ESTAMBUL.– Los analistas prevén una participación récord en las elecciones legislativas y presidenciales que se celebran hoy en Turquía, consideradas las más decisivas de las últimas décadas. El presidente Recep Tayyip Erdogan se enfrenta por primera vez a una oposición unida desde su ascenso al poder hace ya más de dos décadas, y que lidera el veterano político Kemal Kiliçdaroğlu, de 74 años.
Además, hay un tercer aspirante a presidente, el ultraderechista Sinan Ogan, sin opciones. Muchos opositores temen que esta sea la última oportunidad para frenar el descenso del país en una dictadura, después de que una década de deriva autoritaria haya minado las bases democráticas. Las encuestas, que ofrecen una pequeña ventaja para Kiliçdaroğlu, les han infundido una renovada esperanza.
La contienda tiene lugar en mitad de una grave crisis económica, con una inflación disparada a alrededor del 50%, y con una nueva devaluación brusca de la lira pesando como una espada de Damocles sobre el tejido económico. Esta ha sido la principal baza de la oposición en su campaña, junto con la fatiga de años de tensión social por la erosión de libertades y la actitud polarizadora de Erdogan.
De hecho, el presidente dobló la apuesta, acusando a su adversario de ser un títere de Occidente, de pactar con “terroristas” en referencia al nacionalismo kurdo, o de representar un peligro para el islam y “los valores nacionales”.
Así pues, no es de extrañar que la campaña haya estado marcada por la tensión, e incluso algunas escenas de violencia. El popular alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, de la coalición opositora formada por seis partidos de ideologías diversas, no pudo acabar su mitin en Erzurum ante la lluvia de piedras que le lanzaron los seguidores del partido gobernante AKP.
Además, unas 300 personas han sido arrestadas durante la campaña, la mayoría de etnia kurda, incluidos periodistas e incluso algún candidato al Parlamento por la coalición de izquierda y pro-kurda Yesil.
Precisamente, solucionar o atemperar la llamada “cuestión kurda” será una de las prioridades de Kiliçdaroğlu en caso de victoria. El conflicto alrededor de los derechos culturales y políticos de la minoría kurda ha condicionado la política en Turquía desde el inicio de la insurgencia de la milicia del PKK en 1984, y que provocó la muerte de más de 40.000 personas.
Desde la cárcel, el líder del principal partido kurdo, Salahatin Demirtas, llamó a sus militantes a votar a favor de Kiliçdaroğlu, un apoyo que puede resultar clave para las elecciones.
La minoría kurda está formada por unos diez millones de personas en un país de 85 millones, pero no todos son nacionalistas. La alianza de Erdogan con el partido ultranacionalista turco MHP podría afectar su apoyo entre el sector más religioso de la sociedad kurda, hasta ahora un feudo del islamista AKP.
“Yo antes votaba a Erdogan, pero ahora lo haré por Kiliçdaroğlu porque con él existen más opciones de pacificar el Kurdistán”, confiesa Nasrullah, un profesor kurdo emigrado a Estambul.
Garantías electorales
Una de las principales dudas que planean sobre los comicios es si el proceso de votación en las zonas más afectadas por el devastador terremoto del pasado mes de febrero contará con las garantías suficientes. Además de unas 56.000 víctimas mortales, el terremoto dejó casi unos dos millones de desplazados, y la mayoría no pudieron cambiar el registro de su domicilio a tiempo.
La sociedad civil se movilizó para suplir las carencias del Estado. “Formo parte de una asociación informal de unas 100 personas que estamos organizando transporte gratuito para los desplazados”, explica Gokce, una pequeña empresaria de Antioquía, una de las ciudades peor paradas por el temblor.
Las semanas posteriores al terremoto la oposición atribuyó parte de la devastación a la corrupción de la élite gobernante, que habría concedido exenciones a las regulaciones de seguridad sísmica a empresarios afines. La investigación de estas y otras corruptelas que han plagado la era Erdogan podrían tomar nuevos bríos en caso de triunfo de la oposición. Por eso, el mandatario se juega más que el poder, y se teme que no acepte los resultados en caso de derrota.
“El peor escenario es de una victoria de la oposición por uno o dos puntos. El país podría caer en una situación de grave inestabilidad”, advierte Sinan Ulgen, director del think tank turco Edam.
Si ninguno de los candidatos en las presidenciales supera el 50% de los votos, se iría a una segunda vuelta el 28 de mayo próximo. En este escenario, los resultados de las legislativas, a una sola vuelta, podrían afectar la decisión de muchos votantes dos semanas después.
“La estrategia de Erdogan pasa por ganar las legislativas, y luego argumentar en la segunda vuelta que su victoria es necesaria para la estabilidad del sistema”, explica el politólogo Ümüt Ozkirimli, que recuerda que el AKP diseñó el sistema electoral de las legislativas a su favor. Anteayer, el presidente llegó a comparar las elecciones con el golpe de Estado de 2016, y dijo estar dispuesto a defender la “independencia” del país con su propia vida.
Estos días, la política se coló en todas las conversaciones, incluso en las redes sociales con un perfil más lúdico. Y es que no solo está en juego el legado de Erdogan, el político que más impronta ha dejado en la sociedad turca tras la muerte de Kemal Atatürk, el padre de la Turquía moderna, sino el futuro de un país que se debate entre democracia e identidad, y entre Occidente y Oriente ante un orden mundial en pleno estado de fluidez.