Ganar por poco, un desafío para la gobernabilidad de 2024

El domingo hubo dos noticias para Juntos por el Cambio, una buena y la otra, no tanto. La buena noticia es doble: Ignacio Torres ganó la elección a gobernador en Chubut y, finalmente, la oposición logró desplazar al peronismo del poder. La mala es que ganó por poco, demasiado poco. Las encuestas inflaron expectativas opositoras con un pronóstico de triunfo de JxC de casi nueve puntos de ventaja sobre el candidato kirchnerista. La realidad fue menos espectacular: la victoria opositora fue prácticamente un empate técnico, con una diferencia de apenas 1,6 puntos por sobre Juan Pablo Luque, el candidato de la continuidad perokirchnerista. El tema no es menor. Por supuesto que para una fuerza política, el primer objetivo es ganar una elección. En ese aspecto, con un punto, alcanza. El problema es que una victoria tan acotada presentará todo un desafío para un futuro gobierno opositor que quiere desbloquear realmente la marcha de la Argentina. Ante la dureza de un kirchnerismo relegado a la oposición, la legitimidad de los votos no puede dejar lugar a dudas. El principio que dice que el poder ordena al peronismo tiene una contracara: que sólo una derrota contundente puede ordenar al kirchnerismo en su etapa opositora.

En el caso de JxC, el triunfo del domingo no logra disipar una preocupación de la oposición: cómo puede ser que la ciudadanía no condene con más vigor al oficialismo provincial y al legado de crisis profundas que deja la gestión saliente del gobernador Mario Arcioni. Esa conducta electoral preocupa a la oposición y le pone presión a la elección nacional: si la ciudadanía se comporta igual en la elección presidencial, el resultado entraña mayor incertidumbre. Ganar es el objetivo pero ganar por poco no es lo mismo que ganar por mucho.

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En ese sentido, el caso de Chubut aporta a tres preguntas clave que atraviesan la elección presidencial de este año. La primera, si el kirchnerismo, con el ministro candidato Sergio Massa, será derrotado en las urnas. La segunda, el tamaño de esa derrota. Y el lado B de esa pregunta conduce al tercer interrogante, que es doble: si efectivamente la oposición encarnada por JxC ganará la presidencia y si gana, cuál será el tamaño de su victoria.

Está claro que el triunfo del domingo, aunque ajustadísimo, mostró una competitividad que JxC no tuvo en 2019. Es decir, para la oposición, hay un balance positivo posible: que se quedaron con la victoria y que desplazaron al peronismo del poder provincial de Chubut. Pero para la oposición, ganar no es el único gran tema de estas elecciones. El otro gran tema es ganar por mucho. El objetivo no sólo es el triunfo sino la gobernabilidad, y una gobernabilidad sostenible a lo largo de todo un mandato presidencial. Un horizonte muy exigente.

Hay una versión nueva de gradualismo o shock del lado opositor. El triunfo en Chubut le muestra a la oposición un futuro de consolidación gradual. El problema es para una eventual próxima gestión necesita un shock de legitimidad a partir de un triunfo indudable.

Si efectivamente se da el triunfo de JxC en la próxima elección presidencial, la cuestión es qué matriz de triunfo va a reproducir. ¿Seguirá el modelo Santa Fe, con un triunfo contundente de JxC, donde la crisis total, incluyendo la expansión del narco, arrinconó definitivamente al kirchnerismo? ¿O va a reproducir la lógica electoral de una Chubut en crisis en donde, sin embargo, el candidato oficialista no recibió una condena impactante?

La situación crítica de Chubut creó expectativas en la oposición. Los indicadores de la gestión de Arcioni dieron sustento a la posibilidad de una derrota sin vueltas. En el segundo semestre de 2022, en los principales aglomerados urbanos de Chubut que mide el Indec, la pobreza tuvo un crecimiento preocupante comparado con el primer semestre. En Comodoro Rivadavia-Rada Tilly, la pobreza pasó del 25,6 al 27,2 por ciento. Y en Rawson-Trelew pasó del 33,7 al 40,9 por ciento. La crisis educativa también marcó la gestión provincial de los últimos años.

