Miércoles, 13.30 horas. El microcentro porteño ya no tiene el movimiento que supo tener antes de la pandemia. Las oficinas muestran una vacancia muy superior y los carteles en los edificios exponen varios conjuntos vacíos. Sin embargo, el piso 10, donde ahora funciona la sede porteña del Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (Ieral), de la Fundación Mediterránea, es una excepción a la regla. Trabaja como una fábrica a varios turnos. En una sala se ve a un equipo de siete economistas, entre los que se encuentran Rodolfo Santangelo –socio histórico de Carlos Melconian– y Enrique Szewach discutiendo el país que viene. Los teléfonos suenan y las reuniones se aceleran.
En la oficina principal, donde recibe a LA NACION, a Melconian se lo ve tranquilo. Motivado. Disfruta el momento. “Si me llaman, voy. El plan está listo”, dirá sin falsa modestia.
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-¿Qué es lo que lo motiva a querer ser ministro de Economía en un país en crisis?
-En la Iglesia uno empieza de monaguillo y puede llegar a Papa. En nuestra profesión vos empezás como estudiante de la carrera de Economía, después hacés un posgrado, luego trabajás en una institución, te independizás, ponés una consultora económica, querés tener muchos clientes y ser exitoso; y, en un momento determinado, querés aportar con tu vocación colaborativa. Creo que es un momento de la historia en el que estamos preparados. A mí ya me tocó hacerlo desde adentro de un partido político propiamente dicho y encontré ventajas y desventajas. Y ahora lo estoy haciendo desde un lugar apartidario [la Fundación Mediterránea], pero de nuevo, con la vocación no sólo de contenido y de oferta a quien gane, sino con la sugerencia de implementación. Para eso hubo que armar un equipo. Entonces, en este momento de la vida, esa vocación que tengo no mira si el país está incendiado, no especula en términos de oportunismo.
-¿Por qué?
-En la Argentina, cuando uno mira el track record de 80 años, nunca hubo un momento en el que todo estuviera fenómeno. No pasó nunca. Ni a comienzo de un gobierno ni en el medio de un incendio. Tuve ofertas, pero creo que es importante tener una preparación previa, contar con la cantidad de soldados necesarios, saber quién va a ir a cada lugar, si el vestuario ese ha sido frecuentado, si está templado, si está la mística y, por supuesto, si están las soluciones. Entonces la vocación del aporte hoy pasa por ahí. Mañana veremos. Pero nunca he vinculado ni especulado si es incendio o no es incendio. Sí he tratado de medirme para saber si estaba listo. Llámese tener el programa, el contenido, las personas. Entonces, siempre en un acto de responsabilidad ciudadana, a priori, solo a priori, parece mejor (o con alguna posibilidad más positiva) empezar un proceso que tomar un incendio.
-¿Cuánto tiempo lleva bajar la inflación?
-Lo que uno tiene que darle a la gente es la idea de batalla campal, inexorable, con un gobierno alineado y, ojalá, con una política general de Estado alineada detrás de eso. Si eso es así, es irrelevante el tiempo. Es mucho más relevante dar ese rumbo y esa sensación de que esta vez va en serio y de que vamos para allá, porque eso viene solo; decirlo a secas, decirlo sin sustento, decir sin ningún acuerdo posible “yo calculo que en seis meses”, porque en cuanto digas calculo determinado tiempo, te empiezan a contar los días. Entonces no tiene ningún sentido, tenemos que aprender esas lecciones, de lo contrario no habremos aprendido nada.
-¿Cómo llegó a la conclusión de que el bimonetarismo era la fórmula?
-Es la conclusión a la que llegó mi tía. Y con mi tía quiero decir la sociedad argentina que dijo, por el momento, mientras yo no tenga una economía estable, transacciono en pesos y ahorro en dólares, y después que se venga el mundo abajo. El peso y el dólar deben convivir.
-Entonces ¿cuándo cambiarán la tía o sus hijos la manera de pensar?
-Bueno, cuando tengan años de estabilidad. Si ya ocurrió. A los jóvenes les costó un montón entender qué era la inflación. A tal punto que gran parte del supuesto milagro argentino de 2003-2007 fue la década que lo precedió. Había, sí, una persona encargada seriamente del área económica. Pero se le reconstituyó en parte lo perdido luego de la crisis 2001-2002 de una década precedente, donde una persona de 20 años, que tenía 10 en 1991, no sabía lo que era la inflación. No tenía ni idea. Entonces, ¿qué ocurre? Sirve un montón la estabilidad, porque nosotros, lamentablemente, y porque no aprendemos más, cuando lo logramos hubo una generación a la que le tuvimos que volver a enseñar lo que era la inflación, que es la de los 2000.
