El intrépido “piromaníaco” y el “loco” de la motosierra

“Tienen que liquidar ahora, hay que evitar un fogonazo con el dólar, liquiden ahora”. Despuntaba la jornada del martes y Sergio Massa trajinaba los celulares de sus contactos del complejo agroexportador para que lo ayudaran a evitar un impacto directo en la cotización de la moneda de la medida que había anunciado el día anterior, la eliminación de un plumazo de casi todo el impuesto a las Ganancias. “Estaba desesperado, buscó presionar más que convencer”, relataron sus interlocutores, que no salían de su sorpresa al ver que “el ministro candidato piromaníaco optó por echar más leña al fuego”, como definió el economista Miguel Ángel Broda en el coloquio de la Unión Industrial de Córdoba.

En realidad solo se trata de la versión más intrépida de Massa, el personaje de mayor ambición y determinación de la política argentina, que volvió a demostrar que está dispuesto a hacer todo lo que está a su alcance para entrar en un ballotage. En pocos días anunció bonos, compensaciones, baja de impuestos, sorteos de bicicletas, autos y electrodomésticos. En una semana derramó 1,3 puntos del PBI a la calle para amortiguar el tremendo impacto del índice de inflación más alto en más de tres décadas. Se sacó el traje de ministro, hizo explotar (por seguir con la terminología incendiaria) los compromisos de reducción del déficit que acordó con el FMI, y salió a reventar la tarjeta. Si fuera una de James Bond, la película de Massa se llamaría “El mañana no existe”, todo es presente absoluto. Si se cumple su sueño y llega a la Casa Rosada, se encontrará con los restos de sus propias decisiones, pero esa será otra historia. En la Argentina las elecciones no separan mandatos presidenciales, sino eras geológicas.

Desde un punto de vista fiscal, las medidas ya no tienen parámetro. “Sergio arregló con el Fondo, blindó el camino de desembolsos hasta que se defina la elección, se dio vuelta y empezó a gastar. Siempre fue su plan”, confiesa un empresario que conversó con él del tema. La otra preocupación es el impacto inflacionario, que también está fuera de parámetros tras el histórico 12,4 (dicen en Hacienda que es uno de los motivos por los que volvieron los ruidos con Gabriel Rubinstein, en los hechos eclipsado por el cada vez más poderoso Guillermo Michel).

Los economistas piensan que hasta fin de año se mantendrá en esos niveles, pero que no habrá una espiralización. La preocupación es qué puede pasar con el dólar cuando la masa de pesos liberada se perciba en los bolsillos. Ocurrirá a principios de octubre, en la cuenta final hacia las elecciones. “Lo del IVA es relativo porque está acotado por su instrumentación, pero lo de Ganancias va a ser fuerte en términos de ingresos”, admite un reconocido consultor. Sin embargo, hay quienes piensan, como la economista María Castiglioni Cotter, de la firma CyT, que “hay pocos casos en los que los beneficios puedan compensar una inflación tan alta, y las medidas que toma el Gobierno estimulan la suba de precios”.

Pero para interpretar las medidas de Massa no hay que recurrir tanto al prisma económico como al político, porque fue en este plano donde se produjo el quiebre más importante. Tras el tercer puesto en las PASO, y las vacilantes primeras dos semanas posteriores, el candidato adoptó una decisión estratégica: ser el único y absoluto protagonista y ejecutor de la campaña. Volver a ser la figura hegemónica, como en su época silvestre del Frente Renovador. Ante el desgano que evidenciaban gobernadores e intendentes, y la prescindencia de La Cámpora, entendió que la única manera de sobrevivir era tomar las riendas en sus manos. Se reunió al menos dos veces con Cristina Kirchner para hablar directamente del tema, una de ellas en total secreto. La vicepresidenta, que por ahora no planea exponerse en la campaña, asintió. Y desde entonces, Massa no paró.

Le pidió a Máximo Kirchner que se involucrara más y el diputado salió de su ostracismo para empezar a mostrarse en público y en privado con él; arrastró a los gobernadores hasta Tucumán, donde les hizo decir en declaraciones en off que “se habían dormido y que no vieron venir a Milei” (no hubo uno solo de ellos que esta semana protestara por la pérdida de coparticipación que implica el reajuste de Ganancias y del IVA) y limó asperezas con Wado de Pedro, que había quedado corrido por el protagonismo de Malena Galmarini. Esparció la idea de que el líder libertario no siguió creciendo, que Patricia Bullrich retrocedió y que él tiene grandes chances de ingresar al ballottage. “Hay una energía renovada a partir de estos datos, logramos reunificar de nuevo a todo el peronismo y convencerlo de que no está todo perdido, como muchos creían”, describió un operador de su campaña. La Cámpora, que en el último tramo trabajó a reglamento, volvió a encolumnarse.

