Durante décadas, el precio de la carne ha sido un problema para los gobiernos argentinos. Los abruptos aumentos que ocurren como consecuencia de los ciclos de expansión y liquidación del rodeo fogonean la inflación y reducen el poder de compra de los consumidores. Este recurrente cuello de botella podría atenuarse en gran medida con mayor oferta de carne.
La cuestión es sencilla: la producción anual de carne vacuna está estancada desde hace décadas mientras que la población no deja de crecer. Ergo: es imprescindible aumentar la faena de manera sustentable. A continuación se desarrolla una propuesta que apunta a ese objetivo mediante la intensificación de las distintas actividades ganaderas.
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Sintéticamente, sugiere destetar temprano los terneros y evitar la recría extensiva exclusivamente pastoril que consume mucho tiempo. Por el contrario, los terneros arrancan ” a fondo” en un corral desde el destete, donde se alimentan con una dieta balanceada integrada por forrajes y concentrados. Así se maximiza el engorde de machos enteros jóvenes que se faenan al año de edad. Con esta estrategia u otras semejantes se podría llegar a duplicar la producción anual de carne tras una serie de años de implementación.
Oferta ajustada de carne vacuna
Con una mirada hacia adelante, se puede adelantar que la sequía que asuela al país es un flagelo que traerá consecuencias graves para el negocio ganadero. Y también para la población, si la menor oferta de carne vacuna en el futuro produce un aumento en el precio.
Productivamente, en los últimos años oscilamos entre el equilibrio y el déficit entre la producción y el consumo. Aumentar significativamente la provisión de carne de cerdo es imposible en el corto plazo por las inversiones necesarias y por los tiempos biológicos. Queda, entonces, el pollo, el cordero y el pescado o dar un salto tecnológico rápido en nuestros modelos de ganadería vacuna.
La crisis actual puede abrirnos los ojos para caer a la realidad de cómo se está produciendo en el país. Hay 54 millones de cabezas para generar alrededor de 3,2 millones de toneladas de carne por año. Quiere decir que por cada animal que hay en los campos se producen 60 kilos de carne. Estados Unidos, con 91,9 millones de cabezas (+70%) produce 12,7 millones de toneladas de carne (+400%).
Entonces, con solo empatarlos en productividad nuestro margen de mejora daría para generar 7,54 millones de toneladas con el mismo stock. Y aquí humildemente debemos señalar que en Estados Unidos también hay ineficiencias por distintas causas. Entre ellas, que faenan animales muy pesados (de 650 kilos promedio), lo que reduce la tasa de conversión, con mucha más grasa en la carcasa, que exige tres veces más alimento que para hacer un kilo de carne, y otras condicionalidades americanas que podemos evitar.
De cara al nuevo ciclo agrícola, no se aleja la incertidumbre climática para los productores
Seguramente, la seca reducirá el stock de hacienda, mientras que la población sigue creciendo para llegar a 48 millones de habitantes. La relación actual entre la producción de carne por año y la población da un registro de 66 kilos de carne por persona. Entonces, para poder exportar estamos liquidando cabezas de ganado y reduciendo el consumo a menos de 50 kilos por habitante/año. Este año no faltará carne porque es probable que se venda la invernada recriada del destete de 2022 más los terneros de destete de 2023; además, se están liquidando muchas vacas por falta de pasto.
¿Qué pasará en 2024? Probablemente tendremos que faenar el destete 2024 porque prácticamente no habrá otra disponibilidad. Pero faenar terneros gordos de bajo peso producirá mucho menos carne, con animales que se engrasarán precozmente. Frente a esa posibilidad, se podría no castrar y así hacer más músculo retrasando el engrasamiento y reduciendo el ciclo sin resignar producción total. Con esto solo ya mejoraría la producción de carne de 2024.
Por otro lado, si se elimina la pérdida de tiempo y de dinero de las prolongadas recrías exclusivamente pastoriles acelerando el engorde con encierre a corral, se podrían transformar los mejores campos de recría en tierras agrícolas. Los menos aptos se redestinarían a la cría y así se podría aumentar, probablemente, un 50% el stock de vacas.
Si con ese stock de vientres aumentado se mejorará el manejo reproductivo hasta alcanzar un 80% de destete utilizando tecnologías probadas, la Argentina podría producir 24 millones de terneros por año. La mitad serían machos, que producirían 360 kilos con una invernada intensiva y la mitad hembras. De éstas, el 30% iría a reposición y el resto produciría 320 kilos. Con estas performances, se podría llegar a 7 millones de toneladas de producción anual.
¿Utopía o realidad posible? Hay empresas con este modelo de ciclo completo intensivo en el país, que producen por encima de los valores estadounidenses.
Con cría intensiva en la Cuenca del Salado y en San Luis, y engorde con encierre en el oeste de Buenos Aires se pueden lograr 180 kilos por cabeza y por año a costos rentables. Para ello hay que aumentar los terneros logrados y asegurar 1 kilo de ganancia por día de vida hasta el año de edad. Para conseguir eso sin hormonas, como sí están autorizadas en Estados Unidos, podemos utilizar las “hormonas naturales” (no castrar), y acelerar a fondo con la nutrición para evitar la ineficiencia del tiempo de recría sin engorde. Simplemente, se trata de disminuir al mínimo el consumo de alimentos para mantenimiento y maximizar el consumo para producción.
Hoy estas técnicas se van introduciendo en muchos empresas por razones climáticas, porque hay pocos campos en condiciones de recriar. Tal vez la actual coyuntura climática, sinónimo de crisis= oportunidad, sirva para demostrar que hay otros modelos ganaderos posibles. El descripto puede ser elegido por algunos, pero hay otros desarrollados en campos de punta que tienen el mismo objetivo, aunque con otras herramientas. La cuestión básica es darse cuenta que hay otros caminos de mayor productividad ganadera que los actuales.
Poner en marcha estos modelos requiere tres componentes imprescindibles, por lo menos: reglas de juego claras y previsibles a futuro por parte del Estado para estimular la inversión, financiamiento de largo plazo y un número grande de empresarios ganaderos que se animen a dar el salto tecnológico propuesto o, al menos alinearse en esa dirección. Siempre quedará una proporción refractaria a estas ideas, que va a sentarse a esperar que las cosas pasen.
El autor es productor agropecuario