Escribir, graficar, diseñar: habilidades blandas para economistas duros

En septiembre de 1854 el médico inglés John Snow detuvo una epidemia de cólera con un mapa. La historia es archiconocida: el “mapa de Snow” demostró que el cólera se transmite por el agua y no por el aire, como todos creían, porque en el mapa los casos se concentraban cerca de la bomba de agua contaminada, y no al azar, como habría ocurrido si la enfermedad se transmitiera por el aire. Es el mapa lo que convence a las autoridades de tapar la bomba culpable, tras lo cual la epidemia se detuvo abruptamente. Es una de Indiana Jones, con un héroe provisto de un mapa, que muestra la gran capacidad de comunicación que tienen los gráficos y, en general, la información visual.

Así y todo, aun cuando están omnipresentes en su discurso, el diseño de gráficos y otras estrategias visuales quedan desplazados a la condición de “barniz” en la formación de economistas, máxime en comparación con el espacio que ocupan la matemática y la estadística.

Pero los tiempos parecen estar cambiando, tal vez por una sana influencia de la moderna ciencia de datos. Los economistas han empezado a prestar atención a la comunicación visual y a otras cuestiones hasta ahora relegadas a la injusta categoría de “habilidades blandas”, como también ocurre con la escritura, la oratoria y el liderazgo.

Un reciente trabajo de Christina Korting, de la Universidad de Delaware, elaborado con coautores y publicado en el prestigioso Quarterly Journal of Economics, parece destinado a acelerar este proceso. Este trabajo seminal (por lo menos, dentro del corpus de la economía) muestra que una adecuada representación gráfica tiene un impacto considerable en la forma en la que los resultados de una investigación son percibidos, validados y comunicados, tanto por los expertos como por el público general.

“Los gráficos no son un mero adorno, sino que, diseñados de manera adecuada, son una poderosa herramienta para comunicar resultados”

Korting y sus coautores miden la capacidad de las personas de realizar lo que llaman inferencia visual: extraer conclusiones de la observación de gráficos, en un sentido similar a lo que hace un médico cuando examina una radiografía. Focalizan en una popular técnica estadística llamada regresión discontinua, que permite detectar saltos abruptos que ocurren solo si una política tuvo impacto: cuando lo tuvo debería observarse un salto o una discontinuidad en el comportamiento de una variable económica, y no en caso contrario. La forma usual de detectar estos saltos es a través de complejos procedimientos estadísticos, lejanos a la comprensión y a la jerga de los hacedores de políticas, el periodismo y el público general. Es interesante mencionar que los argentinos Rocío Titiunik, Matías Cattáneo y Sebastián Calónico son los principales expertos internacionales en esta temática, y autores de la referencia obligada sobre estos métodos.

Resultados interesantes

Korting y su equipo muestran, en un contexto experimental, distintos gráficos a un grupo de voluntarios no expertos, y alteran al azar parámetros visuales, más propios del diseño gráfico que de la estadística. El desafío es ver si estas personas son capaces de distinguir los casos en los que una política tuvo impacto de aquellos en los que ello no ocurrió, apelando solo a ver los gráficos. Los resultados son muy interesantes: existe una configuración de los gráficos tal que los participantes detectan si hubo un impacto de política “a ojo” (mirando los gráficos), con una tasa de error comparable a la que surge de implementar procedimientos estadísticos complejos. Es decir, el trabajo concluye, de manera científica y no anecdótica, que los gráficos no son un mero adorno, sino que, diseñados de forma adecuada, son una poderosa herramienta para comunicar resultados, aun fuera del ámbito de los expertos.

Este resultado habla de la relevancia de que los economistas se involucren de forma activa en cuestiones “blandas”, como el diseño gráfico y la comunicación. Consultado para esta nota, el periodista y diseñador español Alberto Cairo, máxima autoridad en cuestiones de información visual (y autor del jugoso libro Cómo mienten los gráficos) recibe con alegría esta tendencia, “porque el trabajo de muchos científicos es demasiado relevante como para que se convierta en un coto cerrado, accesible solo a expertos”.

“Las conclusiones de un trabajo muestran la relevancia de que los economistas se involucren de forma activa en cuestiones “blandas”, como el diseño gráfico y la comunicación”

Cairo también señala su disconformidad con el adjetivo “blandas”. La terminología es peyorativa y prejuiciosa, toda vez que lo “duro” representa un valor aspiracional: no hay una película llamada Blando de Matar y no parece haber prosperado la idea de un Soft Rock Cafe.

Interesantemente, el segundo premio del concurso de visualización Contar con Datos de 2022 (con nueva versión para 2023), organizado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación y la Universidad de San Andrés, fue para el joven economista Alejandro Demel, docente de la Universidad de Buenos aires (UBA), en competencia abierta con profesionales de todas las disciplinas, desde el diseño gráfico hasta las ciencias del ambiente.

La comunicación visual no es la única habilidad “no formal” que ha recibido atención reciente en la economía. La escritura profesional encuentra lentamente su merecido espacio. El brillante libro Escritura Económica, de Deirde McCloskey, es un ejemplo claro de esta tendencia saludable. El texto es una colección de sugerencias para la escritura efectiva, de la mano de una de las mejores plumas de la profesión.

Escritura para la investigación

Pero el verdadero “hit” de escritura en economía es el trabajo de la joven economista y escritora Varanya Chaubey: El pequeño libro de escritura para la investigación. Chaubey maneja un pequeño emporio de escritura para economistas. Su libro y su programa intensivo de entrenamiento se venden como pan caliente en las principales universidades del mundo, de Harvard a Oxford.

Juan Pedro Ronconi, joven economista argentino que obtuvo hace poco su doctorado en la prestigiosa Universidad de Brown, pasó con éxito por el entrenamiento de Chaubey, y dice: “Es increíble que recién ahora los doctorados en economía incorporen esta actividad, con lo importante que es para el mercado laboral saber escribir bien”. Lejos de los manuales de tips, Chaubey plantea un método concreto (llamado RAP, por “research question, answer, positioning”, “pregunta de investigación, respuesta y posicionamiento”, en castellano) para organizar la escritura con un plan de acción efectivo, que explica su éxito rotundo en el mercado.

Cual Carlos Gardel, la tradición de la ciencia de Smith y Marx diría: “Ya no sos mi Margarita, ahora te llaman Margot”, al ver a las nuevas generaciones de economistas abrazar la causa del diseño gráfico, la escritura y, más incipientemente, la oratoria y la actuación. El viejo Vizcacha, del Martin Fierro, retrucaría “hasta la hacienda baguala cai al jagüel en la seca”, porque, ante la contundencia histórica de la escritura y la comunicación visual, como en el ejemplo de John Snow, era solo cuestión de tiempo.

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