Mauricio Macri acabó por despejar no solo una de las incógnitas individuales más relevantes que pesaban sobre el proceso electoral en marcha con el sorpresivo anuncio de su renuncia a intentar una nueva candidatura presidencial. La resolución implica mucho más que una respuesta coyuntural a esta etapa del calendario político.
La decisión del fundador de Pro es una de las manifestaciones más claras de que el orden político establecido, que empezó a conformarse hace dos décadas y se consolidó hace ya tres lustros, está definitivamente en su fin de ciclo.
Se abre una nueva etapa que tendrá numerosas consecuencias más allá de las dos grandes coaliciones en la que se organizó mucho más que la oferta electoral. Ese orden estableció antinomias (kirchnerismo-antikirchnerismo, macrismo-antimacrismo) y fijó polos hoy en crisis y en proceso de profunda reconfiguración. Macri termina por acelerarlo con su “renunciamiento”.
Hacia el interior de la coalición opositora, el fin de la incertidumbre sobre lo que haría el expresidente alivia una incomodidad profunda que atravesaba a todo Juntos por el Cambio. Al mismo tiempo, libera el camino a los postulantes de ese espacio, los pone mucho más bajo los focos y precipita la campaña electoral. El objetivo que Macri explicitó en su anuncio de trabajar para la unidad y la ampliación de JxC se verá puesto a prueba.
Además de las razones personales, que pesaron y mucho, la convicción de Macri de que Juntos por el Cambio está en condiciones de volver al poder siempre y cuando no dilapide la chance que se le abre operó como un decisor fundamental para apresurar su definición. Dicho de otra manera, advertía el elevado riesgo existente de perder una ventana de oportunidad, que es amplia, pero no tanto. Mejor no perder tiempo.
“Ya tenía tomada la decisión en más de un 95%, pero la precipitó cuando advirtió que la irresolución complicaba todo. En los últimos diez días la presión para que se presentara era insoportable. Políticos, empresarios, formadores de opinión e inversores le insistían con que tenía que ir por la Presidencia otra vez. Eso ahondaba las disputas internas que habían precipitado. Además, afectaba la instalación y el crecimiento de los precandidatos de Pro sobre los que su sombra se hacía cada vez más larga y más densa”, argumenta uno de los principales adláteres de Macri. Méritos y deméritos del dimitente, pero también hándicaps que dan los precandidatos.
La fuente rápidamente aclara: “No es que Mauricio creyera que no tenía chances de ganar. Todo lo contrario. Pero pensaba que si no se renovaba el espacio, no sería fácil gobernar y hacer todos los cambios que él considera que hay que hacer. Tenía que abrir paso a algo superador, sin individualismos y con más trabajo en equipo. Como dijo en su anuncio, lo que hizo la selección en Qatar lo conmovió y lo inspiró”,
Esas razones, que le aportan una pátina de nobleza a la resolución, se completan con otras más terrenales. Si bien su imagen negativa se había reducido en los últimos meses, todavía tenía un techo bajo como para afrontar una elección reñida.
Más personal aún, influyeron motivos que muchos de quienes conocen bien a Macri preveían o podían prever desde hace mucho. “Mauricio sabía que si llegaba no iba a volver a tener la tranquilidad y la consideración de la que goza hoy por mucho tiempo o tal vez nunca. Y como él decía hace unos meses, no sentía esa llama en el pecho que te impulsa a ir por el poder y dejar muchas cosas en el camino”, explican a su lado. En el dilema entre los placeres garantizados y la gloria incierta por buscar, se impuso la certeza, con la ventaja de que para muchos puede ser revestirla de grandeza. El triunfo o la derrota ahora pasan a ser un contrafáctico.
Ahora queda por definirse qué lugar ocupará el renunciante en el universo opositor. En su “Nunca más vamos a tener a una marioneta como Presidente” radica el reto y la incógnita principal de los que vendrá, ya que Macri acaba de ponerle fin a su carrera electoral en su mejor momento político de los últimos 6 años.
