BARCELONA.- Tras el cierre de las urnas a las 18 hora local (15 en la Argentina), comenzó en España el recuento de las papeletas en una de las elecciones generales más tensas y polarizadas que se recuerdan. La publicación de los sondeos de boca de urna provocaron satisfacción y confianza en la sede del PP, pues auguran una victoria clara de su líder, Alberto Núñez Feijóo. En cambio, los datos fueron acogidos con preocupación entre los militantes socialistas, pues parece difícil la repetición del actual gobierno progresista liderado por Pedro Sánchez, el primero de coalición desde el retorno de la democracia.
En concreto, el sondeo de la televisión pública concede al PP entre 145 y 150 diputados, que sumados a los entre 24 y 27 de Vox, conceden al bloque de la derecha la mayoría absoluta, o la sitúan tan cerca que con algún socio, como los nacionalistas canarios, podría alcanzarla. En España el número mágico que abre la puerta de la Moncloa es el de 176, que garantiza la mayoría absoluta en un hemiciclo con 350 diputados.
En cuanto al resto de partidos, el sondeo concede al PSOE entre 113 y 118 diputados, y a Sumar, la plataforma heredera de la izquierdista Unidas Podemos entre 28 y 31 diputados. Los partidos regionalistas obtendrían entre 32 y 34 diputados, siendo los más votados Esquerra Republicana de Cataluña, y EH Bildu, ambos socios del PSOE. El sondeo de la la privada Tele5 se movía en unas cifras muy parecidas.
Feijóo afrontaba estos comicios como el gran favorito, aupado por unas encuestas que no ponían en duda su victoria sobre Sánchez, pero sí que pudiera conseguir una mayoría suficiente con el apoyo de Vox. Esta misma fotografía es la que ofrecen las encuestas de boca de urna, realizadas hoy mismo. En la franja baja de los resultados de PP y Vox, no alcanzarían la mayoría absoluta, y se podría producir un bloqueo que llevara a una repetición electoral. En todo caso, durante los últimos años, solo cuando se tengan ya datos escrutados, alrededor de las 22 horal local (las 17 en Argentina) se podrán hacer valoraciones definitivas.
La contienda se perfiló como una encarnizada lucha entre dos bloques, el de la izquierda, formado por el PSOE y Sumar, y el de la derecha, integrado por PP y Vox. Sin embargo, mientras Sánchez y Yolanda Díaz, vicepresidenta del gobierno y candidata de Sumar, exhibieron su sintonía durante la campaña, la relación entre Feijóo y el líder de Vox, Santiago Abascal, era mucho más ambigua. De hecho, en la última semana de campaña, Feijóo pidió a la ciudadanía una amplía mayoría para no tener que depender de ningún “extremismo”.
Según los analistas, la participación estaba llamada a ser una dato clave en unos comicios inéditos, ya que nunca antes se habían convocado elecciones generales en plena canícula, con medio país en la playa. En teoría, la actual legislatura debía culminar en el mes de diciembre, pero de manera inesperada el presidente Sánchez decidió convocar elecciones avanzadas después del descalabro progresista en las urnas en mayo.
En buena parte, aquel resultado se explicó por la desmovilización de una parte del electorado progresista, pues la participación a nivel estatal fue de sólo del 53%, pero fue aún más baja en algunos feudos socialistas. De ahí que el principal objetivo del PSOE en la campaña fuera activar a sus votantes avivando el miedo a la entrada de la “extrema derecha” de Vox en el Gobierno de la mano del PP, tal como sucedió en diversas autonomías y cientos de ayuntamientos tras las elecciones locales.
Si se compara con los datos de la última contienda, la evolución de la participación fue irregular. Mientras al mediodía, a las 14.00, la participación se elevaba al 40%, casi tres puntos más que en 2019, a las 18.00, ésta era del 53%, cuatro puntos menos. A esa hora, las entradas por carretera a las grandes ciudades, como Madrid y Barcelona, sufrían grandes atascos, con muchos ciudadanos tratando de llegar antes de la hora del cierre de las urnas, a las 20.00. La participación caía especialmente en Cataluña, más de 10 puntos, donde una parte del independentismo ha apostado por abstenerse como medida de protesta.
La jornada electoral transcurrió sin mayores incidentes. Quizás el principal fue una avería en la línea de tren de alta velocidad entre Valencia y Madrid que dejó bloqueadas a más de 5.000 personas. Algunas de ellas acudían a su lugar de origen para poder votar, lo que provocó algunas escenas de caos y tensión en las estaciones de las dos ciudades. “RENFE ha movilizado trenes y 2.000 de los 3.500 afectados hasta ahora ya están viajando. Tenemos todos los medios activados para garantizar la movilidad”, escribió en su cuenta de Twitter la ministra de Transportes, Raquel Sánchez.
La campaña electoral, que en España tiene una duración de dos semanas, fue una especie de montaña rusa para los dos principales aspirantes. Sánchez la inició de manera decepcionante, con una contundente derrota en su cara a cara con Feijóo, el único de la campaña. El debate televisivo cortó de raíz el relato de remontada que promovía la Moncloa. No obstante, los errores de Feijóo en la última semana, en la que se habló de su antigua amistad con un narcotraficante, volvieron a insuflar ánimos en las filas socialistas.
En un país que está recuperando el crecimiento económico después de ser uno de los más golpeados por la pandemia -el paro se sitúa en el 13%-, la economía ocupó un lugar secundario. La cuestión de los pactos postelectorales fue el que monopolizó el debate público. Mientras Sánchez alertaba del peligro de “entrar en el túnel tenebroso del pasado”, y lo que ello podría representar para los derechos adquiridos por las minorías y las mujeres, Feijóo le afeaba sus pactos con los partidos nacionalistas periféricos.