En una zona difícil, un tambo rompió el molde y aumentó 940% su producción de leche

El tambo “El Pingo”, de Victoria Tummer, en el partido de General Belgrano, provincia de Buenos Aires, entrega 26.000 litros de leche por día a la usina a partir de 440 hectáreas propias y 200 alquiladas. Llega a un registro de 30 litros por vaca y por día cuando se agrega la leche que se utiliza para la crianza de terneros y la demanda del “hospital” del campo. Para lograrlo, utiliza un sistema pastoril complementado con suplementación, que le permite ordeñar 950 vacas.

Estos indicadores no salieron de la nada. Son el producto del esfuerzo y de la perseverancia de quien gerencia el tambo desde hace muchos años, que fue colocando a un ladrillo sobre el otro para llegar a los resultados actuales.

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El tambo lo fundó el padre, hace 55 años. Trabajó durante décadas, pero llegó un momento en que se cansó del sacrificio y de la baja rentabilidad de la actividad, ante lo cual había tomado la decisión de venta, porque debía invertir mucho para darle la competitividad que se le exigía a la empresa en ese momento.

Sin embargo, su hija tomó el guante y conduce el campo desde hace 31 años. A lo largo de ese tiempo multiplicó la cantidad de vacas en ordeño y la producción de leche. En 1991, cuando se produjo el traspaso a Victoria, se entregaban 2500 litros de leche por día a la usina, gracias a una producción de 15-16 litros por vaca y aproximadamente 150 animales en ordeño. Representaban aproximadamente 828.000 litros de leche por año. En 2022 se llegó a 9.364.000.

Sistema productivo

El campo de Tummer forma parte del CREA Cañuelas y está sobre la ruta provincial 41, entre General Belgrano y Monte. Es una zona de suelos arcillosos pesados, difíciles de trabajar. La lluvia promedio suma 900mm anuales, pero con mucha variabilidad.

Victoria es propietaria de 440 hectáreas y alquila 200 más. En esa superficie ordeña 950 vacas y entrega 26.000 litros por día a la usina. En total, en el campo hay 2100 animales si se suman, a las vacas en ordeñe, la recría de las terneras y otras categorías. Los machos se venden a los pocos días de nacidos.

La carga del campo es alta: 2,2 vacas por hectárea en ordeño. Para mantenerla, además del pastoreo directo de praderas, las vacas del tambo reciben 6 kilos alimento balanceado en la sala y una ración suplementaria, que se reparte en comederos móviles construidos con caños petroleros, compuesta por silaje, hez de malta, maíz molido y expeller de soja, entre otros ingredientes.

Las pasturas de los mejores sectores incorporan a la alfalfa, para producir forraje en verano, y el falaris, para aprovechar en invierno. En las áreas de menor calidad edáfica se recurre a mezclas de festuca con trébol blanco, trébol rojo y achicoria forrajera. Esta última se incluye por su persistencia y adaptación a suelos de mala calidad, aunque complica la elección de los herbicidas por aplicar.

En su empresa, Victoria paga 27 sueldos por mes. Hay diez personas en el tambo, cuatro en los tractores, un veterinario, un inseminador, encargados de mantenimiento

Las pasturas se aprovechan en parcelas armadas con alambrado eléctrico. El sistema de alimentación utilizado por Tummer deja 15 litros libres y permite una producción estable a lo largo del año. El tambo se desarrolla en el campo propio y en la tierra alquiladas se cultiva maíz y sorgo para silo.

Con esa alimentación intensiva, Tummer alcanzó una producción promedio de 30 litros por vaca y por día, cuando se considera lo que se entrega a la usina y lo que se usa para la crianza de las terneras y para el hospital, que puede escalar a 32 en la época de mayor producción de pasto.

En el tambo hay animales de raza Holando Argentino que Tummer viene mejorando desde hace muchos años. “Al principio pasamos por varios centros de inseminación que daban vacas muy grandes; entonces, fue necesario corregir ese rasgo a través del asesoramiento de Select-Debernardi, que nos brindó semen de toros de tamaño más moderado. En las vacas seleccionamos por sólidos de la leche (grasa y proteína), buenas ubres y patas fuertes, al tratarse de un tambo principalmente pastoril”, destaca Victoria.

Las vaquillonas se inseminan a los 15-16 meses, con 370 kilos, gracias a la buena genética, con semen sexado. Se crían en guachera con estacas en corredera, con cadena y alambre, complementando la leche con alimento balanceado cuando están en condiciones de comer sólidos, y con silo de maíz con agregado a partir de los seis meses de vida. Salen al campo a los ocho meses, con pastoreo y suplementación al principio, y solo pastoreo luego.

Un equipo consolidado

Ordeñar 950 vacas y entregar 26.000 litros de leche por día a la usina no es algo sencillo. Hoy Tummer tiene un instalación de 27 bajadas, que ya le queda chica. Ordeña dos veces por día, pero con dos equipos de trabajo, uno para la madrugada y otro para la tarde.

En su empresa, Victoria paga 27 sueldos por mes. Hay diez personas en el tambo, cuatro en los tractores, un veterinario, un inseminador, encargados de mantenimiento…. Y la lista continúa.

La mayoría de los empleados vive en General Belgrano (distante 15 kilómetros del campo) y van y vienen de El Pingo en una combi rentada por Victoria, y con un automóvil comprado por la empresa para viajar con seguridad y puntualidad.

Permanentemente Victoria busca crear un buen ambiente de trabajo. Así, organiza reuniones para escuchar, proponer y establecer objetivos. Para decir qué se espera de cada uno, para procurar que estén conformes y para que consideren a El Pingo como un buen lugar para trabajar.

Ese buen clima de trabajo genera poco recambio de personal. “El encargado se jubiló después de 26 años, pero sigue colaborando en algunas tareas. Y el que le sigue en antigüedad va por 20 años. Muchos nuevos empleados ingresan, permanecen y traen a los familiares para ocupar puestos”, cuenta Tummer.

La empresaria admite que el crecimiento de la producción del tambo le ha permitido equiparse en maquinaria e instalaciones y hacer frente a los gastos de vida de la familia. Está en una situación muy distinta a la de tambo más chicos y de baja producción, a los que les cuesta ser viables con los precios actuales de la leche.

Hacia adelante, está evaluando la construcción de una pista de alimentación para evitar el barro y el estrés de las vacas en la época de muchas lluvias. Hecha una pista de cemento no es muy difícil agregar un galpón. Y con un galpón no es muy difícil agregar robots de ordeño. En esa situación también puede pensarse en pasar de la crianza en estaca a un sistema colectivo. Y la lista continúa…

Sucede que en la empresa de Victoria también trabajan sus hijos. Cuenta con el apoyo de una veterinaria que se ocupa de monitorear la salud de las vacas y la calidad de la leche. Una hermana es agrónoma y responsable de las siembras y del aprovechamiento del pasto y de la gestión de la empresa. El tercer hijo se dedica a la computación como profesión y ayuda Victoria con el software y hardware del empresa. Como todos los jóvenes, los hijos de Tummer quieren soñar y hacer cosas nuevas como las citadas, que le permitirían alcanzar la meta de producir, dentro de poco, 10 millones de litros de leche por año.

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