El Gobierno busca convertir el Museo de la ESMA en patrimonio mundial, pese a las críticas por el relato kirchnerista

Entre las PASO de agosto y las elecciones generales de octubre, el gobierno de Alberto Fernández espera sorprender con un logro internacional en el campo de los derechos humanos: la inscripción del Museo Sitio de Memoria ESMA en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco. Se trata de una aspiración de largo aliento, pero que aún en la Argentina tropieza con fuertes críticas por el uso sesgado que el kirchnerismo le asigna a este espacio desde 2003.

Se trata de un sector del predio que perteneció a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), donde funcionó el emblemático centro clandestino de detención y torturas de la dictadura militar. El museo está emplazado en el viejo Casino de Oficiales, ocupa una superficie de 5390 metros cuadrados cubiertos (planta baja, cuatro pisos y UN subsuelo) en Av. del Libertador 5181, y por allí pasaron unos 5000 detenidos ilegales, muchos de los cuales fueron arrojados al río desde los llamados “vuelos de la muerte”.

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Pero es el mismo predio cuyo significado fue banalizado por organizaciones kirchneristas con asados, murgas, recitales, payasos, actividades partidarias y muestras temporarias en las que se equiparaban a dirigentes de partidos democráticos con los responsables de los crímenes de lesa humanidad, según denuncian intelectuales que ponen reparos a la proclamación de la Unesco.

La suerte de la propuesta de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, que conduce Horacio Pietragalla, y cuyos consensos intenta enhebrar la delegada argentina ante la Unesco, Marcela Losardo, se definirá entre el 10 y el 25 de septiembre, cuando se reúna el Comité del Patrimonio Mundial de la Unesco en Ryad, Arabia Saudita. La discusión incluirá un debate más amplio: hasta qué punto se promoverá la inscripción de sitios que responden a la categoría de “memoria histórica asociada a conflictos recientes”.

Otros casos de sitios de memoria podrían tratarse en la reunión de septiembre, luego de que en enero pasado se dejara sin efecto la moratoria dictada en 2017 para no recibir más postulaciones.

El comité que debe resolver la propuesta argentina está integrado por 21 países y, según reveló a LA NACION un experto latinoamericano en patrimonio mundial, todavía “existen muchas dudas y conversaciones en la Unesco” sobre esa categoría de memoria histórica asociada a conflictos recientes. Sostuvo que otros temas acaparan la atención, como la situación que envuelve hoy a los sitios de Rusia y Ucrania, en medio de la guerra.

La fuente consideró, en tanto, que la delegación argentina, con Losardo a la cabeza, llevó adelante “un trabajo dilatado para que sea inscripto el sitio en la Lista del Patrimonio Mundial”. Entre el 27 de febrero y el 2 de marzo de este año realizó una visita al museo una misión del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos), encabezada por el inspector Juan Luis Isaza Londoño. El proyecto había dado sus primeros pasos durante la presidencia de Cristina Kirchner y continuó en la gestión de Mauricio Macri, cuando la Secretaría de Derechos Humanos estaba en manos de Claudio Avruj.

La “vergüenza argentina”

“La memoria es un hecho plural, no puede ser construida con una sola mirada”, dijo la periodista y referente de la defensa de derechos humanos Norma Morandini a LA NACION, al lamentar que el sitio haya sido “profanado con bailes y asados”.

“Se pretende declarar universal algo que de ninguna manera puede ser un orgullo: es nuestra vergüenza. ¿Cómo puede ser propuesto para ser parte de la Unesco, cuya misión es promover la paz?”, se preguntó la exsenadora nacional, que sospecha de “un lobby muy fuerte del Gobierno para que prospere la iniciativa.

Sus hermanos Néstor y Cristina Morandini pasaron por la ESMA y están desaparecidos. La exsenadora recordó que varios sobrevivientes del centro clandestino de detención que integraban el Instituto de Espacio para la Memoria, un organismo autárquico constituido por el gobierno de la Ciudad en diciembre de 2002, habían objetado la creación de un museo, dado que la Justicia aún tenía pendiente la recolección de pruebas para avanzar en las causas judiciales.