-¿Y entonces cómo salimos?
-Vamos a arrancar hoy con lo que la tía quiere, que es la reforma al Código Civil para que el dólar y el peso convivan, no compitan. Y debemos tener un régimen cambiario acorde, detrás de eso, con todas las políticas macro prudenciales que correspondan. Esta vez, en vez de entrar por Harvard y terminar en salita roja, nosotros queremos entrar por salita roja para terminar en Harvard. Y ya está, no hablemos más del cepo y de todas esas yerbas.
-No parece una tarea simple…
-Trabajamos para instrumentar un cambio de régimen económico. Queremos modificar los incentivos para que sea el sector privado el motor del crecimiento. Eso necesita de una estabilidad macroeconómica, una reforma del sector público y también una desobstrucción del sector privado. El cambio de régimen no puede ser analizado como cabos sueltos. Se trata de un conjunto sistémico.
-¿Es un programa de shock o gradualismo?
-Ya no se trata de shock o gradualismo. Es un plan para un ciclo de gobierno. No hay que hacer todo de golpe necesariamente. Pero hay secuencias que establece la economía y que decide y manda la política.
-Desde la oposición hablan hoy de todas propuestas de ajuste…
-No se trata ya de un programa de ajuste para preparar el crecimiento. Se trata de un cambio estructural que genera las condiciones para la inversión y el empleo privado, y que empalma reactivación con crecimiento.
-¿Cuáles son las premisas para que funcione?
-Primero hay que estabilizar. Hay que derrumbar la tasa de inflación, aunque antes se pasa por un inevitable reacomodamiento preparatorio de precios. Tan importante como estabilizar es reformar y reorganizar, porque no son sustitutas esas acciones. Son todas necesarias y complementarias.
-Ustedes, desde la Fundación Mediterránea, hablan de parámetros para que el programa tenga éxito…
-Lo primero es derrumbar la inflación. Eso debe ser permanente y sostenido en el tiempo. La mejora del poder de compra y la fuerza del crédito y del mercado de capitales colaborarán a reactivar la economía. A su vez, hay que empalmar las reformas con crecimiento y tener claro que la economía tiene que hacer ganar la elección de medio término y entrar en un círculo virtuoso de reformas con resultados.
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-¿Qué hay que esperar de la futura herencia recibida?
-Imaginamos un escenario de tres transiciones. La primera con un blanqueo impuesto por la realidad y la sequía. La crisis ya está exponiendo inconsistencias como las tarifas, los planes sociales, el déficit fiscal –con el que es imposible seguir–, el Fondo de Garantía de Sustentabilidad [de la Anses], que hoy es solo una cáscara, y la suma de malas decisiones que se tomaron en el kirchnerismo con lo que eran las AFJP. También habrá que ver la segunda transición, que es la posta que pasa del que se va al que viene, y si toman la responsabilidad como lo hizo Mauricio Macri. Él, una vez derrotado, fue 100% colaborativo. Le hizo todo un conjunto de tareas al gobierno entrante, a las que definimos como los colchones que le dejó Macri al siguiente gobierno.
-¿Como cuáles?
-Puso el control de cambios, que después se terminó transformando en un supercepo, pero metió un control de cambios superior al que había puesto después de las PASO. Pagó incluso el costo político. Contra su voluntad, volvieron las retenciones que se necesitaban y puso a sus funcionarios a disposición.
-¿La tercera transición necesaria cuál es?
-Preparar el terreno para el plan de estabilización. Tanto a Raúl Alfonsín como a Carlos Menem les costó preparar el terreno para el plan de estabilización.
-¿Qué hay que hacer con el déficit?
-Hay que bajarlo cerca de 3,5 o 4 puntos del Producto Bruto Interno (PBI) con la colaboración de todo el gabinete. Los desafíos no serán pocos, porque cuando la inflación baje, subirán el gasto jubilatorio y los planes sociales que indexen con la inflación pasada. Además, con la caída de la brecha se perderá un punto del PBI de recaudación del impuesto PAIS y percepciones de Ganancias y Bienes Personales. Pero también estimamos que habrá una a favor con la cosecha normalizada.
-¿De dónde se sacarán esos 3,5 o 4 puntos del PBI que hay que bajar?
-Entre 1 y 1,5 puntos serán bajas de subsidios económicos en 2024 y algo más en los años sucesivos; otro punto será por la no renovación de los contratos que caen, gastos de ministerios, fondos fiduciarios y revisión estricta del presupuesto; y un punto más de la eficientización de planes sociales, transferencias discrecionales y menor déficit de empresas públicas.
-¿Cómo se le pone fin al cepo?
