ASUNCIÓN.– Dos días antes de las elecciones en Paraguay el panorama es aún incierto. Aunque la mayoría de las encuestas nacionales pronostican que el candidato colorado, el conservador Santiago Peña, será el próximo presidente, los analistas cuestionan la precisión de los sondeos y coinciden en que será una contienda sumamente ajustada, luego de una campaña austera del fracturado oficialismo, teñida por señalamientos de corrupción y poca movilización ciudadana.
En los postes de las eclécticas calles de Asunción se observan los clásicos carteles de campaña, y también entre el frondoso paisaje de la periferia, pero según Justino Solís, dueño de un almacén en el centro histórico, “no son nada comparado con las elecciones pasadas”. De hecho, dice que lo extrañó “el poco movimiento”.
“Antes, los candidatos visitaban los negocios, los barrios, pasaban preguntando a la gente por sus necesidades; ahora, nada. Pareciera que todo fue a pulmón, que el dinero llegó tarde o que no llegó nunca”, dice a LA NACION, y revela que, aunque es colorado, votará en blanco, ya que, a su parecer, “son todos parte de la misma mafia”.
El ganador se definirá en los comicios del domingo, ya que Paraguay no cuenta con segunda vuelta. Ati Snead Consultores, Grau & Asociados y Multitarget adelantan una ventaja holgada para el binomio Peña-Alliana, pero como advierte a LA NACION el analista político Alfredo Boccia, “las encuestas están completamente desacreditadas” y ni siquiera fueron publicadas en los principales diarios. Por el contrario, el analista citó un estudio de la firma brasileña AtlasIntel que pronostica un empate técnico e, incluso, una leve inclinación a favor del candidato liberal de la concertación opositora, Efraín Alegre, que por tercera vez intenta llegar a la presidencia.
“Yo voy a votar por Efraín, porque los colorados ya tuvieron su oportunidad de hacer algo y no hicieron nada… No hay fuentes de trabajo, el servicio de transporte y de salud son pésimos, tenemos problemas cada vez mayores de seguridad. Es por eso que tenemos que mostrarle a los de arriba lo que pasa si no hacen bien las cosas”, dice William Ayala, de 28 años, mientras atiende en la ferretería de su tío.
Su tío, José Vera, de 63 años, se agarra la cabeza mientras su sobrino habla. Él, en cambio, votará por Peña y sostiene que Alegre es un “aprendiz de dictador”.
“Si hubiese un mejor candidato en la oposición, lo votaba, pero Efraín es un loco, ya amenazó a los empleados públicos, y dice que quiere hacer amistad con China. Con su socialismo vamos a terminar como Venezuela, Nicaragua o Cuba”, afirma.
La maquinaria colorada
La gran fortaleza de la Asociación Nacional Republicana (ANR) -comúnmente conocida como el Partido Colorado- radica en su inmenso aparato partidario, que consolidó con un “manejo perfecto del clientelismo y el prebendarismo” en las más de siete décadas de hegemonía casi perfecta al frente del país, con la excepción de un período entre 2008-2013 (con los gobiernos de Fernando Lugo y Federico Franco, quien completó el mandato del exobispo tras su destitución), sostiene Boccia.
“Hay una presencia del Partido Colorado en todo el territorio paraguayo, hasta en el último rincón rural”, coincide el sociólogo José Duarte en diálogo con LA NACION, y explica que hasta la década del 90 para ocupar cargos públicos era necesaria la afiliación al Partido Colorado, que hoy cuenta con unos 2,5 millones de miembros.
Es el caso de María Victoria, de 56 años, una maestra jubilada que dio clases durante años en el cerro en Caacupé. “Ahora ya no es así, pero en esa época había que afiliarse para conseguir trabajo”, cuenta desde su puesto de chipas en el centro de Asunción. En estas elecciones votará por el coloradismo porque cree que las alternativas son igual de malas o peores. Pero, como muchos otros paraguayos, reconoce las enormes deficiencias del sistema de salud público y recuerda de sus años en el interior del país “las caras de los niños como coladores por las picaduras de mosquitos”.