Massa sabe que igualmente puede perder, pero su obsesión es llegar al ballottage. Entiende que de ese modo quedaría con una cuota de poder relevante dentro del peronismo porque todos los votos que consiga habrán sido fruto de su propio desempeño; no le deberá nada a nadie y lo hará valer. Así podría posicionarse como el gran líder opositor, el interlocutor privilegiado, el balancer del nuevo tablero político. El sector más duro del peronismo probablemente se aglutine en torno de Axel Kicillof en la provincia de Buenos Aires -si logra retener el poder- y adopte una posición mucho más confrontativa. Por eso hubo mucha preocupación en el ecosistema bonaerense por el choque público entre el gobernador y Máximo Kirchner, quien se ve afuera del futuro esquema de poder provincial e hizo saber su malestar.

Ambigüedades y funcionalidades

De esta manera se comprende mejor el juego de roles que Massa escenifica con Milei. No solo rivaliza y empatiza con él para generar la sensación de que son los contendientes que pasarán a la segunda vuelta y, de paso, ningunear a Bullrich. También lo hace porque imagina una funcionalidad para el día después de las elecciones si gana el libertario. Así se entiende el contoneo de ambigüedades que se dispensan mutuamente, que empezó en la campaña, cuando el massismo hizo aportes a las listas de LLA, como reconoció Juan Grabois; siguió el día de las PASO, cuando el peronismo aportó el trabajo de fiscalización, y continúa ahora.

El minué del presupuesto fue, al menos, extraño. En una carta al Gobierno Milei apeló a un inusual tono protocolar para pedir “respetuosamente a esa Presidencia se sirva evaluar la posibilidad de dispensar transitoriamente al Poder Ejecutivo de la obligación dispuesta en el artículo 26 de la Ley N°24.156 (…) hasta el momento de haberse cumplimentado el acto eleccionario”. Massa hizo “consultas técnicas” y, si bien presentó el proyecto para no incumplir la ley, mandó a congelar su debate en Diputados. Les sirve a ambos: al ministro, para no hacer la autopsia en público de una economía descarriada; al libertario, para no impugnar a su rival y evitar expresar posición en detalle de lo que viene. Según María Eugenia Vidal, “se pusieron de acuerdo”. Suspicacias incomprobables. Igual que quienes dicen que algunos vasos comunicantes circulan por los ductos que construye el empresario Eduardo Eurnekian (quien intuye el arrastre político y salió a despegarse de los dichos de Milei sobre el Papa).

A muchos les llamó la atención el silencio en redes de Milei cuando se conoció la inflación de esta semana o cuando se anunciaron las medidas que expandirán el déficit fiscal, una de sus obsesiones. En el equipo de La Libertad Avanza niegan enfáticamente un pacto tácito con el ministro y aseguran que ahora su objetivo es enfrentarlo en forma directa porque piensan que así pueden evitar un ballottage. Manejan números que marcan que están en 36 puntos, contra 30 de Massa y 22 de Bullrich. “Tenemos que ganar en primera vuelta porque creemos que es posible y porque reducimos el riesgo que siempre entraña prolongar la campaña. Igual creemos que en un ballottage también ganamos, porque es natural que la mayoría de los votos de Juntos por el Cambio nos acompañen a nosotros y no a Massa”, dicen en el entorno libertario.

La estrategia electoral de Milei tiene una dinámica bastante particular, como quedó en evidencia este jueves. Su hermana Karina, junto con el armador Carlos Kikuchi, reunió en absoluto hermetismo en Puerto Madero a un grupo de candidatos de las provincias, el primer encuentro post PASO de una agrupación en la que las convocatorias grupales escasean. Les pidieron a todos que no dijeran una palaba de lo conversado y reclamaron verticalismo en la comunicación. Lo llamativo fue que Milei no pasara ni a saludar, mucho más teniendo en cuenta que no conoce a varios de ellos. Es curioso el desinterés por saber quiénes lo representan en el país.

