El bioetanol demuestra día a día que es parte de la solución a los problemas energéticos, ambientales y sociales del país. Debe ser reconocido por sus resultados y potencialidades, y formar parte de la agenda de desarrollo federal de la Argentina de las próximas décadas.
¿Queremos seguir dilapidando divisas comprándole al mundo combustibles contaminantes caros, en vez de sustituir esas importaciones con bioetanol argentino más barato? ¿Queremos seguir siendo productores de materias primas o queremos más valor agregado? ¿Queremos polos de desarrollo federal con trabajo de arraigo, genuino y de calidad? ¿Queremos pagar los costos de incumplir con los compromisos climáticos?
Desde el inicio del plan de biocombustibles (2006) en el país, el bioetanol cumplió con todas sus promesas: ahorro de divisas (US$600 millones por año), contribución a la descarbonización del transporte (reducción de hasta 80% en la huella de carbono en relación con las naftas), aporte a la soberanía energética y desarrollo regional, con plantas ubicadas en las provincias productoras de maíz, como Córdoba, Santa Fe y San Luis, y de caña de azúcar, como Salta, Tucumán y Jujuy.
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Con más de US$750 millones de inversión, el bioetanol de maíz abastece el 60% del volumen destinado a la mezcla del 12% con las naftas, y tiene todo lo necesario para multiplicar sus beneficios ambientales, sociales y económicos.
Es inentendible que, en 2022, la Argentina haya importado naftas por US$1000 millones, perdiendo divisas que el empobrecido Banco Central habría ahorrado si se hubiese planificado un mayor uso de bioetanol. Con solo haber implementado una mezcla del 15%, la sustitución competitiva de importaciones de naftas habría superado los US$1150 millones.
Peor aún: si nada cambia, las importaciones de naftas se incrementarán hasta 40% para 2030, acercándose al 15% de la oferta. Es un escenario negativo pero evitable.
La buena noticia es que el campo argentino produce en años normales hasta 54 millones de toneladas de maíz, de las cuales solo industrializa el 35%, por lo que existe una enorme disponibilidad de biomasa para alcanzar el nivel de uso de bioetanol de Brasil y Paraguay (cortes del 25%). Con solo tres millones de toneladas extra de ese excedente, podemos duplicar nuestra producción.
De implementarse nuestra propuesta -elevar en el corto plazo el nivel de mezcla al 15%, y acompañarlo por una planificación de corte de 25% y un mercado libre de hasta 100%-, el bioetanol contribuirá decididamente a:
Alcanzar las metas de descarbonización del transporte, en línea con los acuerdos climáticos firmados por la Argentina.Ahorrar/obtener divisas por al menos US$2600 millones por año.Ganar soberanía energética y seguridad de abastecimiento.Promover polos regionales de producción de alimentos, mediante el aporte de los granos destilados (coproducto del bioetanol de maíz), que se convirtieron en una fuente proteica de privilegio para mejorar los resultados de cientos de tambos y feedlots de todo el país.Multiplicar el valor agregado en origen, acercándonos a mejores modelos de desarrollo agroindustrial, como los de Brasil y EE.UU., en donde industrializan más del 70% de la producción de maíz.Impulsar inversiones por US$3500 millones en una industria verde y competitiva.
La agenda de desarrollo del bioetanol es aún más amplia. Estamos en condiciones de ser un gran productor de Combustible Sostenible para Aviación (CSA), que tiene una enorme demanda planetaria insatisfecha. El “Alcohol to Jet” es una de las rutas tecnológicas más reconocidas para fabricarlo.
En esta materia, Paraguay es otra vez un ejemplo: se dotó de las herramientas jurídicas para producirlo y generó inversiones por US$1000 millones. ¿Terminaremos importando CSA?
Es hora de que de que el bioetanol sea respaldado por un plan estratégico serio, con reglas de juego claras, seguridad jurídica, y voluntad política para crear las condiciones para un nuevo despegue. En tal sentido, el camino de una convergencia regional en bioetanol, especialmente en el Mercosur, merece ser explorado con la mayor seriedad por todas las fuerzas políticas.
La Coalición Panamericana de Biocombustibles, liderada por el prestigioso Instituto Interamericano de Cooperación Agrícola (IICA), y de la que participan activamente la Cámara de Bioetanol de Maíz, el Centro Azucarero Argentino y Maizar, puede constituirse en una herramienta clave para su implementación.
El autor es director ejecutivo de la Cámara de Bioetanol de Maíz