La sorpresa construye realidades que ni la matemática consigue disputar. Lo que importa no es la temperatura, sino la sensación térmica. Lo dejó más claro que nunca el escrutinio definitivo de las PASO, y contra eso luchan Patricia Bullrich y Sergio Massa. Brigadas de urgencia contra el cambio climático de la política.
Las cifras confirman que en las primarias hubo un reparto casi perfecto del voto en tres tercios, pero es una foto que quedó vieja. Javier Milei no llegó a los 30 puntos como decía el conteo provisional, pero haber pasado del tercer lugar pronosticado a un primer lugar imprevisto hace que el termómetro de la calle lo ubique hoy más cerca de los muy decisivos 40 grados (o puntos porcentuales) que de los tibios 30.
Elecciones 2023 | Con el escrutinio definitivo, Milei no llegó al 30% de los votos y se achicaron algunas diferencias en la carrera por la presidencia
Los imponderables, además, no ayudan a los oficialismos y parecen favorecer a los impugnadores del sistema. El caso del horrendo asesinato del ingeniero Mariano Barbieri anteanoche en los bosques de Palermo o el atroz homicidio de Morena Domínguez en Lanús, en la semana previa de las PASO, son eventos cuyo efecto político no debe descartarse.
Ambos crímenes ocurrieron en distritos gobernados por JxC, pero suceden también a diario en territorios peronistas. No son hechos excepcionales. Son impactos sobre una sociedad dolorida y fatigada. Con eso también deben lidiar Bullrich y Massa. Y sobre eso golpea Milei, aunque no ofrezca tampoco en esta área planes concretos y realistas ni equipos capacitados.
Con ese contexto, la sensación de que el libertario logró un triunfo más holgado de lo que se dio en realidad es tan potente que en el comando de campaña de Unión por la Patria y en el de JxC dan ya por hecho que el libertario también será el más votado en la elección del 22 de octubre.
No parece importar que el estratégico corrimiento de la escena por parte del libertario haya expuesto el desorden de su campamento y que habilitara la discusión sobre la viabilidad y consistencia de sus propuestas. Faltan 50 días para que se vote y queda demasiado por pasar en un país donde la estabilidad y la previsibilidad son otros insumos ausentes desde hace mucho tiempo. Pero es el clima dominante.
El panorama que bocetan las dos coaliciones es aún más inquietante. A sus candidatos y principales dirigentes ya no solo les preocupa tratar de entrar en el ballottage, sino que temen que Milei pueda consagrarse en la primera vuelta, al lograr más del 40 por ciento de los votos y que el segundo quede a 10 puntos o más. Lo ven improbable, pero no imposible. Y lo dicen. Por temor y para instalar el miedo, aunque esta pueda resultar una operación de alto riesgo.
La sombría percepción de peronistas y cambiemitas potencia apuros por generar hechos nuevos, capaces de menguar el predominio en la agenda pública que ganó Milei.
Así se explica la hiperactividad de Massa, que le devolvió protagonismo, aunque a un costo elevado. También, justifica la acelerada designación de Carlos Melconian como vocero económico y eventual ministro por parte de Bullrich, urgida por haber quedado en el lugar en el que nunca quiso estar: en el medio.
“Tienen que evitar que Patricia se siga cayendo, porque si esto sigue así Milei nos deja sin ballottage”, le dijo hace tres días Massa a un muy destacado referente de JxC. Vale aclarar, aunque es obvio, que nunca se debe interpretar literalmente ninguna de las afirmaciones del candidato-ministro. Siempre hay textos, subtextos, contextos y metamensajes sobre alguna base de realidad, en busca de un beneficio (o ventaja) personal.
El lugar de segundo en el que quedó UP en la percepción popular, aunque saliera en realidad tercero, sumado a la caída de JxC que las primeras encuestas muestran, le permite a Massa reforzar la idea de que el fracaso no lo impacta tanto y que la posibilidad de ingresar al ballottage le está asignada. Más después de que la diferencia de un punto en favor de los cambiemitas sobre el perokirchnerismo se redujo casi a la mitad en el recuento definitivo.
