BARCELONA.- Tras meses de internas entre el PSOE y Unidas Podemos en el seno del gobierno presidido por Pedro Sánchez, parece que las tensiones cambiaron de bando a falta de un mes para las elecciones generales en España. Las tensiones en el bloque de la derecha están motivadas por desacuerdos en el reparto del poder autonómico fruto de su victoria en las elecciones autonómicas y municipales de finales del mes de mayo.
Aunque la semana pasada el Partido Popular y Vox sellaron decenas de pactos en el ámbito municipal sin mayores problemas, las negociaciones en el ámbito autonómico, de un carácter más político que de gestión, están atravesando turbulencias y ponen en un aprieto al candidato popular, Alberto Núñez Feijóo.
El detonante de la crisis tiene su epicentro en la región de Extremadura. Como sucedió en otras cuatro autonomías, el PP necesita los votos de la ultraderecha de Vox para que su candidata, María Guardiola, sea investida presidenta de la comunidad. En la Comunidad Valenciana, los representantes locales de PP y Vox llegaron ya hace un par de semanas a un acuerdo para formar un gobierno de coalición en base a un polémico programa de 50 puntos.
El documento recoge buena parte de los caballos de batalla del partido liderado por Santiago Abascal, entre ellos, la sustitución del concepto de violencia machista contra las mujeres por el de “violencia intrafamiliar”.
El acuerdo en Valencia desató una fuerte tormenta mediática, y quizás por ello, la líder del PP en Extremadura quiso hacer las cosas de manera diferente. Guardiola rechaza pagar el peaje de adoptar parte del programa de extrema derecha a cambio de ser presidenta, y prefiere que Vox sea solo un socio parlamentario, sin entrar en el Ejecutivo.
“No puedo dejar entrar en el gobierno a quienes niegan la violencia machista”, declaró el pasado martes una contundente Guardiola, que se ha mostrado dispuesta a forzar una repetición electoral en Extremadura en caso de falta de acuerdo.
Confusión
La postura de Guardiola ha creado malestar y confusión en el seno del PP, un partido, a diferencia del PSOE, acostumbrado a una gestión interna centralizada. En los días siguientes, el partido conservador ha ofrecido explicaciones discordantes a su política en Extremadura. Borja Sémper, el vocero del partido y muy cercano a Feijóo, defendió la posición de Guardiola. “Se demuestra que no accederemos al poder a cualquier precio. No se pueden someter los gobiernos a las minorías, porque esto es lo que ha hecho Pedro Sánchez.
En cambio, Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid, señalaba a Feijóo un camino distinto. “Lo que tengo claro es que este país necesita un cambio, que hemos de estar a la altura, que por eso, tendrán nuestra mano tendida”, dijo Díaz Ayuso a la vocera de Vox en la Asamblea de Madrid durante su discurso de investidura el pasado jueves. La presidenta de Madrid sonó con fuerza hace unos meses como posible alternativa a Feijóo en caso de que éste no afianzara su liderazgo.
Mientras algunos analistas consideran que la postura del PP en Extremadura responde solo a la sensibilidad de Guardiola, otros consideran que es una estrategia del PP central para tapar el pacto en Valencia, y sugerir a los electores de centro que su victoria el 23 de julio no comportaría automáticamente la entrada de Vox en el Ejecutivo.
Esta hipótesis, o mejor dicho, azuzar el miedo ante este escenario, parece ser el principal argumento electoral del presidente Sánchez, que salió tan tocado de los comicios locales que decidió inesperadamente avanzar las elecciones generales, previstas para diciembre.
Si lo de Extremadura responde a una estrategia, su ejecución ha resultado más bien confusa. En una comparecencia ante los medios, Feijóo intentó clarificar la posición del partido defendiendo la contradictoria actuación tanto en Valencia como Extremadura.
El candidato del PP justificó la postura de Guardiola en que Vox obtuvo menos votos (un 8%) en esta comunidad en comparación con Valencia (el 12%), y por tanto, necesitaba menos diputados para alcanzar la mayoría absoluta.
Sin embargo, el problema para Feijóo es que no está nada claro qué sucederá en las otras tres autonomías con una situación parecida: Aragón, Murcia y las Islas Baleares. En contradicción con la doctrina establecida por Feijóo, en Murcia, donde Vox obtuvo el 18% de los sufragios, el PP rechaza su entrada en el gobierno, y también se vislumbra una repetición electoral. Y es que Vox no va a dar su brazo a torcer, pues considera muy importante su entrada en los gobiernos regionales como plataforma para su campaña de las generales.
Mientras en Aragón el escenario es incierto, en las Baleares el pacto parece más cerca. Como muestra de ello, uno de los líderes regionales de Vox, Gabriel La Senne, fue investido presidente del Parlamento balear. Sin embargo, también en las islas ha habido controversia al publicarse alguno de los tuits machistas de La Senne, como este: “Las mujeres son más beligerantes porque no tienen pene”.
El PSOE no ha tardado en hurgar en el enredo. Una de las dudas no resueltas de la campaña es si habrá algún cara a cara entre Sánchez y Feijóo, que el presidente ha propuesto, pero el líder popular rehúye. En una entrevista, el líder del PSOE atribuyó la renuencia de su adversario a su incapacidad de explicar sus pactos con Vox.
“¿Qué temor tiene Feijóo a debatir? Yo creo que es por la imposibilidad de explicar este lamentable esperpento de ver este intercambio de votos por derechos”, dijo Sánchez en referencia a que en varias instituciones donde ya gobiernan conjuntamente hayan desaparecido las consejerías de igualdad y reducido el presupuesto de la lucha contra la violencia de género.