Después de haber pasado por tres “niñas” seguidas, es decir, sequías que provocaron enormes pérdidas en el sector que genera divisas indispensables para el país, la Argentina quedó herida en su economía ya que se acentuó la pérdida de exportaciones. Mientras que en 2022 hubo récord de envíos al exterior y fue un año extraordinario para el campo (aunque siempre con impuestos distorsivos que le quitan rentabilidad), 2023 se anuncia como un año para el olvido.
La economista Emilse Terré, recibida en la Universidad Nacional de Rosario, empezó a trabajar en la Bolsa de Comercio de Rosario en 2006, poco después de obtener su título. Hoy es la economista jefe del departamento de estudios económicos de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR). “Se trata de un equipo que aprecio mucho no solo porque son muy buenas personas sino porque tengo la suerte de liderar un grupo de excelente profesionales, unos ocho en total. Somos mayormente economistas y hay una licenciada en estadística”, enumera. Entre todos conforman un equipo donde continuamente están mirando temas económicos muy enfocados al sector agroindustrial.
“Este año, la producción total de granos en la Argentina está en 83 millones de toneladas mientras que en el año anterior había sido de 135 millones de toneladas”, afirma. “Si tenemos en cuenta la totalidad de los cultivos en la Argentina, la caída fue del casi 40%”, asegura la economista, en diálogo con La Nacion.
– ¿Cómo ven hoy el panorama agroexportador?
– Solo el complejo soja ingresa uno de cada tres dólares que llegan al país producto de las exportaciones. Sin embargo estamos hablando de la campaña más baja desde 1999-2000. Este va a ser un año bisagra, un año absolutamente atípico. Lo que pasó en esta última campaña en la Argentina es inusual porque venimos de tres sequías consecutivas. Lamentablemente la última vez que pasó eso en la Argentina fue en 2001. Es algo que se da muy cada tanto. Pero además de la falta de lluvia, después de tres años de sequía, lo que sucede es que tampoco hay humedad en el suelo. Las napas se van secando y no compensan la falta de lluvia. Desde el otoño del año pasado la sequía se fue profundizando, pero también tuvimos heladas muy tardías, en octubre, cuando en la Argentina esto es muy inusual. Además, este año hubo heladas tempranas, en febrero. Esto terminó de destruir algunos cultivos que estaban tratando de resistir. Los meteorólogos dicen que este conjunto de fenómenos no tienen registro en los últimos 60 años.
–¿Cómo deja parado al país esta combinación de fenómenos climáticos adversos?
– Nuestro principal producto de exportación es la harina de soja. Tendremos la mitad de la producción de granos este año de los que esperábamos al inicio de la campaña, tanto de trigo como de soja. En el caso del maíz también hay un recorte muy fuerte comparado a lo que veníamos produciendo en los últimos 5 años. Por supuesto que tener la mitad de la producción impactará de lleno en las exportaciones. Es la principal variable de ajuste. Se abastece al mercado interno, pero no hay un resto para exportar y esto es lo que más se siente a nivel macroeconómico.
– ¿Qué se puede esperar para la próxima campaña?
– Ya se empieza a ver un fenómeno de ciclo El Niño, donde en la Argentina hay lluvias por encima de lo normal, y eso en este contexto por supuesto que es una gran noticia. De todas maneras, hay dos cosas que preocupan: por un lado, la calidad de la semilla, que proviene de la producción de la campaña anterior, y que será más vulnerable por haber sido castigada por la sequía.
– ¿Y la segunda preocupación?
– Es la cuestión del financiamiento. Un productor que perdió toda su cosecha o tiene una producción muy inferior a la que suele obtener está muy complicado. Va a necesitar financiamiento para la próxima campaña. Nosotros hoy estamos estimando que los productores perdieron solamente en soja, trigo y maíz, más de 15 millones de dólares. Para este número, se tiene en cuenta el área perdida, o que el productor sembró, pero no va a poder cosechar; el área que no se pudo sembrar por falta de agua y el área sembrada con una estimación de rinde que no se cumplió. Teniendo en cuenta estas tres cosas, se calcula que la pérdida total del conjunto de los productores que compraron las semillas, fertilizantes, etcétera, sin poder obtener un ingreso. Esto está por encima de lo que necesita el productor para la inversión de toda la campaña 2023-2024. Cómo financiar la próxima campaña es un problema.
– ¿Qué consecuencias puede traer esta falta de financiación?
–Una de ellas son los recortes tecnológicos. Si el productor no tiene suficientes fondos, o viene de una campaña muy mala, va a invertir lo justo y necesario para producir. Si no se aplica el fertilizante y el paquete tecnológico que el cultivo necesita para llegar a su máximo potencial, puede que haya buenos rindes, pero que no sean tan buenos como podrían si se aplicaran las herramientas adecuadas.
–Esta situación ¿puede favorecer la concentración de tierras a causa de la falta de rentabilidad de los pequeños productores?
–Habría que hacer un estudio profundo sobre su situación. Creo que la esperanza de que se revierta el fenómeno La Niña y que el año que viene pueda ser mejor productivamente, haga que se ponga el foco en sortear esta crisis profunda.
– ¿Cuál es el cálculo que hacen desde la Bolsa de Comercio de Rosario relacionado con la disminución de las exportaciones este año?
– Estimamos que van a entrar US$20.000 millones menos al país. Posiblemente menos aún. Si se toma el ingreso de dólares por campaña, o el valor de las exportaciones del agro por cada campaña comercial del 2012 hasta acá, el ingreso de la campaña 2022-2023 es el segundo más bajo de la serie, después de la del 2018. En ese año hubo otra sequía en la Argentina, pero con un nivel de precios aún menor que afectó el valor de las exportaciones.
– ¿Cómo viene el tema del dólar soja, o el Programa de Incentivo a las Exportaciones?
– Las operaciones vienen bastante tímidas hasta ahora. Los volúmenes están quedando por debajo de las dos ediciones anteriores del dólar soja. El productor está muy golpeado este año y no termina de tener claro cuánto va a poder producir, entonces la cautela es máxima. Todo lo que van a producir de acá a abril de 2024 se cosecha en un determinado momento y tienen que asegurarse el modo de que ese ingreso anual les permita no solo vivir todo el año sino también hacer las inversiones necesarias para volver a sembrar. El año comercial recién empieza, hay mucho temor por la situación en la que deja la sequía al campo y hay máxima cautela por el lado de los vendedores.
– ¿Hay stock como para seguir vendiendo soja?
– La soja que hay hoy es la que va a estar disponible hasta marzo de 2024. Estamos en el momento cero de la campaña, pero el volumen disponible será la mitad de lo que había en los años anteriores a esta altura del año.
–¿Qué consecuencias pueden traer el hecho de que no haya un dólar diferencial para el maíz?
–Si uno pensara en una campaña normal, esto podría castigar a la producción de maíz en relación a la soja, por el tipo de cambio diferencial. Además, el maíz es mucho más caro de producir que la soja, requiere una inversión inicial en dólares mucho más fuerte y podrían ser los productores más cautos en los montos a invertir y preferir sembrar soja, pero este análisis es muy anticipado porque la siembra de maíz y de soja recién comienza en octubre.
– El panorama es difícil
– Es muy difícil, realmente yo creo que la expectativa es de un año tremendamente atípico. Me encantaría pensar que las cosas el año que viene puedan ser distintas.