El pastor Y Hin Nie, de 75 años, predica el evangelio desde la comodidad de su iglesia en Carolina del Norte, en Estados Unidos. Pero de joven sobrevivió casi dos décadas en la jungla, con su AK-47 siempre a su lado y dando sermones a sus camaradas que luchaban contra las tropas vietnamitas mucho después terminar la guerra.
Mientras huían y se aislaban del mundo, Hin Nie y su unidad de insurgentes buscaban comida y cazaban tigres para vender sus pieles a los jemeres rojos. Su “ejército olvidado” no entregó las armas hasta 1992, después de que Hin Nie negoció su libertad.
La primera vez que Y Hin Nie estuvo a punto de morir fue la noche del 30 de enero de 1968, cuando el Vietcong, el ejército comunista de Vietnam del Norte, lanzó un ataque masivo y bombardeó con cohetes las áreas controladas por Estados Unidos durante las celebraciones del Tet, el año nuevo vietnamita.
Hin Nie, que creció en Vietnam, vivía con misioneros cristianos estadounidenses en Buon Ma Thuot, la ciudad más grande de las tierras altas centrales de Vietnam. Sus propios padres lo habían dejado con los misioneros cuando tenía ocho años porque eran pobres y querían que tuviera una vida mejor, cuenta él mismo.
Su “madrina” adoptiva, Carolyn Griswold, estaba durmiendo cuando cayeron los cohetes. En distintos testimonios, los misioneros indican que las tropas comunistas también detonaron explosivos dentro de la casa.
El padre de Carolyn, Leon, murió de inmediato. Hin Nie, que se estaba quedando en casa de un amigo esa noche, corrió a casa y ayudó a sacar a Carolyn de entre los escombros. Ella murió poco después.
“Mi madrina murió con sufrimiento”, cuenta, y agrega: “Dios salvó mi vida”.
A muchos otros misioneros los mataron o capturaron mientras Hin Nie se escondía en un búnker.
A pesar de las pérdidas que había sufrido, se recuperó y siguió adelante, ingresó a la escuela bíblica y trabajó en una iglesia.
No se unió a la guerra hasta una batalla decisiva en marzo de 1975, cuando las tropas del sur respaldadas por Estados Unidos fueron derrotadas y obligadas a retirarse de Buon Ma Thuot.
Mientras caían las bombas, Hin Nie y 32 estudiantes de la escuela bíblica escaparon y caminaron durante kilómetros.
Fue entonces cuando combatientes del Frente Unido para la Liberación de las Razas Oprimidas (Fulro), un movimiento insurgente armado que abogaba por la autonomía de las minorías étnicas llamadas Montagnards, se acercaron a Hin Nie.
Estas personas de las zonas altas del país habían sido perseguidos en Vietnam durante mucho tiempo por varias razones, incluida su fe cristiana.
La esperanza de los combatientes era que los estrechos vínculos de Hin Nie con los misioneros estadounidense así como su manejo del inglés sirvieran para reconectarlos con las tropas estadounidenses, que a su vez habían reclutado a decenas de miles de personas de las zonas altas para luchar en primera línea antes de retirarse de la guerra en 1973.
Hin Nie cuenta que le atrajo la idea de unirse a los combatientes, que eran cristianos devotos como él. “No tuve elección, me tocó el corazón”.
El 10 de marzo de 1975 huyó a la selva con ellos.
Durante los primeros cuatro años permanecieron dentro de Vietnam y en constante huida escondiéndose del ejército.
“Disparar y correr, disparar y correr. No teníamos armas potentes”, cuenta Hin Nie, y agrega que él mismo no participó en el combate directo, pero que llevaba un AK-47 que usaba para defensa propia y para cazar.
En 1979, las tropas vietnamitas estaban ampliando sus operaciones en busca del Fulro, por lo que el grupo huyó a Camboya, al oeste de Vietnam.
“No podíamos quedarnos, así que cruzamos la frontera. Era demasiado peligroso”, afirma.
Pero dejar Vietnam trajo nuevos peligros. Las guerrillas de los jemeres rojos lideradas por el genocida Pol Pot controlaban grupos en la frontera oriental de Camboya.
