Les llevó dos semanas empezar a levantarse y todavía caminan tambaleantes, aunque procuran disimularlo con reacciones elementales. Pero la realidad presenta nuevos desafíos y no da tregua. El oficialismo y Juntos por el Cambio están hoy algunos o varios metros más atrás de sus objetivos y pretensiones de lo que habían quedado en la noche del domingo de las PASO. A pesar de todos los intentos de recuperación.
El problema no es lo que dicen las encuestas, que, además de demostrarse más falibles que nunca, padecen ahora la distorsión natural del efecto del resultado y empujan aún más hacia arriba a Javier Milei de lo que había llegado hace dos semanas.
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La combinación del predominio casi absoluto en la discusión pública de los temas que instaló el candidato de La Libertad Avanza con nuevos y más agudos problemas que golpean sobre la sociedad y sus propias estructuras agrava la dificultad de las dos grandes coaliciones para posicionarse y no seguir corriendo detrás de los asuntos centrales. Como lo han venido haciendo desde que se abrieron las urnas de las primarias.
La devaluación y el consecuente bombazo sobre los precios, más la aún inexplicada irrupción de los saqueos, que se detuvieron tan sorpresivamente como llegaron, subrayaron el estado de confusión y precariedad en que están sumidos tanto el Gobierno y su brazo electoral, Unión por la Patria (UP), como la dirigencia y los candidatos cambiemitas.
Para el oficialismo, las secuelas del acuerdo con el FMI, que aportó un exiguo tubo de oxígeno y dejó oficialmente al desnudo el nivel extremo de deterioro de las cuentas públicas y, en especial, de las reservas, requieren de muchas más efectividades que los anuncios de urgencia electoral realizados por Sergio Massa, ahora más ministro y más candidato que nunca.
La devaluación ya fue licuada de inmediato por el salto del dólar paralelo, al mantener y profundizar la brecha con la cotización oficial, que se pretendía acortar y se le exigía cerrar.
En tanto las medidas tendientes a paliar el alza de precios provocada por esa devaluación prometen tener efectos igual de efímeros. Es más, podrían actuar como aceleradores de los desequilibrios reinantes, aun cuando la mayoría de las grandes empresas de consumo masivo hayan recortado los aumentos de más del 15% que les habían adosado a sus listas de precios inmediatamente después de la depreciación del 20% de la moneda nacional.
Si el 120% de inflación del primer año de gestión de Massa es una prueba demasiado cabal de la inefectividad para la economía familiar de los “acuerdos” nada voluntarios sobre los precios, mucho más cabe desconfiar ahora, en medio del proceso electoral, que dejó al oficialismo golpeado en el subsuelo histórico de votos. Todos los actores orejean las barajas y dejan pasar el tiempo para ver dónde está el nuevo equilibrio de fuerzas.
Solo la pésima y aún más inesperada performance electoral de JxC les da sobrevida a la presión y las prácticas (de buenos y muy malos modales) que se ejercen desde el Ministerio de Economía sobre los formadores de precios.
A las amenazas de usar (y abusar) de las herramientas con las que cuenta el Estado, desde la Secretaría de Comercio hasta la DGI y la Aduana y algunos organismos no solo de la órbita económica, se les sumó la incertidumbre recargada que dejaron las PASO para que nadie tenga una posición de fuerza suficiente para imponer condiciones.
El escenario dividido en tres tercios imperfectos que dejaron las PASO, en el que el disruptivo Milei sacó y luego consolidó ante la opinión pública una ventaja insospechada, y el empate técnico entre los cambiemitas y el oficialismo explica la actitud receptiva de algunos empresarios y ejecutivos a los llamados de los funcionarios massistas y de su jefe, en persona.
“Si nos sentamos a la mesa y revisamos las listas de precios es solo porque no se puede descartar la chance de que todavía Massa puede ser presidente, aunque se vea improbable. También porque Milei es una incógnita aún más grande”, explica resignado el ejecutivo de una de las más grandes empresas de consumo masivo que, a regañadientes, desanduvieron (provisionalmente) algunos de los aumentos destinados a compensar el alza de los costos.
Administrador de agua caliente
Para la mayoría de los economistas, la conversión del ministro y candidato en un administrador de las oxidadas canillas del agua fría y caliente de la economía tiene por destino generar más shocks espasmódicos que soluciones concretas.
La ola de medidas lanzadas a repetición ayer, tendientes a recuperar poder adquisitivo de los asalariados y jubilados y pensionados de las escalas más bajas, así como los paliativos fiscales para consumidores y pequeñas empresas, o el otorgamiento de mejoras temporales para los exportadores, aumentarán inexorablemente el desajuste fiscal. Si algo no le sobra al Tesoro es plata.
También esos anuncios amenazan con recalentar la economía, que la retracción de la actividad ya registrada, fruto del cepo y la caída de consumo, prometía enfriar para contener la inflación que acaba de dispararse otra vez. El péndulo tiene movimiento continuo.
Destinado a hacer turismo al borde del abismo, como el conductor suicida de la canción de Joaquín Sabina, Massa busca maximizar los mínimos beneficios que le brinda cada ventana de oportunidad.
