“Hayllu plateada”: un viaje a la sociedad que más rápidamente envejece en el mundo

SEÚL, Corea del Sur.- Se inauguró en febrero de este año y ocupa la superficie equivalente a trece canchas de fútbol: el shopping Hyundai Seoul está en la zona de Yeouido, en el centro de la capital surcoreana, y es el más grande del país. Entre los 600 locales hay todo tipo de rubros, pero hay un segmento que casi brilla por su ausencia: el de artículos para bebés. El sector está declinando por falta de demanda, al igual que están cerrando guarderías y jardines de infantes en todo el país. En los hospitales, las salas de obstetricia y pediatría también reducen su superficie por falta de pacientes.

Bienvenidos a Corea del Sur, el país que está envejeciendo a una tasa más acelerada que la del resto del planeta. El año pasado hubo por primera vez más muertes que nacimientos, y en 2023 la tasa de natalidad llegó a un mínimo de 0,78, la más baja del mundo. El ratio que se considera necesario para mantener la misma cantidad de población es de 2,1 hijos por pareja, con lo cual la cantidad de habitantes se reducirá a la mitad antes de fin de siglo, si la tendencia no logra revertirse, o si no hay una apertura masiva de puertas a la inmigración.

Las razones detrás de estos números son varias: un 40% de los 51 millones de surcoreanos vive solo, la gente se casa más adulta, los precios de las propiedades son muy altos y la pandemia le dio un empujón hacia abajo todavía más fuerte a la tasa de natalidad. Los demógrafos surcoreanos no esperan que esta tendencia se revierta pronto, a pesar de que el Gobierno lleva gastados más de 220.000 millones de dólares en incentivos para que haya más nacimientos. Creen que en la segunda mitad de la década la tasa puede caer aún más, y estabilizarse en torno al 0,6%.

El fenómeno, aunque extremo en Corea del Sur, es global. The Lancet estima que para 2050 unos 150 países tendrán una tasa de natalidad menor a la de “reemplazo”, de 2,1%. En 1950 la tasa global de natalidad era de 4,7% y en la actualidad el promedio mundial da 2,4%, aunque con mucha diversidad.

Mientras que los países desarrollados tienen una natalidad menor, en África hay lugares como Nigeria con una tasa de 7%, que es lo que mantiene al ratio global todavía por arriba de 2,1%. Sin embargo, esto no será así por mucho tiempo: cuando los países aumentan sus ingresos, pronto cae abruptamente la tasa de natalidad: América Latina envejece el doble de rápido de lo que Europa tardó en completar su transición demográfica.

Y lo mismo ocurrirá con África, con lo cual es muy probable que nunca se alcance el pico de 10.000 millones de habitantes para el planeta que los expertos previeron, durante mucho tiempo, como el máximo a partir de cual luego se comenzaría a descender.

De hecho, Corea del Sur tampoco es el país más “viejo” del mundo, aunque su tasa de natalidad sea tan baja. Ese puesto lo ocupa su vecino Japón, donde el año pasado la población se redujo en 800.000 personas y donde un tercio de los ciudadanos ya tienen más de 60 años. Ni el récord de inmigrantes permitidos (casi tres millones) alcanza para revertir una caída de la población que ya lleva 14 años ininterrumpidos. Tampoco las políticas muy agresivas para dar facilidades a los nuevos padres están dando resultados, al igual que sucede en Corea del Sur y en otros países asiáticos, como Taiwán, que tiene una tasa de natalidad de 1,24%.

El economista del Cedes (Centro de Estudios de Estado y Sociedad), José María Fanelli, un experto en demografía, suele decir que esta subdisciplina equivale para muchos a “ver crecer el pasto”, porque las tendencias ocurren muy lentamente. Esta característica la hace poco “sexy” y atrae a menos académicos y especialistas de los que debería convocar, en relación a la entidad del desafío.

El tecnólogo y futurista Marcelo Rinesi ubica a la temática demográfica entre las tendencias que son “demasiado lentas y demasiado rápidas a la vez”. Lentas, porque el tren no va a chocar mañana, pero rápidas, porque la mayoría de nosotros verá sus efectos en vida. Lo mismo ocurre con el cambio climático, y esto resta incentivos para una acción decidida por parte de los gobiernos y de las empresas. La gran diferencia que hay con el cambio climático es que en el caso de la transición demográfica contamos con una “bola de cristal” casi perfecta: sabemos, con un margen de error pequeño, hacia dónde vamos y el timing de ese recorrido. Pero juega en contra lo que en economía se denomina “inconsistencia intertemporal”.

¿Qué implica esta tendencia a nivel económico? Lo más visible es el desafío fiscal, que se agigantará para un Estado que deberá mantener y brindar servicios de salud a una proporción cada vez más grande de la población, con una menor fuerza de trabajo.

A nivel de los negocios, lo de la falta de locales con artículos para bebés del primer párrafo es una anécdota. El sector de medicina y de ciencias de la vida en general está explotando: en Corea del sur las empresas grandes como Samsung o los unicornios como Naver están haciendo fuertes apuestas estratégicas hacia el área de tecnología de la salud (health tech) y la tecnología etaria.

De hecho, el país fue un caso paradigmático de buen manejo y coordinación público-privada durante la pandemia de Covid-19, con pocos casos, gracias a un seguimiento electrónico eficiente desde el día cero, y al desarrollo de sistemas de testeo en tiempo récord (tres semanas) por parte de empresas de la isla dedicadas a la biotecnología.

La otra gran tendencia en negocios tiene que ver con la presión a la automatización que trae aparejada la mayor dificultad para sumar empleados. Los países del este asiático son el paraíso de la robótica (tienen más unidades por habitante que Estados Unidos o Alemania).

Aquí, las novedades en Corea están a la orden del día: desde un “Robot Chef” de Samsung que fue la sensación en el penúltimo CES (un brazo robótico para la cocina), hasta el primer robot que puede correr por la arena sin caerse, presentado el mes atrás en el marco del programa Kaist. El “Robo-Perro” se llama “RaiBo” y fue desarrollado gracias a los más de cuatro puntos del producto bruto interno que el país invierte al año en investigación y desarrollo (comparten, con Israel, el hecho de tener la proporción más alta del mundo).

En Corea del Sur se habla mucho de la “hayllu”, la “gran ola” de la innovación. En este caso se trata de una “hayllu plateada”, que adelanta la película para el resto del planeta, en términos de transición demográfica hacia una sociedad con más adultos, y que está a la búsqueda de soluciones que tienen que ver con tecnología de punta.

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