Los vestigios del régimen de los jemeres rojos -responsable de aproximadamente 1,7 millones de muertes durante los cuatro años de terror en Camboya- habían huido allí después de ser derrocados por las fuerzas respaldadas por Vietnam.
Fulro necesitaba el permiso de los jemeres rojos para quedarse, por lo que Hin Nie se reunió con sus comandantes locales en las selvas de la provincia de Mondulkiri.
“Les dije: ‘Tenemos el mismo enemigo’. Era lo único en lo que estábamos de acuerdo. Si los comunistas llegaban de Vietnam a esa zona, podríamos avisarles”.
El Jemer Rojo permitió que Hin Nie y su batallón se quedaran. Pero exigieron “impuestos” mensuales a pagar con grandes cantidades de piel de tigre y de pitón y cuerno de venado.
Hin Nie cuenta que su unidad atrapaba a los tigres en trampas y que, si bien el miedo a los tigres era real (los tigres llegaron a matar a tres personas en el campamento), el miedo a los jemeres rojos era aún mayor.
“Estaban muy enojados, contaban todo. Muchas veces nos amenazaon con que si no paga´bamos los impuestos nos debíamos regresar”.
Fulro aún realizaba patrullajes y hubo alguna que otra escaramuzas con las fuerzas vietnamitas. Todo mientras la unidad se trasladaba de un claro de la jungla a otro, sin establecerse nunca por más de un mes.
Hin Nie recuerda una “vida salvaje”: los combatientes de Fulro deambulaban como animales comiendo todo lo que podían encontrar, incluidas las hojas de los árboles.
“Caminamos, caminamos, caminamos… disparábamos elefantes, cualquier cosa que veíamos”.
Por esta época se casó con H Biuh, quien formaba parte del grupo. Tuvieron tres hijos en la selva, pero uno murió.
La religión era una constante en el campamento.
Lo primero que hacía Hin Nie cuando llegaban a un nuevo lugar era erigir una cruz. Luego daba sermones a los soldados, mujeres y niños.
Nunca se perdieron la Navidad, una celebración destacada para él.
Una noche de 1982 estaban cantando villancicos cuando un grupo de jemeres rojos los escuchó en la distancia y se acercaron hasta ellos.
“Un general preguntó si podían unirse a nosotros porque las canciones eran muy hermosas y se quedaron con nosotros en el campamento”, recuerda Hin Nie.
“Cantamos y prediqué en dos idiomas: jemer y bunong”.
Los comunistas vietnamitas también escucharon el canto y se acercaron, dice, pero el Fulro y los jemeres rojos los ahuyentaron.
Además de ser el pastor del Fulro, Hin Nie también fue su principal oficial de enlace. Esto significaba tratar con los jemeres rojos locales, pero también sintonizar la radio de onda corta todas las mañanas, incluidas la BBC, la Voz de América y la radio vietnamita, para tratar de seguir lo que estaba sucediendo en un mundo que los había olvidado y que, con el fin de la Guerra Fría, había cambiado completamente.
Para 1991, las fuerzas camboyanas bajo el mando del entonces primer ministro Hun Sen — quien no entregó las riendas del país a su hijo hasta principios de este mes después de 38 años en el poder —, se habían convertido en una nueva amenaza con la que Hin Nie tenía que negociar.
Pero aparte de unos pocos soldados camboyanos y jemeres rojos locales, casi nadie sabía que los combatientes del Fulro todavía estaban en la jungla.
Sus antiguos camaradas no tenían idea de si todavía estaban vivos, mucho menos dónde estaban, y tampoco la comunidad internacional.
Así que fue una gran sorpresa cuando, en 1992, Hin Nie inició negociaciones con funcionarios de la ONU.
Habían llegado tras el genocidio para administrar las elecciones nacionales de Camboya como parte de una misión de mantenimiento de la paz.
Hin Nie dice que se reunió con un funcionario local de la ONU y escribió en un papel en francés: “Somos el Fulro, esperando la libertad y esperando su ayuda”.
Dos meses después, un grupo de funcionarios de la ONU se reunió con Hin Nie. uerían saber si era jemer rojo. Él les dijo que no lo era.
