Elecciones en Turquía: los votantes más jóvenes, una amenaza para la hegemonía de Recep Tayyip Erdogan

ESTAMBUL.– A sus 21 años, Bahadir ha vivido siempre bajo el liderazgo del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, en el poder desde 2002. Y ya tiene ganas de un cambio. Según las encuestas, este joven estudiante universitario no es una excepción. Los ciudadanos en la franja de edad entre 18 y 25 años constituyen el grupo social en el que la oposición turca, liderada por Kemal Kiliçdaroglu, obtiene un mayor apoyo social. Se estima que más de cinco millones de jóvenes podrán acudir este domingo a las urnas por primera vez, y su voto podría ser decisivo en un cuerpo electoral de unos 60 millones de personas que se halla altamente polarizado.

“En Turquía, la gente cambia poco de partido. Y si lo hace, es dentro de un mismo bloque ideológico”, comenta el sociólogo Hajji Turan. En las elecciones presidenciales de 2018, Erdogan obtuvo el 52% de los sufragios, y todo indica que su base se mantiene fiel y está hipermovilizada ante unas elecciones definidas como las más decisivas en décadas.

El pasado domingo, más de un millón de personas acudieron a un mitin en Estambul, toda una demostración de la tirada del presidente y de la capacidad organizativa su partido, el islamista AKP. Las encuestas sugieren una ligera ventaja para Kiliçdaroglu.

Aunque Kiliçdaroglu no es precisamente nuevo en política -lleva desde 2009 como secretario de su partido-, parece haber conectado con los jóvenes gracias a su campaña en positivo. “Está haciendo una buena campaña, intentando unir a la población. Ha moderado el nacionalismo excluyente de su partido, que tradicionalmente ha tenido un mensaje anti-kurdo”, comenta Emre, un estudiante de 20 años que considera prioritario lanzar un proceso de paz con los insurgentes kurdos.

No obstante, entre los jóvenes, el respaldo a Erdogan se sitúa alrededor del 25%. Según Bahadir, una de las razones, pero no la única, es que ellos sufren muy directamente los estragos de la crisis económica, con una inflación que el año pasado llegó al 85%, carcomiendo día a día el poder adquisitivo de la clase media. “El gobierno controla los medios de comunicación, y estos suelen decir muchas mentiras en beneficio del AKP. Y así se informan los mayores. En cambio, los jóvenes lo hacemos a través de internet, de las redes sociales. No estamos tan sujetos a la narrativa del gobierno”, reflexiona Bahadir.

Algunos estudios apuntan que hasta un 90% de los medios tradicionales difunden las tesis del Ejecutivo, fruto de un proceso de concentración de los medios privados en manos de empresarios afines a Erdogan. Ahora bien, tampoco las redes escapan a los tentáculos gubernamentales, ya que numerosas webs de información favorables a la oposición o incluso cadenas internacionales, como la alemana Deutsche Welle, están bloqueadas en el país.

“Los jóvenes sentimos que no tenemos libertad. Por ejemplo, aquí hasta se procesa a cantantes porque sus letras van contra los valores tradicionales”, se queja Sumeye, una estudiante que luce un cabello teñido de colores llamativos y que toma una cerveza con una amiga en Kadikoy, el barrio de moda para las salidas nocturnas de los jóvenes estambulíes.

En los últimos años, más de 20.000 personas han sido procesadas por “insultar al presidente” simplemente por haber escrito o compartido mensajes en las redes sociales. El temor a significarse públicamente se palpa en el ambiente, y numerosos jóvenes declinan hacer declaraciones.

Otro punto importante para preferir a la oposición es la cuestión de los derechos de las mujeres. No podemos ir para atrás”, apunta. A pesar haberse firmado en esta ciudad el llamado Convenio de Estambul para prevenir y combatir la violencia contra las mujeres en 2011, el gobierno turco se retiró en 2021, generando una gran preocupación y rechazo entre las asociaciones de mujeres. En 2022, 392 mujeres fueron asesinadas en Turquía por sus parejas o por familiares.

Lugar prominente

Más de 20 años de gobierno islamista no han cambiado la naturaleza laica del Estado turco impuesta por Kemal Atatürk, fundador de la Turquía moderna. Sin embargo, la religión y los discursos piadosos sí han pasado a ocupar un lugar más prominente en el espacio público. El presupuesto del Ministerio de Asuntos Religiosos se multiplicó, así como también los recursos a las imam hatip, las escuelas donde tradicionalmente se solía formar a los imanes. Actualmente, se dedican a la educación secundaria, pero añaden varias horas a la semana a la enseñanza religiosa.

La oposición ha criticado la inversión en las imam hatip como un esfuerzo por reislamizar la sociedad turca. Sin embargo, los datos no reflejan un mayor conservadurismo entre los jóvenes. “Las escuelas imam hatip no superan el 10% de los alumnos, su influencia es limitada”, recuerda el sociólogo Turan, que considera que la tendencia general entre los jóvenes es más bien la contraria: a una menor observancia de las normas religiosas.

Algunos ajustes legales fruto del ascenso de los islamistas al poder son ampliamente aceptados, como el levantamiento de la restricción al uso del hijab o velo islámico en las universidades. Otros no gustan tanto, sobre todo en Kadikoy: “El precio de la cerveza se ha vuelto prohibitivo con el AKP! Dos tercios son impuestos!”, se queja un joven noctámbulo.

En un país con una alta participación, que suele superar el 80%, la gran pregunta es si los jóvenes también irán a votar. Bahadir no tiene dudas: “Sí, seguro. Estos días, hablamos mucho de política. Incluso Instagram está lleno de mensajes sobre las elecciones”.

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