María Agustina Pizzi, nacida en la ciudad Autónoma de Buenos Aires, casada, dos hijos, abandonó su profesión de abogada, que ejerció en un estudio jurídico en forma autónoma y, en 2017, se puso al hombro el campo que había comprado su esposo.
La empresa está en el centro-oeste de Formosa, cerca de Pozo del Mortero, una región compleja para la producción. Pizzi tiene que hacer 1405 kilómetros en camioneta desde su domicilio en Buenos Aires para llegar al campo. “La Sofía” era un campo virgen, al que desmontó, tras lo cual sembró pasturas que le permiten desarrollar un planteo de cría de alta productividad para la zona, con inseminación artificial, transferencia embrionaria y cabaña Brangus.
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Pasión por el campo
Desde chica, mostró predilección por la producción: durante muchos días de su infancia y adolescencia se quedaba en el campo familiar de Monte. Luego, en 1986, conoció al médico Claudio Álvarez, con quien se casó en 1992. En 2006, su marido compró 1200 hectáreas en Formosa, en el kilómetro 1517 de la ruta 81, a 367 kilómetros de la capital de la provincia. Mientras tanto, Pizzi ejerció la profesión de abogada.
En los primeros años, el campo permaneció con un sistema extensivo, sin cambios, con un puestero y algunas vacas. No tenía ruta de acceso -que luego se construyó- pero disponía de un canal de riego con agua proveniente de una laguna cercana.
“Era muy difícil mejorar el campo desde 1400km de distancia y entonces empecé a viajar para tratar de desarrollarlo. Con Claudio empezamos con un emprendimiento de producción de sandías primicia, que no dio el resultado esperado, lo que nos siguió obligando a vivir de nuestros ingresos provenientes del trabajo personal”, rememora la productora.
“En 2015 renuncié al estudio jurídico en el que trabajaba y creamos un estudio propio con dos socias, que se cerró dos años después. En ese momento, ya con mis hijos grandes, decidí dar un cambio a mi vida. Así fue que en 2017 decidí hacerme cargo del campo, a pesar del esfuerzo que significaba estar muchos días en una zona marginal, de clima tórrido, y alejarme de mis amigos y de la vida porteña con pocos problemas. Fue un desafío grande”, continúa.
Preparó las valijas con el plan de ir y venir al campo cada 15 días, pero una vez instalada, se quedó mucho más, obligada por los trabajos por realizar. “Cuatro empleados dependían de mí y pasé a ser la encargada del campo, que resolvía una rotura del tractor, la compra y transporte de la semilla, etc.”, apunta.
“Con el correr del tiempo, cada vez me gustaba más la vida de campo y fui desarrollando amor por la tierra, apoyada por mi esposo para sortear las vallas que me imponían el clima, las enfermedades de los animales y las limitantes locales de infraestructura; en el norte todo es más difícil”, completa.
Planteo productivo eficiente
El campo del matrimonio Álvarez tiene 1200 hectáreas y constituye una unidad productiva pequeña para la zona, donde la receptividad del campo natural es baja. “Busqué un proyecto rentable y a fines de 2018 contraté a Orlando García, un reconocido profesional, para desarrollar el sistema ganadero del campo. Compré vaquillonas preñadas Brangus y desde ese momento voy guardando hembras para crecer en cabezas”, recuerda.
“Hace cuatro años que hacemos inseminación artificial y recientemente empezamos con transferencia embrionaria, para disponer de la mejor genética y abastecer de toros y hembras a los productores de la zona mediante una cabaña”, explica.
Desarrollar la ganadería en el centro oeste de Formosa no es sencillo. En Pozo del Mortero, departamento Bermejo, a 367 kilómetros de la capital provincial, el régimen es semiárido, con lluvias estivales. Las temperaturas son muy altas en verano, con proliferación de insectos y hay seis clases de suelos en el campo: partes con arcilla, sectores con tierra colorada y partes con tierra negra.
Originalmente, todo el campo tenía monte, que se eliminó en parte respetando las normas vigentes. Así se valorizó sustancialmente: una hectárea sin desmontar sobre la ruta 81 se vende a US$1000, mientras que una desmontada sube a US$2500.
