GUAYAQUIL.- La ultracorreísta Luisa González y el outsider moderado Daniel Noboa, la gran sorpresa de la noche electoral, disputarán el ballottage de octubre en Ecuador. Superado el 40% del escrutinio, la candidata de la Revolución Ciudadana se mantenía con el 33% de los apoyos, frente al 24% del hijo de Álvaro Noboa, conocido empresario bananero que ha disputado sin éxito cinco elecciones presidenciales.
“Estamos de fiesta, estamos haciendo historia”, subrayó González en sus primeras declaraciones pese al poco entusiasmo que la rodeaba. La abanderada del expresidente Rafael Correa exigió la repetición de las elecciones en Europa y en el exterior, después de que su jefe político gritara fraude a través de las redes sociales.
Horas antes, el Consejo Nacional Electoral (CNE) reconoció que la plataforma de voto telemático había sufrido ataques cibernéticos que afectaron la fluidez para acceder a la votación en el exterior, aunque los votos consignados no fueron vulnerados. Los ataques procedieron de China, Rusia, Ucrania, India, Bangladesh, Pakistán e Indonesia.
De esta forma, el correísmo confirma su habitual voto duro, en torno a la tercera parte de los votantes, que no le alcanza de nuevo para ganar en la primera vuelta, tal y como había planeado Correa, su líder condenado a ocho años de cárcel por corrupción, que permanece huido de la justicia ecuatoriana.
Noboa, que con 35 años representa un recambio generacional, ha protagonizado una de las mayores remontadas que se recuerdan. En apenas 10 días ha pasado de estar situado en el penúltimo lugar de las ocho candidaturas, con apenas el 2% en las encuestas, al segundo lugar con posibilidades de imponerse en la segunda vuelta, como ya pasara con Guillermo Lasso en 2021.
“Hemos pasado a segunda vuelta. Van a tener la opción de votar por el correísmo y por el no correísmo, que es Daniel Noboa. Nuestra alianza es con el pueblo”, confirmó el candidato al país, que huyó de forma expresa de convocar a un pacto frente a Correa.
El tercer lugar se lo disputan el periodista Christian Zurita, sustituido del asesinado Fernando Villavicencio (16%) y el populista Jan Topic (14,5%), que se presentaba como una versión ecuatoriana de Nayib Bukele, presidente salvadoreño. “Es un orgullo estar en el tercer puesto, esta candidatura ha sido una luz para la democracia en este país”, señaló Zurita, que supera los datos preliminares en los sondeos de Villavicencio, mezcla de indignación y del voto emocional de los votantes.
Tanto el magnicidio del 9 de agosto como el debate de los candidatos de hace una semana resquebrajaron el tablero electoral previo. Los tres candidatos emergentes comenzaron a subir en las encuestas y en el caso de Noboa, en un sprint final incontenible, superó al resto de contendientes. Su intervención en el debate de candidatos, ataviado con un chaleco antibalas, y con gran templanza política atrajo la atención de los ecuatorianos, que como pocos veces antes siguieron el intercambio dialéctico de los políticos y el posdebate en los medios y en las redes sociales.
El abanderado de la alianza Acción Democrática Nacional (ADN) se define de centroizquierda, incluso cuenta con el apoyo del partido del expresidente Lenín Moreno, aunque ideológicamente se lo sitúa en la centroderecha.
Dos escenarios del pasado se entremezclan entonces para dibujar el actual. El primero, en 2021, guarda parecidos con lo que va del actual escrutinio. Hace dos años, el candidato de la Revolución Ciudadana, Andrés Arauz (compañero de González en el binomio correísta), obtuvo el 32,72% de los apoyos, con el presidente Guillermo Lasso (19,74%) y el dirigente indígena Yaku Pérez (19,39%) luchando durante días por la segunda plaza.
El segundo retrotrae a la primera victoria electoral de Correa en 2006, cuando se impuso al padre de Noboa. Correa se impuso entonces por más de 13 puntos, convertido en el candidato del cambio. Hoy todo ha cambiado.
Desde el gobierno se confirmó que el domingo electoral, con estado de excepción, se desarrolló con tranquilidad gracias al gran despliegue de policías y militares. Las imágenes cuasi bélicas de las votaciones de Zurita y de la madre de Villavicencio volvieron a impactar al país. Llevado en volandas por un nutrido grupo de policías armados hasta los dientes, con chaleco antibalas y casco y protegido por unos escudos que apenas permitieron a los fotógrafos realizar su trabajo, el sustituto de Villavicencio ejerció su derecho al voto como pudo, incluso sus palabras apenas se escucharon, pese a la fortaleza de su mensaje.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Cidh) otorgó medidas cautelares a Zurita ante las amenazas recibidas en las últimas horas supuestamente desde el cartel mexicano de Jalisco Nueva Generación, que está aliado con bandas locales del narcotráfico. La Cidh ha solicitado que el Estado ponga en marcha las medidas adecuadas para proteger su vida.
Por primera vez en la historia de Ecuador, la seguridad y la violencia se han convertido en la primera clave a la hora de depositar el voto, pero eso no significa que la economía no importe a los ecuatorianos. Y mucho. “El país se ha enfrentado a una serie de importantes desafíos económicos y sociales este año, obviamente luchando por superar un entorno cada vez más hostil de delitos violentos y tráfico de drogas en medio de un entorno económico debilitado que no ha logrado recuperarse del daño significativo desatado por la pandemia”, precisa para LA NACIÓN el politólogo John Polga-Hecimovich.
Ecuador, que abrió la veda de las protestas sociales en 2019, impuso las demandas económicas en el centro de sus aspiraciones, tanto ese año como en 2022, con las dos tomas indígenas de la capital. Y pese al nuevo escenario, también se ha vuelto a plasmar en los resultados provisionales.
“El apoyo para la candidatura de Luisa González representa no sólo la fuerza de la maquinaria correísta, sino también la nostalgia por el periodo del boom económico bajo el ex presidente y la expectativa de un aumento en el gasto público si ella logra ganar. El ecuatoriano ha vivido un periodo de austeridad en los últimos años después de gozar de un gasto social elevado”, confirmó Polga-Hecimovich.