El impacto de la inflación: la recesión ya comienza a notarse a las góndolas

Luego de la leve recuperación de 2022, el impacto de la aceleración de los precios ya se hace sentir con fuerza en el consumo y la mayoría de los pronósticos de los empresarios del sector y de las consultoras privadas hablan de una caída en las ventas de alimentos y el resto de los productos de la canasta básica en 2023.

Más allá del buen momento que viven las grandes cadenas de supermercados –favorecidas por los Precios Justos y la pérdida de clientes que sufren los autoservicios chinos-, la recesión en las góndolas ya es un hecho. En el primer cuatrimestre del año, el consumo masivo cayó un 0,5% en unidades, frente a la suba de 1,9% con que había cerrado 2022, según los datos de la consultora Scentia. Y todo indica que el segundo semestre llegará con más malas noticias.

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“Venimos de seis años consecutivos de caídas, con una leve recuperación en 2022, pero todo lo que habíamos ganado el año pasado ahora se va a perder en 2023″, explicó Osvaldo Del Río, director de la consultora Scentia, que proyecta para este año una caída de entre 1% y 2% en el consumo.

Guillermo Oliveto, de la consultora W, comparte la proyección menos optimista y destaca que más allá del algunas “burbujas de bienestar”, el panorama en materia de consumo sigue siendo muy complicado.

“Por un lado, se ven lo que yo llamo burbujas de bienestar con más gente en los restaurantes y un récord en la venta de entradas de cine, lo que se explica porque no se consiguen autos 0km, no se venden propiedades y viaja al exterior la mitad de la gente que lo hacía antes de la pandemia. Todo ese dinero que ‘sobra’ va al consumo de corto plazo. Pero no hay que perder de vista que el mercado de consumo masivo se achicó y hoy es un 10% más pequeño que el existía en 2011″, señaló Oliveto en el marco del Retail Day, el encuentro de la industria supermercadista organizado por Retail Publishing.

Góndolas más pobres

En Nielsen también proyectan una baja en las ventas para el segundo semestre. “El año podría cerrar con una baja de 1,5% y 2% en las ventas de alimentos, bebidas, por efecto de la inflación y porque la base comparación es más alta, ya que diciembre había cerrado más arriba, entre otras cosas, por el efecto Mundial”, explicó Javier González.

Desde el sector privado, comparten la visión de que el consumo masivo no logró escapar al impacto de la inflación. “El consumo está deprimido y en nuestro caso estamos 2,5% abajo en que en los mismos meses del año pasado”, señaló Víctor Palpacelli, director de la cadena Almacor –que cuenta con 60 bocas en Córdoba, La Rioja y Catamarca-.

“Todo el consumo de bienes durables que la gente no lo puede hacer, en algunos casos lo termina volcando en la compra de algún alimento o un pequeño lujo que se puede dar en un supermercado, pero no parece muy sostenible en el tiempo”, explicó el CEO de una cadena de supermercados.

“La recesión se ve no solo en que caen las ventas en unidades. También se está empobreciendo el consumo, con una baja en la demanda de las marcas líderes y una suba en las segundas y terceras marcas”, señaló Fernando Aguirre, director de la Cámara Argentina de Supermercados (CAS), que reúne a las cadenas regionales.

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Migración de la demanda

En forma paralela al impacto que implica la inflación en el consumo, también se registra otro fenómeno como la migración de clientes hacia las grandes cadenas. Los acuerdos de precios como Precios Cuidados o los más recientes Precios Justos no sirvieron para frenar la inflación -de hecho, el costo de vida no paró de subir desde el lanzamiento de la canasta inicial por parte Augusto Costa en enero de 2014-, pero sí tuvieron como efecto indirecto una consolidación del poder de las grandes cadenas de supermercados de la mano de la profundización de la brecha de precios entre el llamado canal tradicional (autoservicios, almacenes, negocios de barrio) y el canal moderno.

Históricamente, los supermercados fueron más baratos que el resto de los comercios minoristas, pero lo que era una diferencia que rondaba entre los 8 y 10 puntos, ahora se multiplicó por tres y las diferencias en los precios en algunos productos como aceites o azúcar llegan al 100%, es decir que en un supermercado cuestan la mitad que en un autoservicio chino o un almacén. La creciente diferencia de precios entre los supermercados y el resto de los canales se explica básicamente a partir de la fiscalización que hace la Secretaría de Comercio del cumplimento del plan Precios Justos.

No solo porque los cerca de 2000 artículos que integran esta canasta se consiguen exclusivamente en las grandes cadenas, sino también porque los comerciantes más chicos denuncian que los principales fabricantes de alimentos y bebidas aplican una doble vara en materia de aumentos. En las listas que les envían a los supermercados cumplen con el tope del incremento mensual del 4%, mientras que para el resto de los canales los precios, en los hechos, están liberados y las subas promedios rondan el 10%.

“La brecha de precios entre los grandes supermercados y el resto de los canales es una señal más de la distorsión que vive la economía argentina y que difícilmente se pueda sostener mucho más en el tiempo”, advirtió Oliveto.

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