El pasado jueves 20 de abril el BCRA definió como regla que los fletes y otros servicios de transporte cobrados en el país puedan girarse al exterior sólo recién después de cumplirse 90 días corridos contados desde la prestación del servicio. Léase, dispuso que las agencias marítimas podrán cobrar localmente los fletes en pesos, pero sin que puedan comprar en forma inmediata los dólares equivalentes para remesar dichos servicios a los transportistas que los ejecutan, debiendo asumir las contingencias del tipo de cambio en un escenario de fuerte inflación y eventual devaluación, hasta que se cumpla dicho plazo.
¿Alguien se preguntó previamente cuál era la opinión de los barcos que recalan en puertos internacionales sobre la viabilidad de esta nueva modalidad de pago? Desde el Ministerio de Economía o desde la Secretaría de Comercio que trabajan codo a codo con el BCRA, ¿previeron en cuánto va a encarecer esta medida el comercio exterior argentino? ¿Se habrá estudiado cuántos puestos de trabajo se pusieron en jaque al afectar a pymes proveedoras de exportadores e importadores? ¿Alguien pensó que la obligación de girar los dólares al exterior pasará a la carga?
Si el flete no lo puede girar a la agencia marítima, dicha responsabilidad quedará delegada o en cabeza de la carga, la que, honrando su promesa comercial, deberá arbitrar las medidas correspondientes, acorde a sus posibilidades, para que el valor del flete sea cobrado por el barco. Si no logran cumplir con el pago, ni los exportadores ni los importadores podrán hacerse de la documentación (Bill of Lading) para retirar o entregar su carga en origen o destino. Los tiempos que se pierdan definiendo quién y cómo se resolverá el problema generado por el BCRA, automáticamente generarán extra costos por demoras y parates de camiones, sea en origen o destino, esperando la liberación de contenedores.
Literalmente, observamos un caos comercial, financiero y operativo. Está disparado por un reseteo unilateral del BCRA en las reglas y normas que ya afectaron a gran cantidad de operaciones de comercio exterior pactadas con anterioridad.
La medida empuja y alienta a las líneas navieras a dejar de cobrar los fletes en la Argentina, generando una nueva afrenta a la competitividad de nuestro comercio exterior. En este momento, despachantes de aduana, agentes de carga, transportistas terrestres, terminales portuarias y especialmente exportadores e importadores, esperan con urgencia que se dé marcha atrás con una medida que en nada fomenta o cuida el trabajo en nuestro querido país.
Como sea, las relaciones comerciales argentinas con el mundo están, en volúmenes y valor, por debajo del nivel de 2007, cuando creíamos que estábamos condenados al éxito. Mientras, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay, al menos duplicaron holgadamente sus números durante el mismo periodo.
La producción y el comercio internacional se desvelan para crecer y/o subsistir contra viento y marea, mientras la política se enfrasca en sus propios intereses y necesidades, de forma frenética, desorganizada y de espaldas al diálogo, cambiando unilateralmente las reglas de juego y dilatando sin sentido el cumplimiento de la cadena de pagos. Se busca retener aquellos dólares que se escaparán inexorablemente de no defender mejor y pronto el origen de los mismos que dicen cuidar.
Difícilmente lograremos rescatar la economía paralizando el comercio internacional, responsable de generar las divisas tan anheladas.