Devaluación e inflación sin fin, los males que trae la falta de un plan

El título de esta nota puede tener dos interpretaciones. Puede referirse a que no tiene un límite en el tiempo, o que no tiene objetivo o finalidad. Creo que ambos son correctos.

El lunes 14/8/23 el Banco Central anunció una brusca devaluación de más de 20%. Las propias declaraciones del ministro, el comunicado del BCRA, el comportamiento del mercado y el tiempo físico que lleva lograr una decisión del BCRA hace pensar que se había demorado la disposición hasta después de las elecciones.

Hasta ese día el Banco Central realizaba microdevaluaciones diarias, conocidas como “crawling peg”, con un ritmo similar al de la inflación. En los últimos días había alcanzado un ritmo de 12% mensual. Sin embargo, al devaluar abruptamente llevando el dólar oficial a $350 y anunciar que sería hasta octubre, plantea una serie de dudas: ¿Qué pasará al día siguiente? ¿Hasta cuándo y cómo habrá devaluaciones? Al ritmo previo hubiera habido un dólar más alto al final del mismo período, ¿se está acaso induciendo un nuevo atraso cambiario?

Por suerte, tiene marcados beneficios fiscales: las retenciones serán sobre un precio mayor, asegurando mayores ingresos a Tesorería. El propio BCRA dejará de perder dinero con su política cambiaria. Según el PIE Programa de Incremento Exportador, hasta el viernes compraba a exportadores –es cierto, no a todos- a $340 y vendía a $280 –también es cierto, sin ningún criterio conocido para ver quien recibía tamaño beneficio-. Fue efímero: se anunció a fin de julio con vigencia hasta el 31 de agosto.

El PIE a $340 había inducido a vender un poco más de US$2000 Mmillones en menos de un mes. No sólo distorsionaba los mercados, sino que duró poco y bien puede ser considerada una traición… una más… a quien confiara en ese precio. ¿Por qué alguien habría de creer que el nuevo precio durará el tiempo previsto? Las restricciones, sumadas al cúmulo de incertidumbres, incluyendo el proceso eleccionario, lleva a pensar que habrá más devaluaciones, y no se observa un fin de este deterioro del peso. Con tantas restricciones, ahora habrá prefinaciación de exportaciones: más deuda para las empresas y una dificultad más para poder satisfacerlo.

La devaluación inmediatamente se trasladó a precios. Diversos rubros de la economía como combustibles sufrieron un impacto inmediato. Asimismo, las tarifas corren de atrás y los precios de productos importados o consumo se actualizan con el único límite del deteriorado poder de compra de los consumidores. Al día siguiente de la devaluación se anunció el dato de inflación de julio en 6,3%, según el Indec. El de agosto indudablemente será mayor.

El simultáneo, se dio un salto en la tasa de interés impuesta por el BCRA, que ha sido grande, llegando a más de 200% como interés compuesto. Por supuesto, un descubierto o ventas en cuotas tienen tasas mayores. No hace falta mayor explicación.

Una semana después, las medidas supuestamente paliativas de esta inflación en realidad generan aún más problemas. Empresas y familias tendrán que hacer mayores pagos a sus empleados, con lo cual su capacidad de compra de otros productos caerá. Los aumentos a jubilados serán más déficit que sólo puede pagarse con… ¡más emisión! Al final quedará todo peor, y a un nivel más alto, a pesar del espejismo de los acuerdos de precios

El miércoles se anunció la prohibición de exportar carnes por 15 días. Luego lo mismo con lácteos. Un disparate que duró pocas horas. El descalabro que genera con clientes, embarques, precios, etc. es terrible. Y todo por sólo 15 días. Nuevamente, al día siguiente ¿qué ocurriría? Queda la duda si en el ministerio entienden las dificultades del comercio exterior y la importancia de los contratos.

Por supuesto siempre hay distorsiones. Por ejemplo el complejo sojero tendrá un beneficio de 25% de los dólares, que se usarán para importar. O economías regionales por fin verán reducidas las retenciones pero con ciertas condiciones.

La devaluación no ha sido acompañada de un plan ni anuncios de cambios que contribuyan a mejorar la productividad. Cuando los haya, sea quien sea el nuevo gobierno, se tardará en que tengan efecto. En cambio, los anuncios son inflacionarios y tienen un toque autoritario: se obliga a familias y empresas a hacer algo que en definitiva no ayuda a nadie.

El fin o finalidad de estas medidas no es contener la inflación; por el contrario, son contraproducentes. A menos que el fin sea electoral. El fin o momento en que terminan hasta ahora no está claro. Lamentablemente, es una devaluación y una inflación sin fin.

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