Considerada como el “caballito de batalla” por los productores por su gran adaptación a distintos ambientes y bajos costos de implantación, y apreciada por los políticos como fuente de recursos para el Estado, a lo largo de los años la soja ha sido y es, sin dudas, un cultivo muy importante de la Argentina, tanto por su área sembrada como por su producción y facturación.
Si se considera una serie larga de tiempo, es la que produjo más divisas para el país y la que más aportó al Fisco, con las tasas más altas de derechos de exportación. Lamentablemente, la oleaginosa es conocida principalmente por esto último, ante lo cual Juan Pablo Ronderos, Gonzalo Santamarina y Leopoldo Bibiloni, de la consultora MAP-EBA, ahondaron en otros aspectos del cultivo menos conocidos en un reciente informe, del cual se consignan los puntos principales a continuación.
En el podio
Con 16 millones de hectáreas, la Argentina ocupa el tercer lugar en área dedicada a la soja en el nivel mundial. El primero en la lista es Brasil, con 41,5 M/ha, que desplazó a Estados Unidos, con 34,9M/ha, según datos de la campaña 2021/22, citados por Ronderos y colaboradores. Detrás de nuestro país se ubican India (12,5M/ha); China (8,4) y Paraguay (3.3).
Por la sequía, la llegada de camiones a los puertos rosarinos se derrumbó al menor nivel en doce años
En el nivel local, la soja representó el cultivo con mayor área sembrada, al ocupar el 39% de la superficie agrícola en el mismo ciclo, seguida por el maíz (25,8%), el trigo (16,6), el girasol (4,8) y la cebada (4). A su vez, del total de oleaginosas, la soja representa el 87%, seguida muy lejos por el girasol (11%) y por el maní (2).
La producción mostró mayor variabilidad que el área sembrada, principalmente por razones climáticas y por menor rentabilidad frente a su competidor tradicional: el maíz. Pasó de 55,2 millones de toneladas en la campaña 2018/19 a 48,7M/t en la siguiente; a 46,2M/t en 2020/21 y a 43,8M/t en 2021/22.
En la Argentina, tres provincias concentran el 75,3% de la superficie sembrada con soja: Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba. En el trabajo de MAP-EBA se informa que en nuestro país hay 53.352 productores de la oleaginosa según el último censo. El 30,6% (17.114 agricultores) corresponde a Buenos Aires; el 29,7% (16.648) a Santa Fe y el 25,5% (14.337) a Córdoba. Entre Ríos y Santiago del Estero suman el 6,7% cada uno; Chaco, 4%; La Pampa, 2,4% y San Luis 2%.
Una cadena muy fuerte
La cadena de valor de la oleaginosa comienza con los semilleros, sigue con los productores y contratistas, que entregan lo producido en acopios y cooperativas, que luego trasladan la producción a la industria o a la exportación, que genera aceite, harina pellets o biodiésel (ver figura).
La industria tiene una capacidad de molienda superior a 60 millones de toneladas, pero la efectiva nunca llega al 100% y ronda del 75 al 85% en años normales (ver gráficos). La mayor parte de las plantas industriales está en Santa Fe (80% en la capacidad total, ubicadas principalmente en el gran Rosario), seguida por Buenos Aires (9%) y por Córdoba (8%). El país cuenta con 344 plantas industriales, de las cuales 15 son por extracción con solventes y 329 por prensado. El 95% de los aceites vegetales producidos en el país son derivados de la soja (8,3 millones de toneladas).
Los exportadores han alertado en el último tiempo sobre un alto porcentaje en la capacidad ociosa en las industrias de molienda, ya que en los últimos años la carga de las retenciones quitó incentivos a la producción.
En rigor, la soja es el producto agrícola que ha sido gravado con mayores de derechos de exportación a lo largo de los años.
Evolución de los derechos de exportación de la soja y del maíz
En los últimos 20 años debió tributar desde 23,5 hasta 46,6% de retenciones, con muchos años fluctuando entre 30 y 35%, muy por encima del maíz, que tuvo extremos de 3,5 a 26,2%.
Semillas de última generación
En 2022, el mercado formal de semillas comercializó 9,4 millones de bolsas y representó el 35% del total. En nuestro país hay 2600 empresas productoras de semillas, de las cuales 350 son obtentores de variedades; 897 son multiplicadores; 716 la comercializan y además hay 126 laboratorios y centros de investigación. Dan empleo a 120.000 personas.
Luego de una ola de fusiones y adquisiciones, cuatro empresas concentran la mayor parte del mercado de semilla fiscalizada. La concentración buscó sinergia de costos e interacciones horizontales entre semillas y químicos. El producto que generan es de altísima tecnología incorporada a través de pruebas y ensayos que se realizan en todo el país. Los multiplicadores de semillas están concentrados principalmente en la provincia de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba.
En síntesis: gracias al esfuerzo de toda esta cadena comercial de la soja, se pueden aprovechar muchas ventajas, como la fijación de nitrógeno en el suelo a través de la simbiosis con Rhizobium sp y la producción con un sistema muy sencillo y de bajo costo, que incorpora al glifosato, la siembra directa y el uso de variedades transgénicas como ejes centrales.
La gran área sembrada es generadora de trabajo en los acopios de los pueblos, en las industrias de molienda y en los puertos de exportación. La cosecha genera la mayor parte de la divisas que proporciona la agricultura y también da posibilidades de fabricar combustibles verdes. Y lo más importante: la Argentina ocupa el lugar más alto del podio, al ser el primer exportador mundial de harina y aceite de soja. Una salvedad: según otros estudios, este año el liderazgo en harina podría estar amenazado por la menor producción debido a la sequía y a un Brasil que exporta cada vez más.
En el nivel mundial la soja tiene buenas perspectivas de precios a mediano y largo plazos, porque la demanda crecerá a mayor ritmo que la oferta, motorizada por el crecimiento de la población mundial, el aumento del consumo de aceite, el crecimiento del uso de la harina para producción de proteína animal y por el mayor uso de biocombustibles.