La sucesión
Los exámenes finales que empezó a tomarles la semana pasada a los precandidatos presidenciales de Pro configuraron la puesta en escena perfecta de esa centralidad y reflejan un ejercicio de poder que el fundador del círculo amarillo gozó de exhibir antes de anunciar un retiro electoral, que no es político.
Más allá del tono y el contenido del mensaje con el que anunció su renunciamiento, que los exégetas larretistas y bullrichistas se esforzaron por presentar con señales favorables para cada uno, quedaron algunas señales sobre dónde se para hoy Macri de cara a la interna.
Su compleja elongación gramatical contenida en el “voy a ser imparcial, pero no neutral”, debe ser analizada a la luz de algunas opiniones que ha dejado trascender respecto de los precandidatos y de lo ocurrido en las charlas de la semana pasada. El gesto de avisarles a los precandidatos Horacio Rodríguez Larreta y a Patricia Bullrich casi al unísono su decisión fue el mayor gesto de ecuanimidad que podía ejercer. Lo hizo apenas poco más de medio día antes de hacerlo público. Con María Eugenia Vidal tuvo el gesto de anunciarle la decisión antes, para evitarle sorpresas en las horas previas a su boda.
A priori, cabe concluir que después del encuentro que mantuvo el viernes con Rodríguez Larreta, le dio a una chance más para que le demuestre que sigue siendo tan competitivo como sostiene el alcalde y no “como dice el círculo rojo”, según el atajo retórico que encontró Macri para disimular lo que él también cree. El jefe de gobierno consiguió hacer pie en esa reunión, después de superar conflictos abiertos de índole personal, con el argumento de que en las encuestas, presenciales, “que son las que valen”, él supera a Bullrich. Que Macri despeje la cancha ayudará a dilucidar el panorama.
“Fue la reunión más franca que han tenido en mucho tiempo. Hablaron de todo o casi, de lo que ha hecho ruido entre ellos en los últimos tres años”, es la conclusión más relevante que sacan al lado de Macri y con la que coinciden los larretistas. Una forma de confirmar que había muchos conflictos e interferencias en ese vínculo, que en este trienio se fue poblando de críticas, desconfianzas y reproches mutuos, que se hacían y se retroalimentaban por vías indirectas. Las diferencias iban desde cuestiones personales hasta políticas y de gestión. Ingratitud, tibieza, incomprensión, dogmatismo tardío, traición, son algunas de las palabras que compusieron el camino de la distancia que ahora se intenta desandar. Sin certezas sobre el desenlace.
Lo cierto es que por ahora Larreta logró un waiver que apuntaló con un avance parcial hacia la resolución de algunos aspectos de la elección porteña que interesan y mucho a Macri. Como quería (o exigía) el expresidente el candidato del Pro será, finalmente el primo Jorge Macri, aunque quedan aún otros dos ministros larretistas en carrera.
Tras el desestimiento de Emanuel Ferrario, se espera que en breve le siga la ministra de Educación, Soledad Acuña. A Fernán Quiros le queda una vuelta más. Antes de bajarlo se hará una encuesta que lo medirá contra Jorge Macri. El resultado está casi tan cantado como el del sondeo que resolvió la interna en Córdoba entre Luis Juez y Rodrigo de Loredo. Hay que cuidar las formas, aunque en el fondo todo se sepa.
En el plano nacional, de todas maneras, el orden de las reuniones que mantuvo el expresidente la semana pasada expresan preferencias, urgencias y probabilidades que asigna a cada uno de los tres postulantes del Pro lanzados a la disputa con muy diferentes potencialidad y capacidad de instalación y a los que acaba de abrirles el camino.