Las medidas anunciadas de ayer, con la intención de mejorar por un rato el ánimo social en el comienzo de la semana, solo pudieron ser realizadas una vez aprobado el giro de los fondos del FMI gracias a la ventaja que da no tener nuevas revisiones del acuerdo incumplido hasta después de las elecciones de octubre y la decisión del organismo de no ser responsable de precipitar un caos.
El ya crónico incumplimiento de las metas, con un aumento del déficit fiscal real, que dejará en ridículo al 1,9% del PBI pactado, ahora solo se profundizará, como admiten en el Palacio de Hacienda. Pero Massa explota en su beneficio que la capacidad de coerción del FMI en este tramo decisivo del año electoral ya fue consumida. Pateando para adelante, mientras se pueda, se titula la saga. Un poco de agua caliente y un poco de fría. Hasta que haya agua caliente. O canillas.
Mientras el ministro va llevando a los tumbos, pero aún rodando, la economía, el oficialismo juega todas sus fichas electorales a potenciar el nítido lugar de ser el más distinto de los tres contendientes en pie. Y Massa busca potenciar lo que pueda tener de virtuoso ser el cambio dentro de la continuidad, Si es que algo tuviera de positivo,
Así, por un lado, alimenta la campaña del miedo por la pérdida de derechos y beneficios que traerían un gobierno de Milei o de Patricia Bullrich, a los que une de manera indistinta para convertirlos en los enemigos tangibles de la base electoral que aún le queda y de sectores medios de JxC, que aún reciben beneficios del ya más que deteriorado Estado de bienestar.
Por otro lado, refuerza las diatribas sobre Bullrich y su equipo, aun a costa de tener que exponer o darles aún más verosimilitud a las evidencias sobre los vasos comunicantes y los intereses concurrentes que existen con Milei y sus estructuras repletas de opacidades.
El resultado de las PASO reafirmó la tesis de Cristina Kirchner de que la única probabilidad de supervivencia radica en llegar a un ballottage con los libertarios.
Lo inmediato para Massa y todo UP es sacar del medio a JxC, a pesar de que se pueda correr el riesgo de seguir engordando las adhesiones a Milei hasta umbrales de los que después sea difícil volver y se les vuelvan definitivamente en contra.
Los oficialistas confían en su capacidad de explotar la reducida estructura electoral libertaria y recortar al mínimo los beneficios de las ayudas de toda índole que les brindaron para hacer campaña, completar listas y fiscalizar las PASO.
Por eso, la presión sobre gobernadores e intendentes oficialistas para no dejar recursos por usar solo acaba de empezar. También acá opera el administrador de las canillas de agua fría y agua caliente. Aunque la caldera está al límite.
Por el lado de Bullrich, los intentos de recuperar la vertical después de la caída que sintieron por el magro resultado obtenido en las primarias se libraron y se libran en tres frentes: la dirigencia, los votantes que participaron de la interna y el electorado que se abstuvo.
La oferta de orden y seguridad, que se apalancó con la ocurrencia de los saqueos, se completó con imágenes destinadas a mostrar un núcleo potente de equipos y dirigentes y con los anticipos sobre la inminente designación de Carlos Melconian como eventual ministro y, sobre todo, primera espada mediática para discutir sobre economía. Un tema en el que la candidata volvió a quedar expuesta durante la semana.
La oferta demostró tanto las limitaciones para ganar la agenda pública y resultar atractiva y ser motivo de conversación así como el apuro para expresarla. Las costuras siguen a la vista tanto como la fisuras.
En algunos casos, además, las heridas en lugar de cerrarse se abrieron. Es lo que ocurrió con los radicales porteños, que, a pesar de que su precandidato a jefe de gobierno, Martín Lousteau, perdió por una ínfima diferencia, fueron excluidos no ya de la integración de la fórmula local, sino de las discusiones y hasta de la comunicación antes de hacerla pública a todos.
Jorge Macri actuó como si hubiese sacado una diferencia aún mayor que la que logró Milei sobre sus adversarios presidenciales, aunque la distancia en su caso fue la mitad. Apenas un punto y medio.
No solo ejerció el derecho omnímodo de la victoria con sus rivales del radicalismo, sino hasta con los más fieles ministros de Horacio Rodríguez Larreta que no trabajaron por su candidatura a jefe de gobierno. La renuncia inevitable de la muy valorada ministra María Migliore es solo una muestra del comienzo de una purga mayor.
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Si ya había muy poco afecto social entre el bullrichmacrismo y el larreta-radicalismo, ahora reina una profunda desafección, si no un ánimo de fractura, que se retroalimenta entre dirigentes y votantes. Demasiado peligroso en una elección clave para JxC en la que es necesario sacar más del 50% de los votos para retener el bastión amarillo. Otro desafío para Bullrich, que necesita sumar muchos más votos en CABA de los que obtuvo y para eso debe retener los que fueron tanto a Larreta como a Lousteau.
Pero no es el único. Mauricio Macri, que fue su gran sostenedor en la disputa interna, ahora desde el exterior y en su modo de funcionar con corriente alterna le envía señales limitadas de apoyo. No solo sigue expresando coincidencias ideológicas con el verdadero rival actual de Bullrich, que es Milei, sino que se muestra indispuesto a manifestar la más mínima crítica al libertario. Aun cuando este ataca a la candidata cambiemita y a su equipo económico y coquetea con el oficialismo.
Reponerse del golpe de las PASO sigue siendo una misión complicada, tanto para el oficialismo como para JxC.