Leandro Rincón se enamoró de Barcelona en 2004 cuando viajó con la intención de realizar una maestría en Administración, que finalmente terminó cursando en la Argentina. Allá hizo amigos, y volvió con su esposa cada vez que pudo. Desde 2010 hasta 2020 trabajó en CCU Argentina (Compañía de Cervecerías Unidas), y si bien tenía la idea de “buscar nuevos horizontes” afuera, recién en abril de 2019 se instaló definitivamente en España. Aunque al principio no se lo imaginaba, terminó abriendo, en 2022, su emprendimiento propio: la heladería Dellaostia.
“Además de buscar nuevos horizontes, queríamos vivir de una manera más previsible y ordenada. Vivir más tranquilos”, recuerda Rincón. Cuando llegó a Europa, todavía tenía un contrato de representación comercial para algunas marcas de cervezas artesanales de CCU Argentina. Había ido a buscar nuevas opciones de distribuidores, pero los interrogantes propios de la vida se interpusieron en su camino.
“Cuando pasan los años, uno empieza a pensar qué viene después del mundo corporativo, la relación de dependencia y demás. Emprender un proyecto propio me venía dando vueltas en la cabeza, pero no tenía del todo claro cuándo ni qué”, explica.
Mientras que en pandemia mucha gente empezó a hacer pizzas y pan, a Rincón le llamó la atención explorar el mundo de los helados. Una curiosidad que quizás venía de su infancia, ya que su papá había tenido heladerías cuando él era chico: “De grande entendí por qué me gustaban tantos los helados —reflexiona—. Yo decía que mi papá tenía el mejor trabajo del mundo. Creo que viene por ahí”.
Al principio fue autodidacta: empezó a investigar por su cuenta en Internet, a hacer pruebas caseras de forma artesanal. Fue invirtiendo en equipos hogareños. Adquirió un compresor que llegaba hasta los 30° bajo cero. Después buscó a un maestro italiano, porque se dio cuenta de que le faltaba aprender ciertas cuestiones técnicas, como el manejo de azúcares y el equilibrio de las recetas. “Me decidí a hacerlo por la incertidumbre que generó la pandemia. Era una época muy compleja”, afirma.
Oportunidad de mercado
En España, la industria del helado es muy diferente a la Argentina, y Rincón vio ahí una oportunidad de mercado: “Cada vez que veníamos me costaba encontrar helados de calidad, hechos de manera artesanal, con la textura y el cuerpo que buscábamos”, cuenta.
Una vez más, investigó por su cuenta, y así aprendió que en el país ibérico la industria de los helados está dominada por lo semielaborado. Esto quiere decir que existen muchas compañías que producen helados industrialmente, con colorantes, aromas y conservantes. Estas suelen proveer a todas las heladerías, que terminan ofreciendo los mismos sabores. “La decisión de entrar en este negocio fue porque creíamos que había una posibilidad de hacer las cosas de una manera diferente. Venimos de un país con un mercado del helado bien desarrollado”, detalla Rincón. Aun así, no fue fácil tomar la decisión: debía dejar un trabajo en relación de dependencia, dejar la zona de confort económico, e invertir sus ahorros, tomar riesgos. Lo hizo. Invirtió entre 150.000 y 160.000 euros, y abrió Dellaostia.
Para el nombre del negocio buscaba algo que transmitiera a los consumidores los atributos de su marca de forma clara, concisa y fácil de recordar. En España, la expresión “de la hostia” se amoldaba a esta necesidad, ya que, según la Real Academia Española (RAE), define algo “magnífico o extraordinario”.
Quiso registrarlo así: “De la hostia”. Pero la Oficina Española de Patentes y Marcas no lo dejó, porque, adujeron, podía herir susceptibilidades de algunos ciudadanos a causa de la connotación religiosa. “Yo no quería cambiar el nombre. Así que buscamos un juego de palabras homófonas e incorporamos el acento italiano con la “ll”. Queríamos transmitir el atributo de ser un helado excepcional, un helado «de la hostia»”, agrega.
Dar pasos firmes
El local se ubica en el barrio de Gracia, en Barcelona. Rincón cuenta que por ahora tienen la idea de expandirse, pero no de manera acelerada. “Queremos dar pasos firmes y estar muy tranquilos de cómo lo vamos haciendo, sin desesperarnos por crecer rápido”, comenta. Si todo sigue encaminado, la idea es abrir más locales en España, pero todavía no sabe si lo hará con capital propio o con un sistema de franquicias. Es que, según cuenta, el negocio está superando los objetivos que él mismo se había puesto: que facture un millón de euros acumulados en los primeros tres o cuatro años. Es decir, cerca de 250.000 por año.
Probablemente, parte de esto se deba a la gran recepción que tuvo en el público, tanto local como extranjero, además de las comunidades argentinas asentadas en el país, quienes encontraron en Dellaostia los sabores y el cuerpo que buscaban: un helado más argentino. Las costumbres españolas en el consumo de helado también difieren en varios aspectos con las argentinas. Como el delivery, que allá no es usual, y que Rincón ofrece a través de plataformas como Glovo o Uber Eats. Además, Dellaostia ofrece cucuruchos en distintos tamaños y “tarrinas”, el equivalente a los vasitos. “La Argentina tiene una gran cultura de la heladería, propio del legado italiano en nuestro ADN, de su cultura e idiosincrasia. En España, a pesar de estar cerca de Italia, está un poco menos desarrollado. Me hace acordar a los 80 en la Argentina, donde muchas heladerías cerraban durante el invierno”, reflexiona.
Otro detalle que remarca es que allá los helados se sirven en bochas. “Nosotros los servimos con el estilo argentino. Entonces, no solo encuentran los sabores, sino la abundancia. De hecho, muchos dicen sentirse como en la Argentina. Y los españoles abren los ojos como diciendo «wow, cuánto helado». No están acostumbrados a eso”, compara.
La oferta de sabores es amplia, entre 26 y 30, dependiendo de la estación del año. Algunos de los más pedidos suelen ser variedades del dulce de leche, mascarpone con frutos rojos, chocolate con almendras, tramontana: “Son sabores muy nuestros que no se suelen conseguir en España. Eso fue muy valorado por la comunidad argentina, que nos recomendó a sus vecinos y amigos”, cuenta Rincón.
Además de la técnica y los gustos, un diferencial que implementaron fue producir el helado a la vista de todos, en medio del local. Así, mientras la gente espera, puede observar parte del proceso de elaboración, cien por ciento artesanal. “Uno siempre tiene esa cuota de incertidumbre, por más estudio de mercado que puedas hacer antes. Nunca sabés realmente si va a funcionar. Pero la recepción fue excelente y superó todas nuestras expectativas”, concluye.