El llamado a la mesa examinadora, a la que aún falta convocar a Patricia Bullrich, comenzó con la preferida de Macri. “María Eugenia [Vidal] es quien más le gustaría a Mauricio que fuera Presidenta, pero sabe que hoy no tiene casi chances, salvo que los choques entre los dos grandes le abran paso”, afirma uno de los colaboradores del fundador del Pro que mejor lo conoce.
“A Horacio (Rodríguez Larreta) lo ve complicado. Dice que ‘no conoce ningún caso de un candidato que después de un año de caída en imagen haya logrado ganar’, pero también sabe de su voluntad y capacidad de laburo. Todavía falta y la reunión del viernes fue buena para acercarse y dejar abierta la puerta”, matiza la fuente.
“Lo cierto es que Mauricio la ve mejor a Patricia en este momento, no solo por lo que dicen sondeos que le llegan. ‘Ya no es el perro que le ladra a todos los autos que pasan a su lado y está sumando buenas adhesiones’, pero tiene que terminar de demostrar su capacidad de formar equipos y gestionar”, concluye el adláter macrista. Nadie es perfecto. Y el análisis no es neutral ni ajeno a las conveniencias personales, políticas y económicas del todavía líder del Pro.
Un llamado a Cristina
El verdadero juego por la sucesión de Macri acaba de empezar. Lo visto hasta ahora solo fueron aprontes y prolegómenos. La dinámica política se alterará más allá del universo cambiemita.
A Cristina Kirchner este anuncio la deja más expuesta que a nadie. Con su “auténtico renunciamiento” Macri se exhibe como la contracara virtuosa de su principal adversaria. No se baja porque lo persiguen, dicen al lado del expresidente. También la muestra a ella más ajada y egocéntrica. Y al kirchnerismo, dependiente sin opción de una estrella de otra era, que ya se apagó, aunque se siga viendo.
La decisión de Macri podría aportar una nueva singularidad a la historia política contemporánea de la Argentina, que se suma a otras protagonizadas en las dos décadas que lleva como dirigente político de un espacio creada por él mismo.
Si la renuncia a un nuevo intento de ir por la Presidencia o por otro cargo no queda en ese único plano y abre el camino a la sucesión del liderazgo y la representación será toda una novedad en un país en el que ningún líder político ha dado voluntariamente un paso al costado para que surjan nuevos protagonistas. El recambio generacional y la institucionalidad política llegan antes al novel partido creado en el inicio del siglo XXI por un empresario que a la principal fuerza política nacional y popular de la Argentina. Paradojas.
Así, hacia el exterior de JxC el anuncio de Macri impacta de manera significativa, sobre todo el oficialismo y también en el creciente espacio de los libertarios antisistema que encarna Javier Milei. Para ellos las indefiniciones cambiemitas, empezando por la ahora descartada precandidatura de Macri, eran motivo de gozo y operaban como oxígeno para sus pretensiones. Lo mismo que las disputas entre los espacios internos de JxC.
Aquel factor de satisfacción compartida entre kirchneristas y libertarios, por razones muy distintas, pero concurrentes, como otras que ambos tienen, ahora se diluye. Les quedan las peleas que seguramente buscarán potenciar y que la renuncia del expresidente no cancela, pero llevará a resolver más rápidamente. Habrá que verá si con el fortalecimeinto o la fractura. Las batallas por el electorado prometen será mucho más duras.
No obstante, es en la fragmentada coalición oficialista donde tendrá efectos más profundos esta novedad. El espejo roto diluye un blanco sobre el que hacer campaña, al mismo tiempo que confirma y subraya la caducidad de una época y la vacuidad de ciertas consignas. La realidad se impone.
El “ah pero Macri” ya era, desde hace mucho, un paraguas agujereado. Ahora está definitivamente roto. Por algo las preferencias electorales no se dividen por dos, sino por tres más. Para Cristina Kirchner también es momento de definiciones y no tiempo de revancha. Esto recién empieza. Una nueva era comienza.
Fuente: La Nación. Ver nota completa.