También fue terminante el historiador Luis Alberto Romero, para quien el Museo Sitio de Memoria ESMA parece inspirado en iniciativas similares de otros países, aunque existe una diferencia esencial.

“El trabajo social de la memoria, referido a un proceso de violencia, consiste en una reflexión abierta y reflexiva, que se enriquezca continuamente. Cualquier monopolio de la palabra va en contra de su espíritu esencial, como ocurrió en las dos décadas kirchneristas y muy especialmente en la ESMA”, explicó Romero, ante una consulta de LA NACION.

Dijo que “el espacio fue repartido entre grupos impulsores y defensores de las políticas oficiales sobre la memoria y la ESMA funciona como el ámbito de reparto de subsidios y reconocimientos”.

Una mirada sesgada

Ya en 2010, el filósofo búlgaro Tzvetan Todorov –el recordado intelectual que recorrió todos los campos de concentración del siglo XX y falleció en 2017- visitó el Museo Sitio de Memoria ESMA y advirtió sobre los riesgos que implicaba la “visión parcial y sesgada” del gobierno kirchnerista.

“En ninguno de los lugares que visité -uno de ellos fue la ESMA- vi el menor cartel aludiendo al contexto en el que se instauró la dictadura, en 1976, a la situación anterior o posterior. Pero todos sabemos que entre 1973 y 1976 se produjeron tensiones extremas que llevaron al país al borde de la guerra civil”, escribió Todorov en un informe, al señalar el poco valor que tiene presentar fotos, placas y nombres de víctimas sin el contexto correspondiente. Lo mismo ocurre en el Parque de la Memoria de la Ciudad de Buenos Aires.

También se consideran mínimas las referencias a los esfuerzos que realizó el país tras la recuperación de la democracia, con el trabajo de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), el Juicio a las Juntas y los procesos judiciales a dirigentes guerrilleros.

“En lo personal yo no tendría nada en contra. Pero ahí se ha hecho de todo, hasta asados y choripanes. Distintos organismos, algunos representativos de los derechos humanos, pero otros no tanto, recibieron un espacio y hacen lo que quieren. El lugar parece muy invadido”, sostuvo Graciela Fernández Meijide, ante una consulta de LA NACION.

“Estamos ante la oportunidad de retomar una discusión que el kirchnerismo congeló, en procura de consolidar un relato y convertirlo en un dogma inapelable”, opinó el periodista Jorge Sigal, de larga trayectoria en el campo de los derechos humanos. Aseguró, además, que “mucho antes de que existieran los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, la Argentina hizo un camino muy dramático y muy valioso, que no aparece reflejado en los sitios de memoria oficiales”.

También el editor y ensayista Alejandro Katz, en diálogo con LA NACION, cuestionó la “operación discursiva” del kirchnerismo, una práctica que lo lleva a “apropiarse de las buenas causas”.

“Posiblemente no esté mal declarar a la ESMA patrimonio mundial. Lo es Auschwitz, lo que indica que un lugar ominoso puede ser también sitio patrimonial. La ESMA no es Auschwitz, pero es un sitio que se tornó emblemático, no solo en la Argentina, como síntesis de la capacidad de daño que tiene nuestra especie. Pero no es menos cierto que el kirchnerismo nos mostró sobradamente la capacidad que tiene para apropiarse de buenas causas y convertirlas en espurias”, es la opinión de Katz.

En tanto, el politólogo Vicente Palermo no está a favor de “declarar patrimonio común de la humanidad a lugares siniestros”.

“La ESMA es un lugar de horror y, si bien el horror es lamentablemente un patrimonio humano, no me parece nada adecuado declararlo como tal, a través de una monumentalización”, argumentó Palermo, contundente.

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