El ahogo que atraviesan los apicultores en la Argentina no tiene nombre, según las palabras de los productores que, advierten, se ha generado una extraordinaria brecha entre los valores de los insumos y los precios en pesos de la miel cobrada.
Daniel Avena tiene 62 años y es apicultor hace 25. En Mendoza, más precisamente en Tunuyán, en el Valle de Uco, tiene unas 1500 colmenas, cuya producción lleva adelante junto a su hijo David. En todo este tiempo, la actividad ha atravesado muchas situaciones complejas “pero nunca del tamaño de la actual”. Ahora se está dando una combinación muy dañina para el productor: la sequía, un enrarecido mercado internacional pero la más dañina es la brecha cambiaria.
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“Esta situación tan crítica no es puntual de Mendoza, es general en todo el país. Todos los apicultores sufrimos el bajo precio de la miel y el enorme incremento de los insumos. Hoy la relación insumo-producto es la peor desde que yo estoy en esto”, indicó a LA NACION.
Según detalló, por ejemplo el tambor para almacenar unos 300 kilos de miel, que posee un tratamiento especial y no tiene reutilización o sea no tiene un retorno al productor, pasó de valer US$35 en 2020 a costar en la actualidad US$63. “Eso es terrible porque en pesos significa un aumento del 764%”, aseguró.
También la mano de obra rural. que muchas veces tiene carácter temporario y en otros casos es permanente, “subió un 534% del 2020 a la actualidad, donde el mayor incremento se dio en lo que va del año, con un 200%”.
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Para Avena, uno de los fundadores de la Cooperativa Apitun, los inconvenientes no se acaban ahí: la bolsa de azúcar de caña, de 50 kilos, que se necesita para alimentar a las abejas en tiempos de sequía por falta de floración, pasó de $2200 en 2020 a $33.000 como valor actual. “Representa un 1400% de suba. Por esto hemos tenido que pasar al jarabe de maíz que es un alimento de menor calidad pero un poco más barato, cuesta la mitad. A no darles nada, es mejor alimentarlas con esto”, remarcó.
A esto hay que sumarle el combustible, que desde el 2020, que según sus cálculos tuvo un aumento de 450%. “Moverse de un lugar a otro para el mantenimiento de los apiarios es común en nuestra actividad, sumado que ahora, por la sequía, tenemos que cambiarlas de lugar si no se sobresatura el espacio natural de las abejas. Para nosotros el combustible para movilizarnos es indispensable. Por ejemplo, en cada lugar no puede haber más de 50 colmenas juntas, por lo que hay que estar recorriendo dondes estén ubicadas para hacerles mantenimiento”, describió.
El contexto internacional tampoco es el mejor. La Argentina es un gran exportador mundial de miel, sobre todo a la Unión Europea (UE) y lo que ahora está ocurriendo es que estos países están comprando un sustituto proveniente de China, mucho más barato que la miel real. “Tenemos que competir con un producto adulterado que compran los europeos y que antes querían nuestra miel oscura, por lo que es difícil de reubicarla. Hoy nos pagan por nuestro productor un promedio de US$1,5 por kilo, entre la oscura (US$1,2) y la clara (US$1,7)”, informó.
Y acá está el germen del problema, donde todo sería menos catastrófico si no existiera la brecha cambiaria. “El kilo de miel estaba a $400 antes de la devaluación, ahora nos están pagando $500, que serían $1000 si no estuviera la diferencia entre el dólar oficial que nos pagan y el blue con el que pagamos los insumos y con el que se rige toda la economía del país. La cosa sería muy distinta y la crisis la podríamos llevar mucho mejor”, alertó.
Hace tiempo, para hacer frente a las vicisitudes de la macroeconomía, Avena con su empresa familiar decidió diversificarse más. “Para subsistir, además de las 1500 colmenas, tenemos una cabaña de cría de abejas reinas, de material vivo, así diversificamos la producción, si no es imposible sobrevivir. También alquilamos colmenas para polinizar producciones de semillas de alfalfa, cebolla, girasol y frutales, entre otras”, enfatizó.
Al margen de la actividad en sí, para David, hijo y socio de Daniel, se debe rescatar “el trabajo que realizan las abejas con su polinización y la importancia que tiene para la producción de alimentos”.
“Si los apicultores comenzamos a desaparecer, donde muchos ya están abandonando la actividad; van a empezar a desaparecer las abejas y se va a tener problemas con la producción de alimentos”, advirtió.
Si bien los Avena no están en contra de las últimas ayudas que el Gobierno brindó para aquellos pequeños productores que tengan menos de 500 colmenas, dijeron que “esto no alcanza”.
En agosto pasado, se creó el Programa de Fortalecimiento Productivo para la cadena apícola para mejorar las condiciones productivas y comerciales de los productores, con un presupuesto de $1500 millones: “de 5 a 150 colmenas recibirán $1500 por colmena; de 151 hasta 300 colmenas recibirán $750 por colmena; y de 301 hasta 500 colmenas, recibirán $500 por colmena”, decía la normativa.
“A nivel país nos estamos fundiendo. Esa ayuda no sirve para nada, es como darle una aspirina a un enfermo terminal. Primero porque esa ayuda es solo para el pequeño que no tiene empleados sino que trabaja solo. En cambio, el que tiene más colmenas es el que tiene trabajadores a su cargo y también más costos productivos. El problema no está bien abordado, no es una solución de fondo”, afirmó Avena padre.
Con un dejo de esperanza, el apicultor señaló que al menos la nueva cosecha que se hará a fines de noviembre próximo “afortunadamente será buena”.
“Este año fue un invierno muy seco pero hubo buenas nevadas. Va a ser un buen año y seguramente estaremos cosechando unos 20 kilos de miel por colmena que, si bien en el promedio país es tirando abajo, para nosotros es una producción que está estabilizada”, cerró.