La presencia de Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich el domingo en Chubut fue una señal de las esperanzas acumuladas en torno a un posible triunfo contundente. Las encuestas confirmaban esa ilusión. La encuestadora Trespuntozero de Shila Vilker había pronosticado un triunfo electoral de Torres por 38,5 por ciento y una derrota de Luque, que se quedaría apenas con el 29,7. La intención de votos por espacio también alimentaba ese sueño opositor: JxC mostraba una intención de voto del 33,5 por ciento, mientras que el Frente Arriba Chubut apenas alcanzaba el 23,9 por ciento, es decir, una brecha de casi 10 puntos a favor de JxC. La diferencia pronosticada quedó a años luz de la diferencia que se dio el domingo.

El “si no es todo, es nada” lleva la marca de identidad de Bullrich. Pero lo cierto es que en JxC, en general, hay una coincidencia en relación al objetivo de un próximo gobierno: la necesidad de un reformismo estructural que cambie la lógica productiva, política y social de la Argentina de una vez y para siempre. La diferencias está en el cómo, si se hace con la intransigencia de Bullrich o con el consensualismo de Larreta. Pero lo central es que JxC apunta a un proceso de cambios muy de fondo.

Si la oposición gana como ganó en Chubut, ese objetivo enfrentará desafíos difíciles. Si gana como en Santa Fe en las PASO, tendrá un camino más allanado. La crisis económica es contundente pero todavía no está claro cómo impactará en el voto. La ciencia política se sorprende ante un oficialismo que cree tener chances en medio de una gestión económica que hace agua por todos lados y un candidato con altísima imagen negativa. El patrón repetido de derrotas oficialistas a partir del cruce de esas dos variables en el pasado todavía no están tan claras en este presente.

La estrechez del triunfo de JxC del domingo es una noticia inquietante no sólo para la oposición. También para la ambición presidencial de Sergio Massa. En su caso, la elección de Chubut es doblemente inquietante. Por un lado, muestra una consolidación gradual de JxC que siembra cada día más preocupación en el cuartel general de Unión por la Patria. Es cierto que el candidato perokirchnerista perdió por poco pero la comparación relevante está con la elección de Arcioni en 2019. Eran los días en que se hablaba del nacimiento del “arcionismo” en Chubut. El contraste con 2019 es lapidario: “Nace el arcionismo” fue el título de un trabajo del think tank Cippec de aquel año, donde analizaba los resultados de las distintas elecciones provinciales. El triunfo de Arcioni en las PASO fue otra muestra de la consolidación de los oficialismos provinciales en aquel momento. Cuatro años después, en comparación, el resultado es raquítico. Y más aún porque el perokirchnerismo fue unido y perdió un 40 por ciento de votos. En 2019, los dos candidatos del oficialismo obtuvieron casi el 75 por ciento de los votos.

Lo que queda claro es que el perokirchnerismo está declinando en provincias clave. Lo que no está tan claro es si la escala de esa declinación es suficiente para garantizar la gobernabilidad de una eventual presidencia de JxC.

¿Con qué candidato te identificás?

Por otro lado, la derrota de Chubut lo interpela a Massa personalmente como candidato. En 2019, para Massa, el triunfo de Arcioni también fue su triunfo. Que en estas elecciones Arcioni tuviera que conformarse con una candidatura al Parlasur es la medida de la pérdida de su capital político e, indirectamente, un cuestionamiento a su referente nacional, el ministro candidato.

Se sabe: los resultados electorales de las provincias no anticipan linealmente resultados a nivel nacional. Sin embargo, sí permiten, al menos, poner en duda y relativizar algunas expectativas lineales de triunfos que también se hacen a nivel nacional para la elección presidencial. Por ejemplo, que la crudeza de una crisis económica y social lleva directamente a un solo resultado posible, la derrota contundente del oficialismo en el poder. Chubut mostró que esa conclusión no es necesariamente destino.

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