Un veterano profesor de la Universidad de Buenos Aires (UBA) reflexiona sobre tres claves al pronosticar qué pasará con la inflación en los próximos seis meses, el tiempo que durará el proceso de recambio de gobierno. La primera sostiene que se ingresa a un terreno de altísima incertidumbre. La segunda, que no existen anclas –las tradicionales son el dólar y las tarifas– para pensar en una desinflación de corto plazo, sumado a que aparece “ruido potencial” por la presión fiscal en elecciones y el tema cambiario sin reservas. La tercera, mirando un plazo más largo, es lo que denomina “la cuadratura del círculo”. Quien gane las elecciones deberá tener un programa –hoy no existe– y ajustar precios relativos. La magnitud del impacto en los precios de una devaluación y la suba de las tarifas dependerá de un intangible: la credibilidad de quien gane.
¿Se puede devaluar en el actual contexto? La oposición reclama eso cuando denuncia que el ministro de Economía, Sergio Massa, “estira la mecha de la bomba” y espera que el costo político se pague hoy y no en una futura gestión. El Fondo Monetario Internacional (FMI) cuida sus dólares –los que presta para pagar su propia deuda– cuando reclama flexibilidad del tipo de cambio. Massa y Cristina Kirchner se niegan. Creen que un salto brusco puede generar una hiperinflación y buscan un puente político en divisas para balizar el ya popular “Plan Llegar”.
“Estamos muy sensibles”, juzga el veterano profesor de la UBA y uno de los hombres que más sabe de inflación en el país cuando se lo consulta sobre una devaluación en los actuales marcos político y económico. Recuerda: altísima incertidumbre, sin anclas y sin confianza en la actual administración. “Devaluar en este contexto no tiene ningún sentido”, dijo Jorge Remes Lenicov en un evento organizado por Clarín. No es que no sepa del tema ni de crisis históricas en el país.
Otros que transitaron los pasillos del Ministerio de Economía o del Banco Central (BCRA) coinciden prácticamente que los próximos seis meses serán lo que un importante economista del establishment denominó “Efecto 6,7,8″.
Esos serían, creen, los pisos mensuales en los que se moverá en lo que queda el año la suba de precios. Hay causas claras: intentar bajarla más implicaría una recesión fortísima durante las elecciones. Imposible. Una inflación de aquel estilo, en cambio, ayuda a licuar gastos mientras se recauda más: ajustar sin que se note (tanto). Además, para entregar los dólares que no tiene el país, el FMI pedirá retocar el dólar (una devaluación acotada) o que se restrinjan importaciones (devaluación fiscal). Ambas impactarán en los precios. Si no firman con el FMI, la solución sería más emisión monetaria, una situación extrema, dadas las expectativas de devaluación existentes por la inexistencia de reservas.
Miradas de en el quinto piso
“La inflación puede aflojar por uno o dos meses, pero nos quedamos sin reservas”, dice un exministro de Economía, que sintetiza las causas: exceso de oferta de dinero y sequía del campo. Anticipa algo similar a lo que espera desde hace tiempo el mercado: una corrección, en algún momento, del tipo de cambio. Esto, agrega, no abrirá la posibilidad de que haya un proceso de desinflación por más congelamientos de precios que intente efectuar el Gobierno. Además, según anticipa con conocimiento de causa, el FMI no será un gran proveedor de dólares. “Va a financiar los vencimientos que existen y quizás agregue un puchito”, opina, y dice que el país necesita millones más por mes de los que tendrá para seguir funcionando. Ve, entonces, una desaceleración brusca de la actividad. Los problemas en la importación generarán falta de oferta con una demanda azuzada por elecciones. Más precio. El segundo semestre es el de “sequía” de dólares.
El exministro admite, sin embargo, que Massa fue “osado” y gastó más dólares de los esperados en sostener la actividad económica del primer trimestre. Rescata la importancia ahora del swap de monedas con China para sobrevivir a la malaria de la actividad. Finalmente, advierte que en la cercanía de los comicios se puede hacer cuesta arriba el rollover de deuda en pesos, que tenderán a pintarse de verde. Las lluvias en el campo acelerarían los valores de la carne, que pesa en el IPC.
