Devaluación vs reforma del Estado: cómo se debería ajustar el gasto según Domingo Cavallo

A partir del próximo 10 de diciembre, la mayoría de los precandidatos de la oposición prometen que eliminarán el déficit fiscal en el primer año de gestión. Según las estimaciones privadas, el Gobierno dejará este año un rojo de 3% del PBI, muy superior al 1,9% que se fijó como meta con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Por lo tanto, las promesas de quienes se quieren anotar en la carrera electoral -entre los que se encuentran Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich, Javier Milei y Gerardo Morales- implicaría bajar esos tres puntos hasta llegar a un equilibrio fiscal.

El exministro de Economía Domingo Cavallo publicó un informe en el que advierte sobre la manera de realizar el fuerte ajuste fiscal. “Muchos economistas profesionales que se desgarran las vestiduras porque argumentan que Milei, con su prédica dolarizadora, quiere provocar una hiperinflación, han comenzado a proponer un ajuste fiscal desdolarizador como el que aplicó Remes Lenicov en 2002. Argumentan que para ello se necesita un respaldo político como el que brindaron Duhalde y Alfonsín desde enero de aquel año”, dijo.

Para Cavallo, si se realiza el ajuste con una devaluación, “la economía va a entrar en hiperinflación y luego de ello no encontrará ningún régimen monetario capaz de derrotar a la inflación en un mandato presidencial”.

“Una alternativa es usar la reforma del Estado, las privatizaciones y la apertura de la economía para hacer el ajuste fiscal. Otra alternativa consiste en recurrir a una fuerte devaluación ‘desdolarizadora’ que licúe deudas, salarios y jubilaciones, brinde fuerte protección a la sustitución de importaciones y genere recursos fiscales a través de las retenciones agropecuarias, petroleras y mineras”, indicó.

El exministro de Economía dijo que “si la aceleración inflacionaria licúa los pasivos remunerados y no remunerados del Banco Central antes del cambio de gobierno y reduce gastos del sector público en términos reales y, sobre todo, permite el sinceramiento de todos los precios internos que están atrasados con relación al precio del dólar oficial, será más fácil la aplicación por parte del nuevo gobierno de un buen ajuste fiscal”.

Sin embargo, señala que si nada de eso ocurre antes del cambio de gobierno y el nuevo equipo económico piensa que debe comenzar con un ajuste fiscal al estilo del que se atribuye a Remes, “la gestión del nuevo gobierno estará condenada al fracaso desde el inicio”.

En su informe, Cavallo hace un análisis del gasto fiscal en el primer trimestre y concluye que aumentó a un ritmo superior al doble del que se había previsto en el presupuesto aprobado para 2023.

En detalle, en el presupuesto se preveía un aumento del gasto primario de 63%, pero durante el primer trimestre, el incremento con respecto al mismo periodo de 2022 fue de 90%. “Si se observa el comportamiento para marzo, mes en el que el aumento con respecto a febrero de 2022 fue del 163%, se debe concluir no sólo que el gasto primario está aumentando mucho, sino que parece hacerlo a un ritmo que se acelera”, dice el fundador de Fundación Mediterránea, el think tank del Ieral.

Los rubros en los que el gasto menos aumentó fueron servicios económicos [subsidios] (60%), transferencias a provincias (60%) y gastos de capital (43%), muy por debajo de la inflación. “Es muy difícil que el gobierno consiga producir semejante ajuste en esos rubros, cuando las acciones que necesitaría poner en marcha para lograrlo son impensables en un período preelectoral, como el aumento de las tarifas de los servicios, no atender los reclamos de las provincias y reducir significativamente el ritmo de la construcción de caminos y viviendas. Por consiguiente, no debe esperarse que las cuentas fiscales mejoren en los próximos meses. Por lo tanto, a partir de 2024 el ajuste fiscal se tornará indispensable”, opinó.

Alternativas de ajuste

Cavallo dice que la necesidad de un fuerte ajuste fiscal para poder estabilizar “es algo que ningún economista profesional ni ningún dirigente político responsable discute”. Sin embargo, vuelve a señalar que hay dos mecanismos de hacerlo:

La reforma del Estado con eliminación de los organismos, empresas y “fuentes de gastos que no son esenciales y que sólo sirven para distribuir beneficios a funcionarios políticos y miembros de corporaciones que por largo tiempo lograron obtener prebendas y privilegios”.Una fuerte devaluación con su consecuente salto inflacionario y default de la deuda externa e interna para licuar gastos y pasivos.

“Como ejemplo histórico de la primera alternativa, se puede mencionar la reforma del Estado iniciada en 1989, cuando el déficit fiscal primario ascendía a 7,2% del PBI y pasó a un superávit fiscal de 0,4% del PBI en 1993. Es decir, un ajuste fiscal de 7,6 puntos del PBI en cuatro años. El gasto primario pasó de representar el 33,1% del PBI en 1989 a 23% promedio entre 1991 y 1993, y se mantuvo en ese nivel hasta 1996″, dice Cavallo en su informe. En 1996, el exministro dejó el entonces gobierno de Carlos Menem.

A su vez, indicó: “Los ingresos totales se redujeron del 27,5% en 1989 a 24,4% en 1991 (cuando se eliminaron las retenciones a las exportaciones y se derogaron 24 impuestos menores) y a alrededor de 23% entre 1993 y 1996, cuando se dispuso que los aportes personales jubilatorios dejaran de ingresar al Tesoro y fueran a las cuentas individuales de las AFJP. A pesar de la baja en la recaudación impositiva, el ajuste en el gasto primario había sido tan importante que el déficit primario se revirtió totalmente y generó un superávit que hasta el año 1994 permitió cubrir los intereses de la deuda, lo que permitió que el déficit total prácticamente desapareciera. Reapareció, en forma muy moderada, a partir del impacto de la crisis tequila de 1995”.

En cambio, dice el también expresidente del Banco Central, el ejemplo histórico más cercano de la segunda alternativa para el ajuste fiscal es la fuerte devaluación de 2002, “implementado a través de la desdolarización compulsiva de la economía y el default de la deuda externa e interna, que permitió pasar de un déficit fiscal del 5,2% del PBI en 2001 a un superávit fiscal del 3,4% del PBI en 2004. Es decir, un ajuste fiscal de 8,6 puntos del PBI en cuatro años”.

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