Sin embargo, es esa otra jugada temeraria. Una recuperación de Bullrich podría dejar a Massa fuera de la segunda vuelta, mucho más si la economía siguiera por la espiral descendente que acaba de acelerarse.
Por ahora, ambos compiten por el ascenso y, como a Massa le gusta decir en clave ajedrecística, “las negras también juegan”. Potenciar a Milei no fue, precisamente, un experimento controlado del laboratorio massista. Massa lo sabe, pero está obligado (y acostumbrado) a apostar con muy pocas fichas.
En el oficialismo todo es demasiado provisional y fluido como para sacar conclusiones tan rápido. Si bien en la foto de la noche de las PASO quienes peor salieron fueron los candidatos de JxC y los días posteriores reforzaron sus ojeras y sus arrugas, al Gobierno y a su candidato no les fue mucho mejor.
Massa, apurado y cuestionado
La devaluación y las medidas de apuro anunciadas el domingo pasado mostraron los problemas que afronta en varias dimensiones quien pretende ser visto como el plomero capaz de evitar el hundimiento del Titanic. Los estrechos márgenes de acción de Massa y su limitada autoridad política dentro de su propio espacio quedaron expuestos.
Por un lado, la depreciación del peso mostró a Massa haciendo equilibrio entre lo que había acordado con el FMI y lo que le demandaba su condición de candidato dependiente de la vertiente antifondomonetarista que representan Cristina y Máximo Kirchner. Cuánto devaluar, cómo hacerlo y cuándo anunciarlo fueron tres condicionantes que signaron su decisión y terminaron dando el resultado conocido. Nada para festejar. El cristinismo siempre está, aunque en la campaña no aparezca.
Por otro lado, las medidas anunciadas el domingo pasado, tomadas tan de apuro que 72 horas después seguían corrigiéndose y sin hacerse oficiales, demuestran la presión interna a la que está expuesto para compensar la inflación que aceleró la devaluación. No había tiempo para cirugía menor, aun a riesgo de empeorar los desequilibrios políticos, económicos y financieros. Se lo exigía el kirchnerismo y se lo precipitó Alberto Fernández.
La realidad es cruel cuando las estrecheces se profundizan. Los blancos conejos que Massa quiere seguir sacando de su galera empiezan a verse amarillentos y algunos dudan d si no son liebres. La rebelión de gobernadores e intendentes del oficialismo por el pago de la suma fija anunciada excede el cuestionamiento puntual. Tiene la gravedad de que ya no parece importarles afectar a quien hasta hace nada era su tabla de salvación nacional.
Como ya hicieron en las primarias, los jefes territoriales parecen dedicados a reforzar los salvavidas locales y preservar su capital. No es una buena señal para el 22 de octubre. La hipótesis, admitida con obscenidad, de que en la general UP recuperaría varios puntos que en las PASO perdió a manos de Milei porque gobernadores e intendentes no habían jugado a fondo y les habían dado apoyo político y logístico a los libertarios ahora está bajo observación y debe ser probada. No los soportes, sino la capacidad de revertir el efecto de esa operación.
“Son como la gata Flora, piden que se dispongan sumas fijas y bonos y cuando se los damos dicen que no los pueden pagar para que nosotros les demos la plata. De todas maneras, lo que importa es que tenemos el apoyo de Cristina y que los jubilados y los trabajadores de ingresos más bajos que nos votan están contentos”, dice, entre la queja y la autosatisfacción, uno de los principales dirigentes del massismo.
Desde las playas cristinistas, un calificado referente con buenas terminales entre gobernadores e intendentes corrige a la fuente massista: “No era así lo que proponía Cristina. Ahora no se sabe si la suma fija es obligatoria o no, si es a cuenta de las paritarias o si se agrega a lo que se acuerde y, mientras tanto, solo se ven improvisación y conflicto”.
