CÓRDOBA.- “Hay una concentración de la agenda externa, en un contexto de emergencia doméstica, en las cuestiones de financiamiento. Cuando se negocia en la emergencia, en general se negocia mal; se conceden aspectos, se genera vulnerabilidad en la política exterior, se pierden márgenes de maniobra”. El concepto es de Esteban Actis, doctor en Relaciones Internacionales, docente e investigador de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Rosario y coautor del libro “La disputa por el poder global”.
Activo en las redes sociales, en los últimos tiempos Actis estudió cómo en los últimos 40 años “Brasil, Chile y México multiplicaron aproximadamente por diez sus exportaciones y la Argentina sólo por seis” e incluso comentó el dato publicado por Marcelo Elizondo respecto de que este año el país tendrá la menor participación en el comercio internacional mundial de la historia comparable, 0,25%. “A los tumbos en la dimensión financiera (sudden stop, afuera de la era del dinero barato, sobreendeudamiento) y declive en la dimensión comercial -posteó Actis-. La Argentina es, sin lugar a dudas, un gran perdedor de la globalización. Se maximizaron las amenazas y se desaprovecharon las oportunidades”.
En diálogo con LA NACION Actis analizó las limitaciones locales en el aprovechamiento de las oportunidades que presenta el mundo. Definió a la nueva etapa de la globalización como más desafiante que la anterior.
-¿Qué lectura hace de la última visita de la comitiva argentina a China, liderada por Sergio Massa?
-La agenda externa está casi exclusivamente abocada a intentar resolver la urgencia de financiamiento externo, se exploran alternativas a los mercados de capitales a los que el país no puede acceder por su situación macroeconómica. La búsqueda de financiamiento tracciona la agenda externa. Estuvo el viaje del presidente Alberto Fernández a Estados Unidos para que (Joe) Biden interceda ante el Fondo Monetario Internacional; también la ida a Brasil para intentar encontrar algún mecanismo de ayuda y lo mismo la comitiva que fue a China a ampliar el swap y tener libre disponibilidad para financiar compras argentinas. El intercambio argentino-chino es muy deficitario para nosotros, al revés de lo que sucede en Brasil, Chile y Perú; tenemos un rojo de alrededor de US$9000 millones anuales. Se usará ese dinero que es un financiamiento -no un gesto de altruismo- para pagar importaciones de China y así liberar dólares para importaciones desde otros destinos. Además, se firmó una hoja de ruta más precisa para impulsar el ingreso de la Argentina a los BRICs. Esos fueron los temas dominantes.
-Una agenda concentrada en la búsqueda de financiamiento, ¿determina que se pierdan otras oportunidades?
– Toda política pública, incluso la política exterior, no es suma cero. Hoy hay una concentración de la agenda externa, en un contexto de emergencia doméstica, en las cuestiones de financiamiento. Cuando se negocia en la emergencia, en general se negocia mal, se conceden aspectos, se genera vulnerabilidad en la política exterior, se le quita márgenes de maniobra y hay mayor vulnerabilidad para relacionarse con los otros actores como son Brasil, Estados Unidos y China. Los tres son los ejes estructurantes de la política externa argentina; son actores muy asimétricos en tamaño y poder respecto de nosotros. Las negociaciones que se llevan adelante, en ese contexto, pueden incluir pedidos que tienen vinculación en otras áreas de la política exterior, de la economía.
-Cuando se refirió al intercambio con China, describió que hay países vecinos que no tienen el mismo rojo. ¿Por qué? ¿Hicieron algo que la Argentina no?
-Lo primero es que tienen cierta dotación de factores productivos que nosotros no o que no supimos desarrollar. Brasil le vende petróleo, soja y minerales de hierro; si bien son commodities son muy importantes por el volumen que genera. Este año, la cosecha de soja brasilera es impresionante, derrama mucho. Chile produce cobre y es un jugador muy importante; Perú le exporta minerales… La Argentina, básicamente, le vende soja y venimos perdiendo terreno; en ese contexto la oferta exportable es limitada. Hay que ver qué pasa con Vaca Muerta, pero todavía hay que esperar. En minerales, si bien compartimos la cordillera con Chile, no tenemos la misma capacidad. El campo es el principal exportador para China y este año, a las políticas de restricción a su oferta, se le sumó la sequía.
-Comentó en sus redes cómo la Argentina en vez de crecer en su participación en el comercio mundial, cayó. ¿A qué lo atribuye?
