ESTAMBUL.- Igual que hicieron otros líderes populistas como Donald Trump o Jair Bolsonaro, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y su entorno han dejado entrever que podrían no aceptar los resultados de las decisivas elecciones presidenciales y legislativas que se celebrarán el próximo domingo. Por primera vez, la oposición se presenta unida bajo una única candidatura, la de Kemal Kiliçdaroglu, y amenaza la hegemonía de Erdogan, que ha ganado todas las elecciones y referéndums desde que ascendió al poder en 2002.
“Mi nación no entregará este país a alguien para que se convierta en presidente con el apoyo de Kandil”, dijo el presidente islamista en un mitin político, en referencia al presunto apoyo que recibiría Kiliçdaroglu del PKK, la milicia kurda que lleva casi cuatro décadas de lucha armada para lograr la soberanía del Kurdistán y que está basada en la sierra iraquí del Kandil. Aunque el Partido Democrático de los Pueblos (HDP, por sus siglas en turco), el principal partido kurdo, respalda la coalición de seis partidos liderada por Kiliçdaroglu, es falso que el PKK haya apoyado la candidatura del principal adversario de Erdogan.
En unas declaraciones aún más beligerantes, Suleiman Soylu, el ministro del Interior y un peso pesado del Ejecutivo, acusó a Occidente de estar preparando un “golpe” contra Erdogan en las urnas.
“Cuando todos los métodos que intentaron en el pasado fallaron, ellos dijeron que solo podrán controlar Turquía de esa manera … El 14 de mayo es un intento de golpe”, dijo el ministro, sin especificar a qué se refería. La oposición le respondió que un cambio de gobierno a través de las urnas no es un golpe, sino la simple expresión de la democracia.
“Alguna estratagema”
“Existe la posibilidad de que si Erdogan pierde, intente alguna estratagema para permanecer en el poder, como presionar a la Junta Electoral para que decrete una repetición de las elecciones, o incluso podría ordenar una intervención las fuerzas de seguridad, que tiene bajo su control”, apunta el politólogo Ümüt Ozkirimli. De hecho, Erdogan ya logró una repetición de las elecciones a la alcaldía de Estambul tras la derrota de su candidato por unos pocos miles de votos. Sin embargo, la repetición resultó en una victoria aún mayor del candidato opositor, Ekrem Imamoglu.
Omer Taspinar, profesor de la Universidad Johns Hopkins, coincide en que existe un peligro real de inestabilidad o incluso violencia tras las elecciones. Los dirigentes del partido gobernante, el islamista Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, por sus siglas en turco) han sido acusados de corrupción por la oposición, que atribuye a este motivo la gran mortalidad que causó un terremoto en febrero -más de 56.000-. No obstante, una la justicia fuertemente condicionada por el Ejecutivo tras la deriva autoritaria de la última década, no ha mostrado ningún interés en investigar posibles escándalos de corrupción gubernamentales. Un cambio de gobierno podría cambiar esta realidad.
“Si la oposición gana de forma clara, digamos por más de tres puntos, es difícil que Erdogan pueda subvertir la voluntad popular. El escenario de pesadilla es una victoria de la oposición por uno o dos puntos. Entonces, puede pasar cualquier cosa”, sostiene Taspinar. Si ninguno de los candidatos supera el 50% de los votos, habría una segunda vuelta el próximo 28 de mayo.
Precisamente, esas dos semanas serían de alto voltaje, y algunos analistas temen que grupos orquestados por el partido gobernante cometan actos violentos para desestabilizar el proceso. De hecho, este lunes, el alcalde de Estambul tuvo que suspender su mitin después de que grupos de seguidores del AKP le lanzaran piedras, llegando a destrozar varias ventanas de su vehículo. Hace unos meses, Imamoglu sonaba como el probable adversario de Erdogan, pero fue condenado por unas declaraciones efectuadas dos años antes en un proceso que se sospecha políticamente motivado.
Durante los últimos días, la campaña electoral se ha calentado, sobre todo por los ataques de Erdogan contra la oposición. Además de acusarla de vínculos con el PKK, también le echó en cara no defender la “cultura y los valores tradicionales”, e incluso tachó a sus dirigentes de “borrachos”. En cambio, la oposición ha optado por una campaña en positivo que promete recoser un país roto. “Nos han polarizado mucho. Los vecinos empezaron a cuestionar la fe del otro. Todos hemos sentido rabia. Debemos dejar todo esto atrás”, declaró Kiliçdaroglu. Sus mensajes más críticos se han dirigido a la delicada situación económica del país, con una tasa de inflación oficial del 50%.