No son los únicos que cuestionan internamente a Massa. Más duro fue el titular de la kirchnerista CTA y líder del gremio de los empleados públicos ATE, Hugo “Cachorro” Godoy, en CNN Radio: evitó responder si lo votaría en octubre, reclamó la suba del salario mínimo y lo criticó por falta de respuesta ante algunos planteos del sector.
Los cuestionamientos a la eficacia de la administración provienen de un espectro tan amplio que va desde los gremios combativos hasta empresarios grandes, medianos y pequeños del sector privado y concesionarios públicos. “Nunca había visto a un gobierno peronista que no gestione. Bien o mal, al margen o en el fleje de las normas, como fuese, pero siempre actuaba. Ahora está todo trabado”, se queja el ejecutivo de una empresa de energía.
En la campaña también sobran los ruidos. La llegada al comando de Malena Galmarini, esposa del candidato, genera resquemor y expone el no lugar en el que quedó quien formalmente es el jefe de campaña, Eduardo “Wado” de Pedro. “Con Cristina y Máximo sin participar y Wado sin mover a los gobernadores y los intendentes, no parece tener mucho sentido su permanencia”, explicó una fuente del cristinismo puro. Kirchnerismo invisible.
El golpe de efecto de Bullrich
Los casi dos meses que faltan para la primera vuelta y la caída en las encuestas de Bullrich operan para el oficialismo como un estimulante. No obstante, la recuperación de la atención mediática que logró la candidata cambiemita con la presentación de un vocero económico potente les abrió nuevas incógnitas.
Los oficialistas no son los únicos que tienen interrogantes sobre el efecto Melconian. Aun dentro del equipo de Bullrich, que celebró la designación del economista de la Fundación Mediterránea, existen preguntas sobre el impacto que pueda tener en el electorado.
“La llegada de Carlos tiene dos efectos positivos claros y muy concretos. Por un lado, permite consolidar la idea de que hay un plan viable y que hay un equipo para ejecutarlo, a diferencia de lo de Milei. Por otra parte, ahora Melconian se llevará la marca sobre los temas económicos y Patricia, que ahí hizo agua, podrá tratar de hablar de otros temas, como gobernabilidad, seguridad, educación, en los que también puede marcar diferencias con Milei y con Massa. La cuestión es si va a penetrar en la opinión pública o si va a ser tema de la superestructura”, señala un destacado bullrichista.
La idea de que el de ayer fue un primer paso, pero que con eso no alcanza, es compartida casi por unanimidad en el universo cambiemita. Las primeras reuniones que tuvo la candidata con los propios, con los aliados y con los derrotados en la interna dejaron pocas certezas.
“Fue muy bueno que nos convocara, que nos escuchara y que se llevara el compromiso de que todos vamos a trabajar para tratar de ganar. Pero nadie sabe en qué y dónde. No hay orientación clara y tampoco hay espacio de debate y reflexión para generarla”, fue la descripción de un alto dirigente radical, compartida sin matices por un bullrichista puro y por un larretista de primera línea.
No es el plan, es la gobernabilidad
El apuro que impera en todos lados por hacerle frente al cambio climático que provocaron las PASO es evidente. En JxC saben que, además de anuncios de equipos y medidas, necesitan mucho más para entrar en la conversación pública. Bullrich debe construir una nueva narrativa y un nuevo perfil desde un nuevo lugar. “Tiene que encontrar el mensaje y el tono. Le hace falta dar con el ‘sí se puede’ de Macri en 2019. Pero no es fácil”, reconocen en su entorno.
Mientras tanto, sobre el fin de la semana en el campamento bullrichista encontraron un motivo de sosiego. El encuestador que más cerca estuvo del resultado final en la interna acercó números que dicen que la caída de JxC no es tan pronunciada como sostienen otros colegas y que el impacto negativo sobre el oficialismo de la cuestión económica afectó a Massa bastante más de lo que sostienen la mayoría de las encuestas conocidas.
Pero todo es provisional y lo que manda es el cambio climático que produjeron las PASO.