Ese mismo día, pero a la noche, los principales candidatos territoriales, Ramiro Marra y Carolina Píparo, se juntaron con otro grupo de postulantes a legisladores nacionales y armadores, entre los que estuvieron Oscar Zago, Marcela Pagano, Alberto Benegas Lynch y Sebastián Parejas. Ninguno de ellos había estado en la reunión vespertina. Como si fueran dos ligas separadas. Tampoco fue Milei. “Es cierto que Javier no tiene contacto diario con muchos de ellos y que no se mete de lleno en el armado electoral”, reconocen en su entorno. Puede dar fe de ello Eduardo Varela, candidato a intendente de Merlo con ciertas chances, quien en la reciente caravana de Milei por su distrito lo subieron al vehículo en el que se trasladaba el candidato presidencial y cuando al bajar le preguntaron cómo le fue, respondió: “No me dirigió la palabra”.

Está claro que al líder libertario le interesa mucho más el trabajo que en reserva viene desarrollando Nicolás Posse para el armado de los equipos técnicos, el prototipo de lo que imagina el futuro gobierno. Su idea es que algunos se dedican a los medios y la campaña, y por otro andarivel se preparan los que realmente estarían en la administración. Posse está destinado a ser una figura clave de la gestión, como Guillermo Francos (quien demoró diez días su regreso al país) apunta a serlo en la articulación política. En el plano económico se asume internamente que Milei está más cerca de las ideas de Emilio Ocampo en materia de dolarización que del tridente Roque Fernández-Carlos Rodríguez-Darío Epstein. “Es quien está haciendo el trabajo más ordenado con ese plan. Por eso no sale en la televisión”, esgrimen en el campamento violeta. No se trata solo de una cuestión de nombres, sino de política monetaria. Ocampo es el más asertivo con el plan dolarizador; sus colegas son más cautos. Todos ellos prefieren hablar de “libre circulación de monedas”, un concepto que en los hechos no se aleja tanto del bimonetarismo de Carlos Melconian. De hecho hasta el año pasado estuvieron en contacto con Horacio Liendo, arquitecto legal de la convertibilidad y ahora también del concepto de bimonetarismo, quien llegó a hablar con Ocampo y hasta con el propio Milei.

Cuando los libertarios dicen que tienen hasta cinco planes para dolarizar, no solo piensan en la viabilidad política, sino también en las señales judiciales. La Corte Suprema ya hizo saber que una cosa es permitir el curso legal de más de una moneda, que se puede hacer por ley, y otra muy distinta es eliminar el peso y reemplazarlo por otra divisa, porque se contrapone con la letra de la Constitución. El frente judicial está llamado a cobrar un notable relieve en un eventual gobierno de Milei. Y los jueces se están preparando para eso. “Creemos que en la nueva etapa vamos a tener la oportunidad de demostrar la importancia de una justicia independiente que ejerza un rol rector en el cumplimiento de las leyes”, sintetizó un importante magistrado. En una primera instancia, la mira está puesta en el fuero Contencioso Administrativo, donde podrían ir a parar los recursos que se puedan generar por aumentos de tarifas, quita de subsidios, reducción de planta y otras medidas en carpeta. En la Corte son cautelosos. “No vemos a un tribunal queriendo ser protagonista, pero tampoco eludiendo responsabilidades”, sostienen.

Mientras discurre la campaña y organiza su entorno para gobernar, Milei también encara un período muy especial a nivel personal. Su camino hacia el judaísmo ya es un proceso en consolidación, que está espejado en su distanciamiento del cristianismo (las renovadas críticas al Papa en su entrevista con Tucker Carlson respondieron a su enojo por la misa y los cuestionamientos de los curas villeros). Pero esa transformación no solo tiene una interpretación religiosa; también refleja una búsqueda de cierta armonía y equilibrio personal. Cerca suyo admiten que está en la senda de un mayor autocontrol para su emocionalidad desbordante y que lo ven muy cambiado desde que está en pareja. Si se observa el video del viernes, donde recorre Olavarría enrojecido de euforia gritando “tiembla la casta” y exhibiendo una motosierra en funcionamiento, podría deducirse que el camino va a ser complejo. Como si se tratara de una metáfora política, en el instructivo técnico de esas máquinas se aclara: “A pesar de los dispositivos de seguridad y la ropa de protección, el uso de la motosierra puede provocar lesiones, debido a las grandes fuerzas que se ejercen en el trabajo, a la cadena rápida y afilada, o a la vibración y el ruido de la maquinaria”. Una advertencia casual para “el loco”, como le dicen sus viejos amigos con afecto.

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