NEUQUÉN.– Durante unas horas, alrededor de 200 personas experimentaron ayer una suerte de realidad alternativa en la economía argentina. En esta ciudad, en el hotel Casino Magic, los principales empresarios, sindicatos y analistas del sector energético parecían competir entre sí en el evento de IDEA, Experiencia Energía, para ver quién daba mejores noticias.
Los números de crecimiento de la producción de gas y petróleo, el índice de productividad de las energías renovables y las proyecciones de desarrollo del litio brindaban esperanza en un contexto argentino de tensión cambiaria, altísima inflación y fragilidad social.
Entre las charlas, por supuesto, había empresarios que espiaban en sus teléfonos la evolución de los dólares paralelos y comentaban en los pasillos las trabas que sufren para operar. Las restricciones para acceder a divisas y la limitación para importar es la principal preocupación del sector energético.
Pese a ello, en la última década, la industria invirtió más de US$35.000 millones en la producción no convencional, que se utiliza en Vaca Muerta. Y este año, la Argentina aumentará sus exportaciones de 110.000 barriles en 2022 a 150.000 barriles por día.
“Se estima que en 2030, la Argentina podría estar produciendo 1,2 millones de barriles de petróleo por día, duplicando los 630.000 barriles actuales. Ese nivel de producción implica que la Argentina podrá exportar 750.000 barriles diarios. Si los calculamos a un precio de US$70 el barril, eso significa exportaciones anuales por US$19.000 millones”, dijo Nicolás Arceo, director de la consultora Economía y Energía, en uno de los paneles.
En el sector hay un consenso de que 2023 será un año bisagra, porque la Argentina reducirá significativamente su déficit comercial energético, que el año pasado representó una salida neta de dólar de US$4400 millones. “Este año vamos a tener una balanza comercial equilibrada o levemente deficitaria en torno a los US$500 millones. A lo largo de los próximos años, con la culminación del gasoducto Néstor Kirchner y la construcción de la segunda etapa, y el sostenido aumento de las exportaciones petroleras, se va a conformar una balanza comercial sectorial estructuralmente superavitaria”, dice Arceo.
Con las mayores exportaciones de gas y petróleo, la Argentina podría tener un saldo positivo en 2030 de exportaciones por arriba de los US$25.000 millones. “Esto significa el equivalente a las exportaciones del complejo sojero en 2001 y duplica las del complejo cerealero del año pasado. Vaca Muerta tiene la posibilidad de revertir la restricción externa que enfrentó la Argentina a lo largo de la última década. El impacto también es fiscal, porque bajará el costo de abastecimiento y de los subsidios y permitirá un aumento de recaudaciones por US$1500 millones por retenciones a las exportaciones más el impuesto a las Ganancias. Para las provincias, en su conjunto, significará una recaudación de US$3200 millones en regalías”, dijo el consultor energético.
El desarrollo de este sector, además, permitirá reducir el costo del suministro de gas que beneficiará a los consumidores residenciales y a la industria. Según las estimaciones del consultor, el valor del gas bajará de alrededor de US$6 el millón de BTU (medida inglesa que se utiliza en el sector) a US$4. “Esto, a su vez, permitirá una reducción de los subsidios”, agrega. No es un tema menor, desde 2011 a la fecha, el Estado destinó US$126.000 millones en subsidios a la energía. Solo el año pasado, se demandaron US$12.4000 millones.
Nicolás Gadano, consultor energético de Juntos por el Cambio, aclaró que, para que la energía crezca aún más, la macroeconomía debe estar arreglada. “La política pública macro está en deuda con Vaca Muerta y con toda la sociedad. Pensemos lo que hoy sería el desarrollo del sector si hubiéramos tenido una macro razonable, estable, como en otros países de la región. El foco del programa económico del próximo gobierno debe ser estabilizar de manera sustentable la economía argentina”, dijo el consultor.
El boom del litio
Petróleo y gas no es el único sector que genera optimismo en la industria energética. El litio, llamado oro blanco, también genera una expectativa interesante. “El potencial para la Argentina es enorme. La demanda crece porque hay una necesidad de los países de descarbonizarse. Con el litio, vendemos un vehículo a la descarbonización del mundo. Para electrificar el transporte, se necesita una batería. Se puede hacer con cualquier sal, pero las de litio son más eficientes por una cuestión química. La Argentina produce hoy 600.000 toneladas de carbonato de litio equivalente, que puede crecer a 1,5 millones de toneladas en el corto plazo”, dice Martín Pérez de Solay, Managing Director & CEO de Allkem Limited.
El ejecutivo indicó que la electrificación del transporte es una realidad. “Tenemos una ventana de mercado. El Estado no tiene que cambiar ninguna regulación, no necesitamos regulaciones especiales, necesitamos empezar a cumplir lo que tenemos para tener mayor inversión. El problema es que el país tiene una situación coyuntural difícil que nos hace echar mano en proyectos futuros para resolver problemas de corto plazo. Pero el problema es que la ventana de oportunidad se nos pasa. Hay que cumplir lo que existe y hacer lo que hay que hacer”, dijo Solay.
En el mismo sentido coincidió Ignacio Celorrio, presidente para América Latina de Lithium Americas: “Hoy es cierto que el litio es una realidad en la Argentina. Hay una enorme oportunidad de incrementar mucho la producción de carbonatos de litio de calidad. La Argentina no es la primera productora del mundo, pero tiene la posibilidad de serlo. Toda esta inversión nueva trae dos desafíos. Van a faltar recursos humanos de calidad y, como los proyectos están ubicados a 4000 metros de altura, el desarrollo de infraestructura es clave. Se necesitan caminos, redes eléctricas, gas y todos los factores van a hacer críticos para aprovechar la ventana de oportunidad”.