La versión estadounidense de la serie The Office está repleta de personajes estrafalarios, pero si se hiciera una competencia de excentricidad probablemente la ganaría Dwight Schrute, que en el ciclo que se produjo entre 2005 y 2013 personifica el actor Rainn Wilson. Dwight es uno de los mejores vendedores de la sucursal de Scranton de la papelera Dunder Miffin, va a la oficina con camisas y pantalones en la gama del “color tierra” y habla un alemán “preindustrial y mayormente religioso” (su familia tiene esa ascendencia). Pero el lugar donde encuentra la verdadera plenitud y felicidad es la granja en la que vive, cultivando remolachas o removiendo el estiércol de los animales que cría.
Este ir y venir entre el cubículo de oficina y la naturaleza representa bien una temática creciente en estudios y mediciones de distintas disciplinas, incluida la economía: el del efecto positivo –ya con evidencia abrumadora– que tiene la exposición a entornos naturales, con plantas, animales y aire puro, en la salud mental, en la productividad, en distintas variables cognitivas y en la longevidad. La agenda no es nueva, pero se disparó en los últimos dos años con la pandemia (que promovió la vida suburbana e hizo más visibles los desafíos de salud mental) y con la crisis climática.
Resultados de cuatro encuestas sobre el “uso del tiempo” del departamento de estadísticas laborales de los Estados Unidos mostraron cuán feliz o estresada está, en promedio, la gente que se dedica a distintas profesiones. Se pidió calificar en una escala del 1 al 6 el nivel de bienestar y también de sentir que su trabajo hace un aporte significativo a la sociedad. No siempre ambas series fueron de la mano: los profesionales de la salud, por ejemplo, rankean muy alto en “propósito”, pero viven muy estresados.
Empecemos por abajo: ¿cuál es, de las 270 ocupaciones relevadas, la que reporta peores niveles de felicidad en el tiempo de trabajo? La de abogados. También informaron altos niveles de estrés otras ocupaciones de oficina, como finanzas, seguros y tecnología. En el otro extremo, según estas cuatro encuestas, con el mejor reporte de bienestar durante las horas laborales, aparecen los leñadores y los granjeros (como Dwight Schrute). El patrón es bastante claro: las aguas están divididas entre profesiones con poco o mucho contacto con la naturaleza. Y no solo contacto, sino interacción, porque hay otras ocupaciones que se realizan al aire libre (reparación de rutas, construcción) y aparecen en la peor parte del ranking de felicidad.
Este es solo uno de los cientos de estudios que se están difundiendo. Uno de los más citados se realizó en Inglaterra: se consultó a más de 10.000 personas por su bienestar emocional con una encuesta detallada, pero lo más importante es que se hizo durante 18 años, lo cual permitió evaluar cambios cuando las personas de la muestra se mudaban. Esta información se cruzó con un índice de cercanía a parques, árboles, jardines o cursos de agua. La correlación positiva fue muy alta con respecto a satisfacción con la vida y los niveles de ansiedad y de depresión.
Uno podría argumentar que los auto-reportes de bienestar pueden ser engañosos: en ciertos ámbitos corporativos “queda bien” decir que uno está estresado, desbordado, que duerme mal: se lo ve como un indicador de alta productividad y compromiso con el trabajo. Pero la evidencia pro-naturaleza se acumula también con mediciones más precisas que no tienen que ver con auto-reportes.
En Stanford, Estados Unidos, los investigadores Gregory Bratman, Gretchen Daily y otros, asignaron aleatoriamente caminatas de 50 minutos en zonas arboladas o en calles urbanas, y luego se les pidió a las personas que completaran tareas cognitivas. A las del primer grupo les fue significativamente mejor que a las del segundo. Peter Aspinall, Paniagotis Mavros y otros autores fueron más a fondo: midieron la actividad cerebral en distintos entornos. Aquellos lugares con más presencia de naturaleza coincidieron con ondas cerebrales más calmas, menos “rumiación” y más bajos niveles de frustración.
Efecto mascota
El impacto de la exposición a la naturaleza llega inclusive a la longevidad: Peter James y Rachel Banay, entre otros, compararon esta variable en mujeres con la presencia de espacios verdes en los alrededores de las personas bajo estudio, que se determinaron por tecnología satelital. Las mujeres que viven en lugares con mucho verde mostraron un 12% menos de tasa de mortalidad que el resto de la muestra.
Una de las conclusiones de estos estudios es que aún los pequeños pasos sirven: oficinistas con una planta en su escritorio reportan en promedio mejores indicadores de bienestar emocional. Y las personas que en su habitación del hospital tienen vista a un árbol se recuperan más rápido. No hay que mudarse ya a los bosques del sur, porque con sumar algo de naturaleza ya se puede hacer una diferencia.
La socióloga Mercedes Iacovello tiene un pasatiempo que la apasiona: entrena perros y los lleva a hospitales, geriátricos, centros de día para personas con autismo, etcétera. Iacovello cuenta a LA NACION que lo que ella vive en carne propia desde hace años –el enorme impacto positivo que tiene interactuar con animales– suma cada vez más evidencia positiva respaldatoria.
La primera de las investigaciones se realizó en los Estados Unidos con pacientes cardíacos en recuperación, en los que se advirtió que había mejores resultados médicos si los pacientes estaban con algún animal de compañía. Luego, hubo centenares de trabajos en esta línea. Iacovello, que actualmente se encuentra haciendo un posgrado de comportamiento animal en Colorado, menciona un meta-análisis de Nancy Gee y Megan Muller, de la Universidad de Virginia Commonwealth, donde se hace una recopilación de la literatura existente, y se concluye que hay una correlación fuerte para adultos mayores y mejora de la salud tanto en lo que hace a animales de compañía como a “intervenciones” (visitas de animales entrenados a hospitales, geriátricos, etcétera).
En nuestro país, mientras tanto, Marcos Díaz Videla se dedica a la “antrozoología” y al estudio de las familias multiespecie. Tiene un libro con un capítulo entero dedicado al “efecto mascota” con la evidencia acumulada en este tema. Y la psicóloga Paula Ringach lleva adelante varios proyectos con animales y la tercera edad (humana).
En la temporada 6 de The Office (versión Estados Unidos), las turbulencias financieras de la papelera Dunder Muffin hacen que los empleados de la sucursal de Scranton teman por sus puestos de trabajo. Dwight Schrute intenta calmarlos: “No se preocupen, todos tienen un empleo asegurado como espantapájaros en la granja Schrute. Eso sí –les aclara– la paga es muy baja y no se pueden sindicalizar”. Del cemento gris de la vida corporativa a la exposición a la naturaleza.