La Argentina registra un nivel muy bajo de exportaciones per cápita

Diversos indicadores dan cuenta de la debilidad competitiva externa argentina.

Sin ir más lejos, la previsión para 2023 sobre la participación de la Argentina en el total de exportaciones (de bienes y servicios) en todo el mundo (que rondará los 32 billones de dólares) anticipa que (agravada la condición este año por la dura sequía que afecta la generación de exportaciones agroproductivas) padeceremos nuestra menor ratio (participación de las exportaciones en el total mundial) de la historia: 0,25%. Ese ratio fue algo superior a 0,30% en los últimos recientes años; mientras había superado 0,40 a inicios de este siglo; alcanzaba 0,80 en 1960 y superaba 2,5% en 1940.

Una de las vías para constatar la dificultad competitiva argentina es comparar las exportaciones en relación a la población y evaluar la situación relativa a países semejables (conocer es comparar, decía Roger Kaufman). Esto es: medir las exportaciones per cápita.

¿Cuánta oferta exportable puede nuestra sociedad generar? ¿Y cuanta comparada con nuestros vecinos?

La referencia “abierta” (exportaciones per cápita) es relevante porque la capacidad de exportación internacional no se refiere solo a algunas pocas empresas sino a la integración de dinámicos complejos en los que se logra ensamblar calificada inversión, formación de conocimiento productivo (en personas y en organizaciones), funcionamiento de redes integradas y extendidas de valor, confección de instrumentos de reputación y legitimidad, desarrollo de una adecuada geopolítica y la puesta en marcha de acertados instrumentos comerciales de acción externa virtuosa. No hay un sector exportador desvinculado del resto de la economía. Ni de la sociedad.

Lo referido, pues, supone entender que la capacidad competitiva incluye a muchos actores: dice la OMC que 45% de todas las exportaciones mundiales son “exportaciones indirectas”, lo que supone que quien genera el mayor valor exportado no es quien esta formalmente “exportando” el producto en el último tramo de trayecto comercial sino quien está operando detrás en una red de creación integrada (enseñó John Kay que un fundamento del éxito empresarial es lograr una “arquitectura” de vínculos acertada). Pues en ese sentido resulta valioso medir el ratio exportaciones por habitante (exportaciones per cápita). Ese ratio para América Latina toda (en el último registro disponible, 2021) es 2.272 dólares.

En la región de la que somos parte los países que mejor resultado exhiben -en este análisis- son Uruguay (US$5857) y Chile (US$5044). Luego, Panamá (US$3930) y Costa Rica (US$3309) ocupan un segundo lote. Un tercer conjunto lo ocupan Perú (US$2299) y Paraguay (US$2089). A continuación, aparece Ecuador (US$1964). Y recién después Argentina (US$1882), Brasil (US$1617), República Dominicana (US$1372) y Colombia (US$1249) completan una primera lista (los que les siguen exhiben números ya más bajos)

La Argentina y Brasil son países con escaso desarrollo exportador

La comparación, así, muestra que la Argentina y Brasil son países con escaso desarrollo exportador comparado en relación a la cantidad de habitantes. Lo que también aporta ciertas explicaciones para entender algunos reclamos observados en el Mercosur en este último tiempo.

La cantidad de habitantes, que debería conceder mejor condición (y no peor) se relaciona con la capacidad productiva (recursos humanos disponibles). A lo que, en los casos de la Argentina y Brasil, habría que agregar que la extensión de su territorio (el quinto y el octavo país más extenso geográficamente del mundo) y sus riquezas naturales le conceden una aún mejor condición. Pero sus capacidades exportadoras comparadas no muestran resultados satisfactorios.

La Argentina en particular exhibe una debilidad antigua. La relación exportaciones/PBI en nuestro país nunca alcanzó siquiera el promedio mundial (que hoy es 30%) en más de 50 años. Convendrá, pues, corregir defectos.

Puede mencionarse, para prever la corrección, un “pentágono de condiciones”: requeridas para un mejor resultado. La primera de esas condiciones es la recuperación de la vigencia de fuertes instituciones públicas (que conceden garantías, vigencia de derechos subjetivos, cumplimiento de contratos y despolitización de la economía); la segunda, la estabilización de la macroeconomía (sin un ambiente de variables de referencia ordenado es altamente complejo competir en mercados externos donde los competidores gozan de parámetros previsibles); la tercera es la existencia de una virtuosa mesoeconomía (en la que se garantiza acceso a recursos, buena formación de capital humano, provisión de servicios calificados, infraestructura, conectividad); la cuarta es la adecuación de todo el sistema regulativo y normativo (en Argentina es preciso sustituir el actual régimen altamente intervencionista -y obstructivo de la autonomía de las empresas- por uno más liberal y autonomista de los factores productivos) y la quinta es la confección de una sólida arquitectura de vínculos internacionales (a través de acuerdos de libre comercio, pactos de integración económica internacional, instrumentos de apertura reciproca y complementación con terceros mercados).ß

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