Actualmente, la superficie agrícola argentina alcanza aproximadamente los 40 millones de hectáreas, donde los fitosanitarios (químicos o biológicos) que se aplican para el tratamiento de adversidades juega un papel fundamental. Una de las principales razones de su éxito está directamente relacionada con las mezclas de tanque, donde un error puede costar hasta US$3000 promedio de una tancada.
Si bien en una mezcla no adecuada puede verse separación de fases, formación de espumas y/o precipitación de sólidos no siempre la incompatibilidad puede detectarse visualmente, por lo tanto, es importante tener en cuenta cinco claves fundamentales:
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Primero, es fundamental conocer la calidad del agua que se utilizará en la aplicación, para poder realizar un tratamiento en caso de ser necesario. Las aguas turbias y/o duras pueden tener un impacto negativo en la estabilidad de las mezclas. En cuanto a la turbidez, no existen tratamientos químicos efectivos, pero se pueden implementar buenas prácticas como el uso de tanques cerrados, la toma de agua de pozos y la utilización de filtros y flotantes para reducir su presencia.
Con relación a la dureza, el alto contenido de los cationes de calcio y magnesio puede afectar la estabilidad de los fitosanitarios. Por lo tanto, el uso de adyuvantes con alta capacidad de secuestro de estos cationes y buffers de pH en su formulación resulta una solución acertada.
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Segundo, es esencial conocer los tipos de formulaciones que se utilizarán para evitar incompatibilidades entre los productos. Existen diferentes formulaciones que requieren un manejo distinto y tienen una compatibilidad diferencial cuando se mezclan. Hay que tener en cuenta que los productos solubles (SG, SL) no deben generar turbidez en la mezcla, a diferencia de los productos insolubles que contienen sólidos en suspensión y, por ende, vuelven el caldo turbio.
Tercero, y en línea con lo anterior, el orden de agregado de los productos es primordial. Se recomienda comenzar la carga con los productos insolubles y luego pasar a los más solubles. Por ejemplo, se puede comenzar con un WG (Granulo dispersable), luego agregar un EC (Concentrado emulsionable) y finalmente incorporar un SL (concentrado soluble). Dado que el pH promedio del agua en la Argentina es de 8,1, también es importante agregar los productos de pH neutro al principio y los productos ácidos al final.
Cuarto, prestar atención a la agitación, la temperatura y el volumen por hectárea. La agitación es necesaria para lograr una correcta integración de los productos, especialmente si se trata de productos del tipo WG y SC. Una baja temperatura implica una menor capacidad disolvente del agua y una velocidad de reacción química más lenta, por lo que el tiempo de espera entre agregados sucesivos cobra importancia en esta condición. Además, un volumen bajo por hectárea puede resultar insuficiente para mantener todas las formulaciones estables, por lo que aumentarlo puede ser necesario para lograr un caldo aplicable.
Quinto, el mantenimiento de los equipos de pulverización. Es fundamental que estén limpios y funcionando correctamente. Es recomendable utilizar limpiadores integrales que puedan eliminar, solubilizar e inactivar las formulaciones de plaguicidas más desafiantes en la actualidad.
Si, a pesar de considerar todo lo mencionado anteriormente, se obtienen mezclas inestables, el uso de adyuvantes con un alto contenido de surfactantes puede ser una alternativa viable para lograr una mezcla exitosa que se traduzca en una aplicación eficiente y un control efectivo.
La autora es responsable del Laboratorio de Evaluación de Adyuvantes y Formulaciones (LEAF) de Rizobacter