Elecciones, sequía y el riesgo de dejar pasar un cambio de paradigma

Mañana, tras la resolución de la primera incógnita clave del año electoral, comenzará a configurarse un escenario diferente para el campo. Luego de la catástrofe climática por la sequía, se espera que al final del camino, en diciembre próximo, la racionalidad prime sobre el espíritu de incertidumbre permanente.

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El impacto de la falta de lluvias por tres años del fenómeno Niña es grave. Según un informe de Ramiro Costa, economista jefe de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, el Producto Bruto Agroindustrial, que considera a los seis cultivos principales, cayó un 58% este año respecto de la campaña pasada, al llegar a poco más de US$24.000 millones. Si se lo compara con el promedio de las seis anteriores, la merma fue de 37 por ciento. A su vez, las exportaciones tuvieron una caída de 46%, en tanto que la baja de la recaudación impositiva por soja, maíz, sorgo, trigo, cebada y girasol fue de 50%. En término de liquidación de divisas, aunque con una reducción importante, el agro sigue siendo el principal sector de la economía que aporta dólares genuinos por exportaciones.

Sobre este impacto, hubo quienes plantearon que se “perdió una oportunidad” para hacerle entender a la sociedad la importancia que tiene el campo en la economía. El lamento parece poco conducente, porque si hay algo evidente es que gran parte del funcionamiento de la economía argentina depende de cómo le vaya al campo. En todo caso, están fallando los mecanismos de mitigación de los fenómenos climáticos extremos que, según destacan los especialistas, serán frecuentes en el futuro.

Como se sabe, la sostenibilidad tiene tres bases: ambiental, social y económica. Esto reflejó el Congreso Aapresid 2023 que terminó ayer en Rosario. “Estamos empantanados en discusiones que llevan muchísimo tiempo”, dijo Marcelo Torres, presidente de Aapresid en el acto de apertura del encuentro. Reiteró que el país necesita reglas claras y una estrategia común. “Necesitamos infraestructura acorde, un marco legal moderno que estimule al desarrollo de la bioeconomía, ley de semillas, un país abierto al mundo que estimule la inversión, solucionar la tensión urbano-rural con un marco legal lógico con apoyo en el conocimiento y la tecnología”, sostuvo.

Aunque todavía hay problemas por resolver, la Argentina es referente a nivel global en la sostenibilidad de la producción. Lo demostró el sistema basado en siembra directa, que es el que mejor preparado está para lograr la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y hacer un uso eficiente de los recursos con el menor impacto posible sobre el ambiente. El interrogante que se abre es si podrá seguir siéndolo en un contexto que obliga a tomar posiciones defensivas y les quita incentivos a la inversión en una mejora de la tecnología.

Cuando se habla del impacto negativo de los derechos de exportación, no se hace referencia solo a una cuestión de ingresos o de renta sino también a su carácter distorsivo en la relación insumo/producto. Esto se comprobó, por ejemplo, en la expansión del área maicera entre 2015 y 2019 cuando las retenciones al cereal bajaron a cero. La menor presión impositiva sirvió, por ejemplo, para que herramientas como la siembra tardía o de segunda del cereal pudieran utilizarse en zonas alejadas de los puertos: menos retenciones, menos costo de los fletes. Si hoy el Gobierno encuentra en el cereal una caja para cerrar el rojo de reservas en el Banco Central, mediante un tipo de cambio diferencial para el maíz, lo es porque hubo productores que años atrás apostaron al cultivo

Más que preocuparse por la coyuntura, las inquietudes y debates deberían ir por otro lado como está sucediendo en países líderes de la producción agropecuaria. También en el Congreso Aapresid 2023, lo explicó el investigador Bruno Basso, de la Universidad de Michigan, de los Estados Unidos. Allí, las empresas de alimentos de primera línea están invirtiendo en programas de lo que se llama “agricultura regenerativa” para que los productores reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero, protejan la biodiversidad y apunten a un manejo óptimo de los recursos. En otras palabras: ponen dinero en el bolsillo de los productores porque se los exigen los consumidores. La carbono neutralidad no es un mero eslogan de buenas intenciones. Todo, de la mano de la agricultura digital.

Este cambio viene abriendo nuevos paradigmas para los que conviene estar preparado y no empantanado en viejas ideas y debates antiguos.

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