Así, la ANR construyó un sólido piso electoral de aproximadamente el 40%, con la excepción de 2003, cuando Nicanor Duarte Frutos ganó con un mínimo del 37,1% de los votos. “Hoy Peña se encuentra en ese piso o incluso por debajo”, advierte el politólogo Marcos Pérez Talia y señala que, aunque ese voto duro puede ser suficiente para darle la victoria al aspirante del coloradismo, “hay grandes chances de una segunda alternancia”.
Los números apretados son signo de alarma de varios problemas en el seno del oficialismo. Para empezar, las severas sanciones económicas que el Departamento de Estado norteamericano impuso al poderoso empresario y expresidente paraguayo Horacio Cartes, principal mecenas del Partido Colorado, afectaron significativamente a la campaña.
Cartes, vinculado al contrabando de cigarrillos y otras actividades ilícitas, ya había sido designado por el gobierno de Estados Unidos en julio del año pasado como “significativamente corrupto” y se le había prohibido la entrada al país. La determinación de Washington entonces, sin embargo, surtió poco efecto ya que el exmandatario salió airoso en las feroces internas de diciembre, donde no sólo se alzó con la presidencia del partido sino que logró posicionar a su delfín, Santiago Peña, de Honor Colorado, como candidato para las generales por sobre el aspirante del presidente saliente Mario Abdo Benítez, que tuvo que torcer sus planes luego de que su vicepresidente también fuera señalado como corrupto por Estados Unidos.
#LoQueDijo sobre 𝗣𝗘𝗡̃𝗔 𝗬 𝗖𝗔𝗥𝗧𝗘𝗦‼️ |🗣️”Vamos a derrotar al Pablo Escobar y a su Chili Santiago Peña”, @EfrainAlegre, candidato a la Presidencia 📹@francojose1983 #780AM pic.twitter.com/pEDvcjpKXV
— Radio 780 AM (@780AM) April 28, 2023
Pero el panorama cambió radicalmente cuando Washington congeló los activos financieros de Cartes, lo que lo llevó a disolver su grupo empresarial, anulando una de las principales fuentes de ingreso del Partido Colorado y paralizando la parafernalia que normalmente rodea a una elección. La campaña de Peña sólo empezó a reactivarse la semana pasada cuando el Banco Continental aprobó un préstamo a la ARN.
En este contexto y en un país en donde la percepción de corrupción es la más alta de la región después de Venezuela, Alegre se autoproclamó en el abanderado del cambio y se encargó de despotricar contra Cartes y su delfín en cada acto de campaña. El jueves, en el cierre de campaña, incluso los comparó con el narcotraficante colombiano Pablo Escobar y su principal sicario.
El fenómeno Cubas
Pero el discurso de Alegre no convence a todos. “Lo único que hace es desacreditar a los colorados, pero no propone nada”, dice Juan Carlos Soto, un vendedor de telas de 27 años, que votará por Paraguayo Cubas.
Este tercer candidato, fundador de su propio partido Cruzada Nacional, se desempeñó como senador durante el periodo 2018-2019, pero fue suspendido luego de agredir al expresidente Lugo con una botella. Disruptivo, “showman”, con un discurso anarquista y en contra del establishment, Cubas propone cambios radicales, incluida una reforma constitucional.
“Cubas logra captar la empatía de una población que está cansada de lo que sería el Estado”, señala el politólogo Fernando Martínez, y explica que este fenómeno golpea tanto al oficialismo como a la oposición. No obstante, agrega que este tipo de candidatos se suelen “desinflar” los días previos a la elección ya que, a diferencia de los otros dos partidos, no cuenta con una maquinaria tan omnipotente. “Pareciera que llegó al techo y se quedó allí”, concluye.
En cuanto a la composición del Congreso, los expertos esperan un Legislativo mucho más dividido a raíz de la novedosa introducción del voto preferencial –será la primera vez que se elija a la persona y no a la lista–, lo que podría plantear desafíos adicionales de gobernabilidad para quienquiera que gane.
“Ningún partido va a tener mayoría propia”, señala Pérez Talia. Incluso si ganara Peña, sostiene, el Partido Colorado está profundamente dividido entre la gente que apoya al actual presidente y el grupo que lidera Cartes, por lo que Peña deberá buscar una eventual nueva armonía con la facción de Abdo Benítez.