Esteban Domecq: “Entramos en una aceleración inflacionaria con un dólar pisado y atrasado”

Estudió Economía en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y realizó dos másteres en Finanzas y Economía en la Universidad del CEMA (Ucema); fue miembro del Comité de Dirección IDEA Pyme 2019, director general del Congreso Económico Argentino y docente de la Ucema; es fundador y presidente de Invecq Consulting

Si el próximo gobierno hace las correcciones de manera exitosa, la economía argentina dejaría de caer en el segundo trimestre de 2024, según la proyección del economista Esteban Domecq, fundador y presidente de Invecq Consulting, quien dialogó con LA NACION.

–La sequía le quitó al país casi US$20.000 millones de ingresos. El Banco Central (BCRA) está en una situación complicada de reservas. ¿Cómo se imagina los próximos meses?

–El recorrido es complejo. Hay un Banco Central con poco más de US$2000 millones de reservas netas y, sin el oro y los derechos especiales de giro, hay casi US$7000 millones de reservas netas líquidas negativas. Toda la estrategia del Gobierno del “plan llegar”, que intenta evitar el sinceramiento y la normalización del esquema cambiario, está puesta en la obtención de dólares con el Fondo Monetario Internacional (FMI), con Brasil, con China, o con México. El precio del dólar quedó artificialmente bajo, hay un tipo de cambio real atrasado, que es el corazón del problema, y, sin espacio político y económico para hacer correcciones de fondo, a lo mejor que puede aspirar este programa es a conseguir dólares financieros para abastecer el mercado de cambios y evitar esa devaluación. En lo que queda del año hay cinco peajes electorales: el anuncio de las candidaturas el 24 de junio; las PASO en agosto; las elecciones en octubre; el ballottage en noviembre, y la asunción de un nuevo gobierno el 10 de diciembre. Cada uno de estos momentos políticos le va a imprimir más tensión a la economía. Hoy hay un problema de escasez de dólares y la variable de ajuste son las cantidades. Se seguirá reprimiendo el mercado de cambios y se seguirán trabando más las importaciones, para utilizar los dólares en abastecer la brecha cambiaria. Para salir de esta encrucijada, se necesita destrabar el ingreso de dólares por algún mecanismo o desde algún organismo de afuera. Toda la suerte del “plan llegar” está supeditada a esta estrategia de reprimir la crisis cambiaria, pero no a resolverla. Esto es una batalla diaria, el final es abierto.

–Hoy la Argentina depende de otros países que le den esos dólares. ¿El Gobierno puede hacer algo distinto? ¿Se resuelve con una brusca devaluación?

–Antes del “plan platita”, en enero de 2021, teníamos a plata de hoy un dólar de $300, cuando hoy el mayorista está en $235. En 2021, el dólar aumentó 20% con una inflación de 50%. En 2022, el dólar aumentó 70% con una inflación de 94%. Hubo un atraso del tipo de cambio real de casi 25 puntos, que es lo que genera –sumado a la brecha cambiaria– que los importadores se tiren de cabeza por el dólar barato, mientras que los oferentes salen del mercado porque el precio es bajo. Hasta que no se resuelva ese problema, hay que conseguir dólares para darle de comer a ese desequilibrio. Es tan inconsistente este esquema que se asfixió con ingresos récord de dólares por el canal comercial en los últimos dos años gracias al mayor precio de las commodities pospandemia. Si no sinceramos y arreglamos el problema de fondo se pueden conseguir dólares, pero pasamos el problema para adelante.

–Si el Gobierno consigue los dólares, ¿puede llegar sin devaluar a diciembre?

–Sí, efectivamente. El mandato del “plan llegar” es llegar a diciembre, no es arreglar la economía. El requisito para poder llegar es no tener un salto discreto del tipo de cambio. El Gobierno devalúa todos los meses, pero en forma nominal, al ritmo de la inflación. Eso hace que el tipo de cambio real ya no se atrase más, pero tampoco se recomponga. El primer requisito para llegar es no devaluar y el segundo es no tener ningún episodio de inestabilidad cambiaria, porque eso haría aumentar más la brecha, generaría más distorsión y se asfixiaría más el esquema. Por eso, la batalla en la brecha cambiaria es clave. Si el Gobierno consigue dólares, le puede dar de comer al esquema cambiario para que siga carreteando. Eventualmente, si consigue poco, tendrá que trabar más sobre la demanda, que está principalmente en los importadores. La válvula de ajuste este año es el nivel de actividad. La economía ya está cayendo en la zona de 4% y puede llegar al 5% del PBI, si se complica un poco más esta crisis cambiaria. La batalla en pos de cumplir con estos dos requisitos –no devaluar y evitar todo episodio de inestabilidad cambiaria–está en conseguir dólares para poder convivir con este problema.

–Aun si el Gobierno logra no devaluar de manera brusca, ¿a cuánto puede llegar la inflación?