-Efectivamente, si uno mira la globalización de los últimos 40 años, la financiera y la comercial, la Argentina tuvo problemas para insertarse en las dos. El país registró crisis y problemas recurrentes, crisis de sobreendeudamiento, de estar muy expuesta y de estar fuera de los mercados. No encontró una forma madura de insertarse. Comenté un dato que publicó (Marcelo) Elizondo respecto de que este año la Argentina participará en el 0,25 del comercio mundial, el menor nivel de los últimos 40 años. Es decir, tampoco ha sabido insertarse en ese mercado. Otra vez, Brasil, Chile lograron profundizar sus vínculos comerciales, son beneficiarios de la globalización. El mayor beneficiario, claramente, es la zona Asia Pacífico, pero hay otros. La Argentina no atrajo grandes flujos de inversiones externas, ha languidecido en su inserción pese a que ha habido muchas oportunidades. Es una deuda que tenemos. Pensando en que se cumplen 40 años de la democracia, vemos que las políticas públicas no han sido las mejores. La globalización que se viene es más difícil que la que pasó; hay disputas geopolíticas, hay diferencias de poder, hay un comercio más administrado. El desafío hacia adelante no solo pasa en que crezcan los sectores tradicionales, sino en ganar mayor competitividad, en avanzar en sector como el de la biotecnología, el de la economía del conocimiento…
-¿Ve que hay más oportunidades en esta “nueva” globalización? Por ejemplo, en las cadenas de valor que se relocalizan.
-En todo orden internacional los países como la Argentina, periféricos, carentes de poder, el mundo trae un mix de oportunidades y de amenazas. Es un error creer que son todas oportunidades, es un pensamiento ingenuo. También lo es pensar que son todas amenazas. Hay que entender el mundo; maximizar oportunidades y reducir las amenazas. En lo que hace a las primeras hay un conjunto para Latinoamérica. Aunque es cierto que las relocalizaciones productivas benefician más de Panamá hacia al norte, Sudamérica tiene chances como productora de proteína animal, vegetal, de minerales; hay posibilidades en la transición energética. Claro que también hay amenazas en un contexto donde se fragmenta la inversión extranjera directa, donde la geopolítica restringe la capacidad de movimiento, donde hay cadenas cortas de valor, donde algunos segmentos de comercialización no son para todos. El gran desafío es que la debilidad macro no acentúe la debilidad externa.
-En el juego geopolítico abierto, ¿dónde coloca a la Argentina?
-Hay una buena noticia para Latinoamérica y es que no hay líneas rojas geopolitícas. Es una zona de paz, no hay grandes rivalidades ni tensiones intra estatales y eso es una oportunidad. Las tensiones están en Asia Pacífico, en la puerta de Europa. Entonces, ese es un dato positivo que se suele pasarse rápido; es una oportunidad para la región que puede abastecer al resto del mundo ante un shock que pueda interrumpir cadenas productivas. Salvando diferencias, por ejemplo, mientras en Ucrania los puentes son derribados, la Argentina y Brasil avanzaron con el puente San Javier entre Misiones y el sur brasilero; aun con dificultades se sigue con la conectividad física con dificultades; lo mismo con el proyecto del gasoducto para exportarle gas a Brasil. Acá se sigue y en Europa el Nord Stream está muerto y el Stream 2 ha sido atacado. Son ejemplos que muestran que a la interdependencia en la región hay que potenciarla.
-¿Está en condiciones Latinoamérica de aprovechar ese aspecto positivo?
-Tiene menor peso gravitacional; crece por debajo del promedio mundial cuando hasta 2013 lo hacía por encima. La región atraviesa una situación de dificultades de productividad, de híper especialización en bajo valor agregado. También tiene dificultad para generalizar políticas. Es una geografía donde los grandes actores externos intentan ejercer influencia, China, Estados Unidos. Hay que tener poder como autonomía para resistir presiones externas, para poder aplicar políticas sin las restricciones que imponen los más grandes. Hay que negociar con equidistancia, no acoplándose; intentar tener buenas relaciones y maduras con ambos. Hay intereses de las potencias que son duales y es difícil pivotear y ser pragmáticos en ese ámbito.
-¿La Argentina tiene la profesionalización de sus cuerpos negociadores, es ese un límite o la restricción es política?
-Tiene un cuerpo diplomático de los más importantes y robustos de Latinoamérica, cuenta con negociadores de primer nivel, como lo demuestra Rafael Grossi en la Agencia Nuclear de la ONU. Es el contexto macroeconómico de los últimos 10 años o más el que complica todo, es un contexto difícil para pensar políticas de largo plazo. No hay consensos mínimos; la política exterior quedó en medio del empate hegemónico; pocas políticas se mantienen. Los recursos humanos están; hay que ordenar la casa.