“Me siguieron interrogando durante una semana para entender por qué vivía en la selva”, señala. Q
Siguió otra reunión de la ONU donde Hin Nie solicitó más armas “para luchar contra los comunistas”, pero se le dijo que eso no era posible.
“Solo tienes 400 (combatientes) y hay millones de soldados en Vietnam. No queremos que mueras”, fue la respuesta.
Luego, en agosto de 1992, el periodista estadounidense Nate Thayer visitó el campamento y la historia de los últimos combatientes Fulro se hizo conocida en el mundo exterior.
Thayer informó en el Phnom Penh Post que el grupo seguía esperando instrucciones de su líder quien, sin que ellos lo supieran, había sido ejecutado por los jemeres rojos 17 años antes.
“Por favor, ¿puede ayudarnos a encontrar a nuestro presidente, Y Bham Enuol?” Preguntó el comandante en jefe del Fulro, Y Peng Ayun. “Hemos estado esperando contacto y órdenes de nuestro presidente desde 1975. ¿Sabe dónde está?”
Algunos del grupo lloraron cuando les dijeron que su líder había muerto.
La noticia de la muerte del presidente de Fulro nunca le llegó a Hin Nie en su aparato de radio de onda corta.
Él y sus camaradas habían oído que la guerra había terminado, pero todavía quedaba una esperanza poco realista de que Estados Unidos pudiera volver a ponerse en contacto y brindar apoyo.
Aunque estaban atrapados en la frontera, los combatientes del Fulro se resistían a abandonar la lucha por su patria y convertirse en refugiados.
Se le preguntó a Hin Nie cómo se sentía hacia los Estados Unidos. “No estoy enojado, pero estoy muy triste porque los estadounidenses nos olvidaron. Los estadounidenses son como nuestro hermano mayor y es muy triste cuando tu hermano te olvida”, le dijo a Thayer.
Al enterarse de que su líder se había ido, los combatientes del Fulro acordaron dejar las armas y solicitaron asilo en Estados Unidos.
El grupo pasó por alto los canales normales de refugiados y logró montarse en un avión en cuestión de meses.
Thayer, a quien los veteranos del Fulro atribuyeron haber contado su historia al mundo, se unió a ellos en cada paso del camino. Cuando Thayer murió, en enero pasado, Hin Nie presidió el memorial al que asistieron los veteranos de este grupo.
Al aterrizar en los EE.UU. en noviembre de 1992, Hin Nie fue recibido por una pancarta que daba la bienvenida al “ejército olvidado”.
Él y H Biuh se mudaron a Greensboro con sus hijos sobrevivientes, quienes permanecen allí.
Pronto, Hin Nie comenzó a hablar en contra de la persecución de su pueblo, testificando ante el Congreso de los Estados Unidos.
Debido a su discurso, sigue siendo un objetivo en los medios estatales vietnamitas hasta el día de hoy.
El gobierno vietnamita afirma que el Fulro todavía existe y acusa a exmiembros exiliados como Hin Nie de tratar de emprender la insurrección en Vietnam.
En 2021, la agencia de noticias VOV, La Voz de Vietnam, dijo que Nie estaba detrás de una “organización reaccionaria disfrazada de secta religiosa con sede en la región del altiplano central del Vietnam y que tenía como objetivo incitar a la población local a sabotear la unidad del estado vietnamita”.
Hin Nie dice que esto es un disparate.
Bajo el gobierno comunista, los Montagnards siguen sufriendo intimidaciones generalizadas, detenciones arbitrarias y malos tratos en Vietnam.
El gobierno de Vietnam no respondió a la solicitud de una entrevista por parte de la BBC.
La congregación de la Iglesia Cristiana Montagnard Unida de Hin Nie en Greensboro tiene cientos de miembros.
Nie les predica en inglés, vietnamita y rade, una lengua del sur de Vietnam. A veces canta en otros idiomas de la región del altiplano central de su país.
“Todavía lanzan propaganda en mi contra, pero el Fulro ha muerto. Todos han muerto”, dice.
“Los vietnamitas intentan acallar las voces de los grupos minoritarios que hay en Vietnam, pero yo estoy aquí”.
Por George Wright
BBC News Mundo