Con apenas 11 años Antonella Avallone fue capturada por un fotógrafo mientras hacía los deberes del colegio en la calle; a tan solo centímetros suyo, sus papás pedían monedas. Con autorización de la familia, el fotógrafo publicó la imagen que rápidamente se viralizó. A días del hecho, a la familia Avallone le “llovían ayudas”, cientos de personas conmovidas se ofrecían a conseguirle trabajo a los padres y otros prometían conseguirles un hogar, entre otros beneficios. Sin embargo, la atención y la ayuda duró poco: a los tres meses de haberse mudado a su nuevo hogar, fueron amenazados y obligados a irse de la casa que les habían regalado.
“Fue muy triste y muy difícil volver a la calle. Me pasaba de ir al colegio y ver que mis compañeros tenían una vida normal y después chocarme con la realidad de que después de cursar yo tenía que volver a la calle”, relata Antonella. Sus sueños se cayeron a pedazos, los de su familia también; Antonella era tan solo una adolescente que en vez de juntarse con sus amigos y divertirse, tenía que recorrer las calles de la ciudad en busca de comida y ayuda para sobrevivir.
No obstante, la historia no termina así sino que ese hecho fue el comienzo de una aventura que jamás imaginó; las cámaras la volvieron a encontrar y Antonella se hizo presente en la mente de cientos de argentinos que empatizaban con lo que ella atravesaba. Específicamente, Horacio García Rebaque, presidente de una empresa financiadora de servicios de salud (SCIS Medicina Privada), es el responsable del nuevo y esperanzador capítulo en la vida de Avallone.
En medio de la madrugada y en una situación de desvelo, García Rebaque se conmovió al ver en la televisión la historia de una joven que vivía en situación de calle. Según él, lo que lo llevó a hacer el click fue escuchar cuando le preguntaban a Antonella si creía en otra oportunidad y ella esperanzada respondía que sí. “Miré para arriba y pregunté ‘¿esto es lo que me encomendás?’. Al día siguiente le dije a mi secretaria que viera la historia que pasaron en la televisión y nos pusimos de acuerdo para encontrar a Antonella”, relata el empresario.
Luego de varios intentos fallidos para dar con ella, García Rebaque pudo encontrarse personalmente con la joven. La había citado en su oficina para poder conocerla y ofrecerle ayuda. Avallone llegó al encuentro acompañada por su novio, Alexis. Al verlos y conocerlos decidió que ayudaría a ambos. “No podía sacar a alguien de la situación de calle y dejar a otro ahí; decidí que iban a entrar a trabajar a la compañía pero con una condición: estudiar”, dice.
Por su parte, Antonella cuenta: “no caía en la realidad, ni podía creer lo que nos ofrecía Horacio. Para mí, la educación abre puertas e iba a hacer que la mirada que me tiene la gente cambiara”. Asimismo, agrega que si bien haber aceptado el desafío y cambiar toda su forma de vida es difícil, no es algo imposible. “Salgo de mi casa a las 5 de la mañana y vuelvo a las 11 de la noche; tengo un sueldo, mi casa: cosas que me hacen sentir llena y que valen la pena el esfuerzo”, enfatiza.
Horacio, quien apadrinó a Antonella y a Alexis, sostiene que haber hecho eso le da fuerzas para seguir peleando por una situación mejor y para que los chicos tengan más oportunidades. “Se tienen que recibir, darse cuenta que tienen un futuro y transmitirle a otros jóvenes que se pueden tener oportunidades y salir adelante siempre y cuando se cumplan las reglas que marca la sociedad”, añade.
Respecto del futuro, Antonella dice que su sueño es terminar el colegio y poder anotarse en la universidad. “Me gusta mucho la gastronomía y ayudar a los demás. Esto que me pasó se va a seguir estirando: Horacio me ayuda a mí y yo quiero ayudar a otros”, sostiene.
“Hambre de futuro”: cómo aportar a la igualdad social
Micaela Urdinez es editora, periodista especializada en temas sociales y derechos humanos y trabaja en LA NACION desde hace más de 22 años. Es la responsable del proyecto de investigación del diario “Hambre de futuro”, un proyecto que da voz a los niños más vulnerables de la Argentina para conocer su realidad.
“Queremos que la audiencia los conozca y viva el día a día de estos pequeños y se motiven a colaborar con la causa”, dice Urdinez.
Además, agrega la profesional que el proyecto apunta a familias que viven en las zonas rurales con menor acceso a servicios básicos y menos derechos. “Buscamos garantizarles un nivel de educación y acercar mundos”, añade.
Precisamente, como ilustración de lo importante que es sumarse a estas iniciativas, cuenta la historia de Elena Ángel Pera, una joven de 22 años que hasta sus 20 tenía el derecho a la educación vulnerado. Vive con sus nueve hermanos, ella y algunos de ellos no poseían DNI por lo que no podían acceder a beneficios económicos estatales ni tampoco atender una escuela. “Yo soñaba con estudiar, pero no podía hacerlo”, dice Elena. Todos esos años que fue privada de derechos, sufrió violencia de género, abusos por parte de su padre y de otros hombres; sin embargo, junto con su mamá, nunca bajó los brazos. “Íbamos a la policía y no nos llevaban el apunte”, relata su mamá.
Al tiempo una de las hermanitas de Elena llegó a la Fundación CONIN porque había tenido una bebé con bajo peso. A partir de eso detectaron en la familia otras problemáticas para abordar y desde la fundación se propusieron ayudarlos. Su vida cambió al 100%; hoy en día, todos los chicos tienen DNI y están escolarizados.
“Es difícil estar ahí y escuchar estas historias, pero es muy gratificante saber que esas realidades llegan a más personas y que éstas puedan darles oportunidades y comprometerse con las organizaciones que trabajan en esto”, añade Urdinez.
Por último, incentiva a estar atento en el día a día a todas las necesidades y ocasiones que surgen al encontrarse con personas en situación de calle. “Hay que estar atentos para ver qué se puede hacer desde nuestro lugar. Mirar más allá del metro cuadrado”, concluye.