinero, la Argentina debe cubrir el vencimiento de poco más de US$2780 millones que hay con el mismo Fondo el próximo 21 de junio, pero además solventar parte del otro vencimiento previsto para julio de US$2730 millones.

La sequía sirve como excusa para la redefinición de las metas, pero en algunos casos los desvíos son bastante superiores a los que les hubiera gustado ver a los técnicos del organismo. Sin ir más lejos, quienes siguen de cerca los números fiscales adelantan que el déficit para el primer semestre del año será cercano al 1,4% del PBI. La meta original del Fondo toleraba un rojo antes del pago de la deuda para todo el año del 1,9% del PBI; un objetivo inalcanzable para cualquier político, más aun, para un gobierno débil y en plena compulsa electoral. Primer sapo que deberá digerir el FMI.

Sólo para este mes, según confían las fuentes, en el equipo de Massa están previendo que deberán cubrir un rojo fiscal del orden de los $650.000 millones (si es que no hay ningún plan platita que surja a último momento, en cuyo caso el número será otro). La cifra hubiera sido mayor de no ser por los ingresos de derechos de exportación –retenciones– que dejará el campo con la última super venta de dólares de la soja a fines de mayo. De ahí, las frenéticas negociaciones que por estas horas está llevando a cabo la Secretaría de Finanzas que conduce Eduardo Setti con los bancos, fondos comunes de inversión y compañías de seguros. Setti necesita canjear gran parte de los títulos que vencen este mes –$1,1 billón, de los cuales 95% está en manos del sector privado–, y además conseguir fondos frescos para cubrir el déficit de junio, un mes cargado por los aumentos en jubilaciones, los bonos para quienes cobran la mínima, y el pago de aguinaldos. En Hacienda no descartan tener que volver a pedirle adelantos transitorios al Banco Central (BCRA) si la colecta de Finanzas no funciona. Segundo sapo que complica la diagramación de metas con el Fondo. Sólo en mayo pasado, el Tesoro debió recurrir al BCRA para cubrir gastos por $440.000 millones, por lo que en un sólo mes superó la meta prevista en el acuerdo con el FMI para todo el semestre, de $372.800 millones.

Para Finanzas, conseguir una alta adhesión de los tenedores de deuda con vencimiento en junio es bastante más desafiante que hacerlo con los que tienen papeles que vencen en julio y en agosto, pese a que suman casi $4,3 billones y $2,3 billones, respectivamente, dado que entonces gran parte de los títulos –entre el 60 y el 70%, según datos de Facimex– están en manos del sector público. En el vencimiento de este mes, tienen una ponderación importante las administradoras de fondos comunes de inversión, que por su tipo de negocio –representan a miles de cuotapartistas– tienen incluso más dificultad para aceptar estirar plazos que bancos o compañías de seguros.

La diaria de Massa, sin embargo, no es ni por asomo la principal fuente de incertidumbre que inquieta al sector privado, aunque la mayoría –tal cual quedó asentado en las charlas que se dieron entre los CEO que participaron ayer del desayuno que organizó IDEA entre sus socios, en el hotel Sheraton– se queja cada vez más de las demoras y discrecionalidades que hay con los permisos de importación y, ahora, de los problemas para pagar los fletes al exterior (no falta mucho para que los puertos estén atiborrados de containers que no se retiran porque no se pueden pagar). La mayoría de las empresas hace tiempo se prepara para un escenario de inflación creciente y de una mayor devaluación del tipo de cambio. Por ahora, ninguna prevé que el FMI vaya a soltarle la mano a la Argentina –tampoco lo prevén los equipos económicos de la oposición–. Aunque algunas señales del Gobierno hacen temer que el camino a agosto no sea tan sencillo como en algún momento prometió Sergio Massa. La decisión del BCRA de restringirles el acceso a los dólares a las provincias –que apelarán en la Justicia– es sólo un ejemplo: hasta no tener cerrado el acuerdo con el FMI, el cepo se profundizará. Nadie descarta que el organismo pueda demorar algunos días su definición.

Sí, según confiaron, las compañías de consumo masivo empiezan a notar una ralentización del consumo, que hasta ahora operaba en algunos casos como una suerte de comportamiento defensivo frente a la inflación (la gente gastaba todo el sueldo en productos que sabían que no utilizarían en lo inmediato, pero que iban subir). En los supermercados, por caso, reconocen que aumenta la frecuencia con la cual la gente visita los establecimientos: hace compras más chicas, pero va con más frecuencia. Mientras que representantes de industrias intensivas en mano de obra de mediana calificación admiten que cada vez es mayor la cantidad de empleados que les piden adelantos de sueldo a mediados de mes; parte del ya instalado fenómeno de los trabajadores formales pobres.

Para las empresas, el problema reside en qué puede suceder después de las elecciones primarias, las PASO. Las encuestas que empiezan a ver no hacen más que enturbiar el panorama. Cuanto más se asienta un escenario de tercios, con Juntos por el Cambio, el Frente de Todos y la Libertad Avanza, más crece el temor empresario. La emergencia de Javier Milei, hoy posicionado como el candidato probablemente con mayor cantidad de votos en términos individuales en la PASO, tiene a todos en alerta. Lo notó el economista Roque Fernández, quien después de confirmar que con el partido Demócrata se suma a la Libertad Avanza, vio cómo su teléfono no dejó se sonar. El poderosísimo Paolo Rocca lo convocó a un almuerzo, y hasta el expresidente Eduardo Duhalde intentó ubicarlo para dialogar.

Muchos quieren conocer qué hay detrás del personaje mediático de cabellera revuelta y reacciones irascibles, y sobre todo, entender cómo piensan quienes son vistos como más racionales dentro de su espacio que podrá avanzar con las reformas económicas que promete.

Más allá de que para algunos grandes empresarios Milei hasta parece un personaje atractivo –caso de Eduardo Eurnekian o incluso de Eduardo Elzstain–, el escenario de tercios sólo estira la agonía de una gestión que ya no tiene el capital político –ni siquiera con Massa al frente del Ministerio de Economía– para avanzar en reformas imprescindibles. Hasta Wall Street, que a comienzos de año descartaba una victoria de Juntos por el Cambio, hoy demora su apuesta electoral; muchos fondos de inversión que en el verano viajaban al país, hoy están siguiendo la coyuntura política por Zoom. Los que pueden, ahora eligen transitar el camino hasta las elecciones mirándolo de afuera.

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