El ministro de Economía, Sergio Massa, llegó al poder en medio de una corrida cambiaria que se había desatado tras la renuncia de Martín Guzmán y el impasse de Silvina Batakis en el Palacio de Hacienda. Con el dólar desatado, la inflación había tocado un pico de 7%. Varios meses después, y pese a las promesas de estabilizar la economía en medio de parches, la suba de precios trepó el mes pasado un 7,8% y los analistas prevén una inflación hasta fin de año en torno al 7%.
Massa decidió focalizar su gestión, que tuvo siempre el apoyo de Cristina Kirchner y La Cámpora, en el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), pese a las críticas del kirchnerismo duro en los micrófonos de medios afines. De hecho, comenzó con un ajuste de gastos nominal y con una promesa de limitar la emisión monetaria. Ninguno de esos caminos se mantuvo firmemente, tampoco el objetivo de acumulación de reservas fijado con el Fondo. Por caso, la baja del déficit fiscal de mayo se produce gracias a la inflación, pese a que el resultado fiscal acumulado es malo.
Mediante tipos de cambios diferenciales, el dólar soja, y la ampliación de cepos (con devaluaciones fiscales y trabas para importar) buscó contener la salida de dólares. Sin embargo, la brecha cambiaria no se achicó, menos luego de la sequía.
En un primer momento, el ministro logró una desaceleración de la inflación (sobre todo el último bimestre del año pasado) a un piso del 5% gracias a los bajos precios de la carne, producto de la mayor oferta por la sequía. Fue entonces que prometió que para abril, la inflación iba a comenzar con un tres adelante. Eso se terminó a comienzos de este año, cuando la actual gestión comenzó a sentir la recuperación de esos productos y con la sequía. Entonces acumuló cinco alzas seguidas. El pico fue el 8,4% de inflación en abril. En mayo, el IPC desaceleró en niveles altos y analistas creen que eso pasará en junio. Sin embargo, la suba de los precios llegaría a alrededor de un 130% a finales 2023 estiman los expertos.
En ese contexto, Massa decidió comenzar a ajustar el programa con el Fondo. Desde Bali, en una reunión del G20 anticipó que el organismo multilateral de crédito avalaría un cambio de las metas de acumulación de reservas. Desde el comienzo de su gestión, el ministro había acordado con Cristina Kirchner que evitaría una devaluación brusca. Sin embargo, seguía perdiendo dólares del Banco Central (actualmente, las reservas netas ya son negativas en cerca de US$1500 millones).
La situación empeoró con la falta de agua y la proyección de que se perderían US$20.000 millones. Las metas del segundo trimestre con el Fondo se incumplieron. Antes, Massa pidió recalcular todo el programa de Facilidades Extendidas. El ministro busca la semana que viene lograr un staff level agreement la semana que viene con la quinta revisión.
Massa necesita además que el Fondo apruebe un frontloading (un adelanto de fondo de US$12.400 millones) para intentar encapsular la campaña de Unión por la Patria y evitar una corrida cambiaria en medio de las elecciones presidenciales. Ahora, será nada más y nada menos que para aumentar las chances presidenciales de su propia candidatura.