–Cada vez que hubo una devaluación brusca, se dio una aceleración del proceso inflacionario, básicamente porque el dólar es el precio más importante de la economía y afecta a todos los bienes transables (importados y exportables). Lo interesante y paradójico es que, en esta circunstancia, la Argentina se metió en un proceso de aceleración inflacionaria con el tipo de cambio oficial pisado y atrasado. Esto da cuenta de un proceso de inflación completamente diferente, desanclado, el cual todavía está escondiendo mucha inflación debajo de la alfombra. Si se devalúa de forma brusca, obviamente se va a soltar más inflación, y el ingreso real y el nivel de actividad se acomodarán a la baja. Esto es lo que se quiere evitar. Sin tener dólares en las reservas, sin un programa macro consistente, sin un ancla nominal y con tanta vulnerabilidad y fragilidad política, si se intenta hacer esta corrección, probablemente la Argentina ingrese en un escenario de espiralización: vamos a devaluar, eso va a inflacionar, no se van a corregir las variables reales y caerá fuerte la actividad y, por ende, obviamente vamos a tener un escenario de fuerte impacto en todos los indicadores sociales. Cuando uno piensa hacia adelante, vemos que hay una encrucijada, porque efectivamente el salto discreto del tipo de cambio va a soltar inflación. Este programa de alguna manera implica que tenemos que seguir conviviendo con niveles de inflación de 8 o 9% por mes en el recorrido corto, a diciembre, cuando ahí el próximo gobierno, ya con cuatro años por delante, con respaldo político y un programa técnico, tras reprogramar el acuerdo con el FMI, con un ancla clara y tal vez consiguiendo dólares, pueda hacer este sinceramiento del esquema cambiario. Ahí, tal vez, se pueda morigerar la aceleración de los precios que va a tener este sinceramiento, pero aceleración vamos a tener. La pregunta es cuánta inflación se va a soltar ahí y eso depende de cuán exitoso sea el plan de estabilización. Si es exitoso, puede haber una inflación de 12 o de hasta 18% en un mes. Si el plan de estabilización no es exitoso, la inflación puede ser mucho más. Hoy la Argentina tiene una inflación de 8% por mes, con una devaluación que está yendo entre el 6 y 7% mensual. Esto da cuenta de una dinámica inflacionaria mucho más compleja que tenemos por delante.

–Alguna vez dijo que, si el plan de estabilización es exitoso, la economía dejaría de caer en el segundo trimestre del año próximo…

–Esta normalización del esquema cambiario, que incluye un sinceramiento de valor del dólar, es como un espejo en el ingreso real y el nivel de actividad. Esto significa que, si se pone el dólar en el valor que tendría que estar, el nivel de actividad debería ser un poco más bajo, pero habría orden y equilibrios macroeconómicos para poder seguir creciendo. El ajuste y la normalización del esquema cambiario es contractivo en el arranque, genera una baja inicial en el nivel de actividad. ¿De cuánto es esa caída? Va a depender del tipo de programa. Hay un espacio para corregir, arreglar, normalizar y volver a empezar. Hay algunos sectores que van a estar jugando muy a favor en este proceso, como el agro, la minería, el petróleo y el gas. Son sectores que van a estar muy pujantes todo este año y el que viene. El turismo y los servicios basados en conocimiento también van a ser expansivos, en todo este proceso de normalización y corrección. Son los sectores que van a impedir que sigamos en una fase contractiva. Pero acá hay un ajuste pendiente, hay un déficit fiscal que no se puede financiar y hay un desorden en las cuentas externas, producto de un atraso de tipo cambio que no se puede seguir sosteniendo. Estas dos correcciones son de por sí contractivas en el inicio. Si están bien hechas, la economía apalancada en estas dinámicas sectoriales puede estar encontrando un punto inflexión en el segundo trimestre.

–El presidente Alberto Fernández dice que le tocó la herencia de la deuda de Mauricio Macri, la pandemia, una guerra y una sequía. La situación económica que tenemos hoy, ¿se debe a esos factores, o algo podría haber evitado el Gobierno?

–En primer lugar, la pandemia y la guerra le jugaron a favor a la Argentina, porque la suba de precios de lo que exportamos fue mucho más importante que los precios de lo que importamos. Eso genera una mejora en los términos de intercambio muy favorable para la Argentina. La soja pasó de US$300 a US$650. También se duplicaron los precios del maíz y el del trigo. Fue un súper ciclo alcista, un boom de las commodities que jugó muy a favor por ese lado. Es cierto que también implicó importar más gas, pero cuando hacemos el balance de cuánto más aportó el agro contra cuánto más sacó la energía, nos da a favor. Eso pasó en toda la región. La sequía sí juega puntualmente en contra para la Argentina, porque está muy alocada en la zona núcleo. Pero, cuando vemos los fundamentos macroeconómicos de 2019, la economía tenía casi equilibrio primario, un tipo de cambio muy razonable –a plata de hoy eran $300–, había más de US$6000 millones en las reservas netas y había un problema financiero, porque había ocurrido el reperfilamiento y había que renegociar el acuerdo con el FMI. De los cuatro colchones macroeconómicos [resultado fiscal, reservas, tipo de cambio real y deuda], la gestión de Cambiemos dejó tres bastante ordenados y uno desordenado.

–¿Qué pasó después?

–Había que arreglar el que estaba desordenado. En el marco del “plan platita” se estropearon los tres que estaban bien. Es cierto que por la pandemia se hundió fuertemente el déficit primario, pero en la pospandemia había que volver a un escenario controlable y la Argentina, en el marco del “plan platita”, terminó con un déficit primario de 3,7% del producto. Ahí se perdió el amortiguador que tenía que ver con las cuentas fiscales. La economía que estaba desmonetizada se volvió a monetizar. Había 50% de pasivos remunerados sobre base monetaria y hoy se volvió a 250%, que es la bola de Leliq. El tipo de cambio real, que era competitivo, quedó atrasado. Las reservas, que eran US$7000 millones, quedaron negativas ahora en US$7000 millones. Y la deuda, que era el problema que había que arreglar, no se solucionó porque el riesgo país pasó de 1100 a 2700 y el crédito externo se terminó de cerrar por completo. El programa que se hizo con el FMI, sin consistencia, sin reforma, sin respaldo político, no permitió terminar de arreglar lo financiero. Es cierto que la sequía puntualmente fue el shock que te noquea, pero este programa ya estaba en el piso antes.

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