“En los últimos cuatro meses, la inflación se movió en un rango del 150% anualizada”, confirma otro exministro de Economía que no observa una tendencia real hacia la desaceleración de la suba de precios. Argumenta, contrariamente, que “la maquinita” del BCRA aprieta el acelerador en su asistencia al Tesoro por diferentes vías. Las elecciones –dice– derivarán en un nuevo “Plan Platita” que le pondrá aún más presión a los precios. “Esta desaceleración no es tendencia”, completa.
Coincide con lo que piensa un expresidente del BCRA que cree que se “volverá a acelerar la inflación”. Da dos argumentos claros: “Porque devalúan ahora más rápido o porque lo hacen en la última parte del año”. Ahora sería por la presión del FMI. Incluso, si no tocan el tipo de cambio, sostiene, la suba de los precios se mantendrá en niveles elevados.
Un hombre que transitó los pasillos del Ministerio de Economía durante este Gobierno cree que Massa –y también La Cámpora– seguirán argumentando que la inflación es culpa del FMI y del acuerdo firmado por Martín Guzmán. Más en el llano, asegura que la desaceleración de mayo obedece sólo a tres micro anclas coyunturales: el precio de la carne, las frutas y verduras, y los textiles. “Si eso se corre del dato, los bienes y servicios corren al 8% mensual”, cuestiona, y recalca que a ese nivel se mueven el deslizamiento cambiario, la tasa de interés y los salarios. “¿Se puede coordinar un escenario de todos los factores en lo que queda del año para que la inflación vaya a la baja?”, se pregunta. Lo primero que responde es que será difícil un freno de la devaluación sin reservas ni la expectativa de que puedan acumularse dólares.
La mirada desde adentro
Las voces de aquellos que siguen los precios desde adentro del Gobierno tienen confianza en que ninguna empresa “saque los pies del plato” camino a las elecciones presidenciales en las que Massa es el principal candidato del oficialismo. “Entramos en cuartos de la Libertadores”, sugieren, usando una metáfora futbolística. El que se atreva perderá el mejor subsidio de la economía. No es la copa, sino el acceso al dólar oficial, hoy autorizado sólo a empresas. No habrá entonces lugar para “ventanas de aumento”, adelantan. Hoy, marcan un sendero de 5% mensual (un solo aumento para evitar situaciones desordenadas), aunque aclaran que sólo pueden tener “control” sobre lo que tiene código de barras (las góndolas; no frescos).
Esas mismas voces oficiales aseguran que la inflación está más cerca de 6,7% que de 8,4%, pero lo cierto es que el exceso de mark-up empresario es hijo de las expectativas de devaluación (que cambian continuamente los posibles costos de reposición) y del acceso al dólar oficial. En definitiva, de las políticas y situaciones de mercado que genera el Gobierno.
En el Gobierno nadie habla con firmeza de una posible devaluación y de un posterior congelamiento de precios. Nadie lo anunciará, pero las expectativas se mueven en ese sentido. Sí critican a los que preanuncian “ajustes draconianos” como en Grecia (arquetipo de la negociación con el FMI), porque auguran que en 2024 habrá dólares de sobra para la economía. No es algo con los que no coincidan con el mercado o que callen algunos de los economistas de la oposición.
En la construcción de escenarios, siempre hay “optimistas”, para decirlo de alguna manera. Un académico y hombre que conoció en otro gobierno de pases y Lebacs, cree que la desinflación puede ser mayor y quedar en un 4% mensual. Es lo que le dice a inversores que lo consultan. Hace el siguiente ejercicio: toma el déficit fiscal previsto de acá a fin de año del Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del Banco Central y supone que eso será toda emisión monetaria. Mira la base actual en el informe monetario del BCRA y de ahí calcula cuánto deberá subir esa base monetaria hasta fin de año. Ese será el número mágico de la inflación. “Todo es irrelevante. Lo único que importa es el equilibrio monetario”, dice. Cierra con dos definiciones: “Muchos se van a llevar una sorpresa”, la primera. Y sentencia: “Parece joda festejar un 4% mensual”.