-Estamos trabajando en un régimen cambiario que elimina todo el laberinto regulatorio actual. Es cierto que dependerá de las condiciones iniciales de la herencia, es decir, de cuánto serán las reservas netas, los stocks de pagos atrasados, los acuerdos internacionales y demás; pero nuestro objetivo es converger hacia un marco con regulaciones macro como las que rigen en muchos países de América Latina.
-¿Qué hay que hacer con lo que los economistas denominan “la bola de Leliq”?
-Las Leliq son un problema hoy, con emisión descontrolada, sin programa, sin confianza, con el derrumbe de la demanda de crédito del sector privado y con la demanda de dinero cayendo. En definitiva, esa “bola de Leliq” es la emisión por los déficits fiscales y la compra de deuda interna de los últimos años postergada y acumulada en el pasivo del Banco Central.
-¿Y con la famosa deuda?
-El respeto a las deudas es inexorable. Nos lo enseñó Nicolás Avellaneda y es fundamental honrarlas.
Dólar, expectativas y reformas latentes
Melconian insiste en que, si su plan se aplicara, no hay una primera medida que piense tomar, sino que se trata de un programa integral. “Veo esto como una cuestión de fondo para un cambio y no como un slogan”, dice.
-¿Qué riesgos latentes supone esta elección?
-Es muy importante que la sociedad sepa que los que vienen no lo harán contra ella. Que nadie tiene la intención de sacar del bienestar a quienes estén en esa situación. Seguramente empiecen las mentiras y hay que aclarar de plano que eso no es cierto. Pero sí hay que discutir reformas que hagan al país viable en el corto y en el largo plazo. Asumir que esto no es de unos contra otros. Debe ser una solución colaborativa en el sentido de tener el diagnóstico, conocer el problema y empezar de una vez por todas a resolverlo.
-¿Por qué está estancada la economía desde hace tanto tiempo?
-Llevamos demasiados años de un inédito retroceso estructural con un gasto público sin límite. Esa es una de las causas principales de las crisis financieras e inflacionarias.
-Una de las patas del trípode para cambio de régimen económico que plantean es la reorganización del sector privado. ¿En qué consiste?
-En prestar especial atención al marco laboral, a sectores como la energía, la agroindustria, el comercio exterior, los servicios públicos, los servicios privados, la defensa de la competencia, el sistema financiero y mercado de capitales, y también la desregulación de algunos sectores clave.
-En la mayoría de los papers de consultores económicos hablan de atraso cambiario y de la necesidad de una devaluación. ¿Cuál es su punto de vista al respecto?
-Creo que es un precio relativo más de la economía donde habrá que ver en qué valor lo deja el Gobierno que se va para tener un análisis certero. Será fundamental en este caso analizarlo en el momento concreto.
-En caso de asumir como ministro de Economía, ¿hay una primera medida que no dudaría en tomar?
-Básicamente la de implementar un programa integral. Ya no se trata de una medida aislada. Eso nunca funcionó. La Argentina tiene que recuperar muchas cuestiones básicas de institucionalidad, empezando por el presupuesto nacional, la relación entre las provincias y la Nación, y hasta los marcos que en muchos casos se perdieron. Veo esto como una cuestión de fondo para un cambio y no como un slogan.
-También se habla de actualizar los valores de los servicios públicos, ¿qué tan preparada está la sociedad?
-Hay que volver a popularizar la idea de que en ningún lugar de Latinoamérica, con países muy distintos en condiciones de calidad de vida, de tamaño, en poder adquisitivo e historia, los servicios públicos, el transporte y hasta las comunicaciones se pagan lo que se paga en algunas ciudades del país, y eso está metido dentro del déficit fiscal. Creo que hoy hay un avance muy grande en la concientización de esto en nuestra sociedad.
Plan 2024: el detrás de escena del programa económicoPunto de partida. Su llegada a la Fundación Mediterránea hace un año y medio no fue casual. Se trata del think tank cordobés que generó en los 90 la hoja de ruta con la que se desempeñó luego Domingo Cavallo.Empresas. La familia Urquía (Aceitera General Deheza), Pagani (Arcor), Rocca (Techint), Eskenazi (Petersen), Mindlin (Pampa Energía) y Eurnekian (AA 2000), entre otros apellidos del empresariado local, forman parte de la historia y presente de la fundación.Iniciativas. El trípode que proponen para el cambio de régimen económico incluye la estabilización macro, la reforma del sector público y la reorganización del sector privado.Equipo. Unas 70 personas vienen preparando el plan a nivel nacional, entre los que se encuentran los mediterráneos, como llaman habitualmente al ala técnica de la fundación.Mesa chica. Además de Melconian son clave Rodolfo Santangelo (su socio), Daniel Artana (FIEL), Enrique Szewach y Facundo Martínez (hoy con sombrero del Ieral).