En la tierra desmontada, implantó pasturas de gatton panic en los sectores mejores y de grama rhodes de los más bajos; también sembró brachiaria. Actualmente, las praderas cultivadas ocupan el 80% de la superficie, que está dividida en potreros de alrededor de 50 hectáreas. El forraje producido por las pasturas se complementa con minerales en bateas.
El sistema productivo principal es de cría, con venta de terneros al destete, y recría de las mejores hembras para reposición avanzando con una cabaña de la raza Brangus. En el campo actualmente hay 600 vacas y aspira llegar a 800 reteniendo las vaquillonas. García es quien elige los mejores terneros para guardarlos para toros y selecciona las mejores hembras para el plantel. Este año, Pizzi va a participar de su primer remate de vaquillonas.
Las razas utilizadas son Brangus negro y colorado. El porcentaje de preñez que se alcanza es del 85%, muy altos para la zona, por la sanidad y la muy buena alimentación, que asegura un buen estado de los vientres, e también incluye alimento balanceado y rollos.
García explica: “Antiguamente se decía que el éxito de la ganadería dependía de tres pilares: manejo, nutrición y sanidad. Hoy se puede decir que también está apoyado en un cuarto pilar llamado genética. Un animal que tiene información genética es mucho más valioso que uno de rodeo general, para producir carne. El primero le saca un campo al segundo en su rendimiento en el gancho”.
“Gracias a las asociaciones de criadores de cada raza, hay muchas exigencias y controles en los reproductores que ofrecen las cabañas y los centros de inseminación. Entonces, es fácil elegir el toro más conveniente para cada rodeo aprovechando los datos recopilados en los catálogos”, aconseja.
Según cuenta, cuando empezó el proyecto de desarrollo del campo de Álvarez y Pizzi había hacienda general, pero en cuatro años se migró hacia Brangus porque entendieron que es la raza más adaptada al subtrópico argentino, junto con Braford y Brahaman.
“Sucede que se están dando muchos cambios climáticos en la zona y cada vez hay más calor e insectos. Empezamos comprando animales en distintas cabañas reconocidas de la zona y fuimos creciendo en cabezas hasta llegar al presente, en el que estamos teniendo seis donantes para acelerar la incorporación de la mejor genética mediante transferencia embrionaria”, sintetiza.
“En La Sofía, estamos utilizando un animal de tamaño moderado, ágil, adaptado al calor y a grandes caminatas para buscar agua. Debe ser prolijo en sus líneas inferiores –por ejemplo, en el prepucio- con buena circunferencia escrotal y aparato locomotor sano. Buscamos individuos que puedan meter la mayor cantidad de carne posible en el menor tamaño posible”, agrega García.
En la práctica, la incorporación de toros es variable año a año, para evitar la consanguinidad. En 2022 se incorporó Sorpresa, un toro con muchos atributos positivos. “Generalmente, en las razas sintéticas como Brangus, hay mucha variabilidad de tamaño, de profundidad y de otros caracteres que se deben corregir. Entonces, se busca el toro más equilibrado para ese propósito; eso es lo que se encuentra en Sorpresa”, argumenta.
“Lo ideal en un toro es que tenga una buena circunferencia escrotal, que genere bajo peso al nacer de los terneros en su descendencia, con buen peso al destete y final; también es conveniente adecuada aptitud materna. No es fácil reunir todas estas características en un solo toro, pero se trata de llegar a uno lo más equilibrada posible”, resume García.
Pizzi aclara que el sistema de cría de La Sofía no está concluido, sino en evolución con necesidad de nuevas inversiones. “Se está terminando de armar el campo, con pruebas y errores en una zona donde no hay mucho conocimiento disponible, porque muchos propietarios de campos siguen con un sistema ganadero extensivo. Este aprendizaje me fortalece como persona”, confiesa.
Con el emprendimiento de la cabaña, la empresaria pretende ofrecer un servicio “Cinco Estrellas” desde una firma artesanal que atienda bien a sus clientes. Para ello está “muy encima” de los animales, que están muy cuidados, en los que pone pasión e invierte dinero, al entender que el campo es parte de su vida y que le da satisfacciones.
Por eso no le hace mella levantarse a las cinco de la mañana para viajar sola 1405 kilómetros en camioneta cada vez que tiene que ir al campo. Por eso, tampoco la afecta recorrer 367 kilómetros hasta Formosa capital cuando es necesario llevar urgente a un trabajador para atender un problema de salud.