El modelo brasileño que hizo dejar atrás la inseguridad alimentaria y lograr una hazaña en el mundo

ROSARIO.- “En 45 años Brasil pasó de la inseguridad alimentaria a ser uno de los mayores exportadores de alimentos sostenibles en el mundo”. Con estas palabras, Andrea Parrilla, agregada agrícola de la embajada de Brasil en la Argentina, resaltó durante el XXXI Congreso de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid) en esta ciudad cómo el sector agropecuario emergió como un motor fundamental de desarrollo económico y social en el país vecino, respaldado por políticas agropecuarias que trascendieron los cambios de gobierno.

Durante este período, aseguró, se logró reducir en más de un 40% el valor de la canasta básica, permitiendo que las familias de bajos recursos tengan acceso a productos de calidad. “Este logro es resultado directo del notable aumento en la productividad. La producción de granos aumentó seis veces. Mientras, la productividad del maíz y el trigo se incrementó en un 240%. Asimismo, la productividad del arroz experimentó una suba del 315% y el sector forestal un 140%. La hacienda bovina se duplicó y la producción de carne de pollo creció casi 60 veces”, indicó.

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Como motor de esto, la funcionaria destacó que hubo un fuerte trabajo para transformar tierras improductivas en productivas. “Entre 1970 a 1990 hubo una inversión muy grande en tecnología por parte del gobierno que permitió la tropicalización y el desarrollo de nuevas variedades vegetales y razas de animales, transformando los suelos ácidos y pobres de Brasil a suelos fértiles”, dijo.

Destacó que la Empresa Brasileira de Pesquisa Agropecuária (Embrapa) desempeñó un papel importante. Según detalló, la compañía tiene 43 centros de investigación distribuidos por todo el país, con casi 8000 empleados y poco más de 2000 investigadores: el 90% son doctores.

“Entre 2000 y 2020 se fue consolidando en Brasil la idea de que era muy importante impulsar el desarrollo ambiental y medioambiental, lo que llevó a que se impulse una práctica agropecuaria más intensiva, pero consciente de que debía ser sostenible y en línea con el cuidado ambiental”, subrayó.

Para Parrilla, la implementación del “Plan de Agricultura de Bajo Carbono” fue uno de los motores para esta transformación. “Este programa se basa en la recuperación de pasturas degradadas, la plantación de bosques, la integración ganadera-forestal y agrícola, y el impulso de sistemas de siembra directa. Además de la creación más intensiva, bioinsumos y reutilización de residuos animales”, comentó.

Según indicó, su primera fase fue lanzada en 2010 y, gracias a este plan, en un transcurso de 10 años fue posible la mitigación de 193 millones de toneladas de carbono equivalente. Además, se logró la restauración de más de 26 millones de hectáreas de pastos degradados y se incrementó la extensión de sistemas de integración cultivo-ganado-silvicultura en más de 10 millones de hectáreas.

Asimismo, se incorporaron más de 15 millones de hectáreas al sistema de siembra directa. Se rehabilitaron y reforestaron más de 16 millones de hectáreas de bosques de uso múltiple.

Resaltó la importancia de las políticas a largo plazo. En ese sentido, hizo mención al “Plan Safra”, considerado como el pilar fundamental de la política agropecuaria. También remarcó la importancia de la política estatal conocida como PIAG: Programa de Adquisición de Alimentos de la Agricultura Familiar. A través de esta iniciativa, se otorga valor a la biodiversidad y a la producción orgánica y agroecológica de los alimentos.

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Brasil cuenta con una legislación ambiental rigurosa. Por ejemplo, es obligatorio para todas las propiedades rurales de diferentes regiones preservar un porcentaje de sus tierras con fiscalización del gobierno. Según detalló, en la región amazónica, por ejemplo, se exige que el 80% de las propiedades rurales estén preservadas. De manera similar, en el Cerrado se establece un requerimiento del 35% de conservación y en otras regiones un 20%.

En 2005 teníamos un poco más de dos millones de hectáreas y en 2020 casi 20 millones de hectáreas bajo los sistemas agrícolas, ganaderos y forestales. En esta intensificación en la producción agropecuaria se trabaja con la mitigación de emisiones de metano, la conservación del suelo y el agua y ahorro de tierra”, concluyó.

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