Luego del triunfo de Javier Milei, candidato presidencial por La Libertad Avanza, en las PASO de agosto, la dolarización se volvió un tema recurrente y polémico. Con Ecuador y El Salvador como precursores de la medida económica, según un artículo de Eduardo Levy Yeyati, con colaboración de Marina Dal Poggetto, para el Financial Times, es probable que estos dos casos generen esperanzas de poner fin a años de caos en la Argentina. “Pero no es una panacea para el país —opina el economista—, y existen obstáculos muy grandes para su adopción”.
Levy Yeyati es uno de los referentes económicos de la UCR, en Juntos por el Cambio. Explica que la dolarización requiere crear un “colchón de liquidez” con el fin de contrarrestar una posible corrida en el sistema bancario. “Esto sustituye el papel de un banco central como prestamista de último resultado, que, bajo la dolarización, queda prácticamente eliminado”, sostiene en relación con la también polémica postura del libertario de terminar con la intermediación del BCRA.
En sintonía con este problema del “colchón”, Yeyati agrega que, como las reservas netas en el Central son negativas, dolarizar implicaría caer en un préstamo nuevamente, con todos los problemas que eso acarrea: “Sin dudas, esto sería una tarea difícil para el país, dada su mala posición en los mercados internacionales, ilustrada por el diferencial de los rendimientos de su deuda soberana sobre los bonos del Tesoro estadounidense de más de 20 puntos porcentuales”.
Dolarizar la economía argentina se volvería un paso irreversible: “Pasar de una moneda fuerte como el dólar a una más débil es prácticamente imposible”, advierte. Además, agrega que El Salvador y Ecuador están expuestos constantemente a shocks externos, como el precio del petróleo, los ciclos financieros globales, las pandemias y las guerras. El problema: no cuentan con la opción de amortiguar el impacto “suavizando” el tipo de cambio.
Aun así, Yeyati no niega que existan algunas ventajas. “La dolarización unilateral promete a la Argentina los mismos beneficios que su versión blanda, la caja de conversión, prometió a principios de los noventa. Podría resolver el problema de la inercia a la hora de abordar la inflación mediante la política monetaria. Y también ayudaría a controlar los desequilibrios fiscales crónicos del país al recortar el financiamiento monetario del déficit”, enfatiza.
El economista recalca, a su vez, que la junta monetaria funcionó porque antes se había reestructurado la deuda y aliviado las presiones del déficit fiscal. Sin embargo, el Gobierno recayó en indisciplina fiscal, y “la fortaleza mundial del dólar” desencadenó una serie de crisis que atentaron contra la fe del dólar en la Argentina. A todo esto se sumó el 2001 y la impresión de dinero fiduciario: “Se adoptó así la discreción monetaria que se suponía que la junta monetaria eliminaría. La junta monetaria fue eliminada en 2002″, explica.
Yeyati hace hincapié en el caso de Ecuador como un ejemplo que muestra los efectos contrarios de la dolarización: “Después de adoptar la dolarización, Ecuador continuó aumentando el gasto público e incumplió dos veces el pago de sus deudas, a pesar de un inesperado auge petrolero. Y la economía del país se ha estancado en términos reales per cápita durante los últimos 10 años”.
Su opinión es tajante: la dolarización es “impracticable y opaca”. Una especie de “mantra” que otorga poderes mágicos de recuperación al “hada de la dolarización”. “Esperemos que la desesperación de la Argentina ante su propia historia no genere un fiasco nuevo y más permanente”, concluye el especialista.